No permitamos que las mujeres buscadoras desaparezcan una y otra vez

Edith Olivares Ferreto
En México desaparecen, en promedio, 90 personas cada día. Son 90 vidas, 90 hijos, hijas o hijes, 90 espacios vacíos en la mesa cada día. En los últimos 70 años hemos acumulado más de 130 mil personas que siguen desparecidas y no localizadas. Y a esas personas no las buscan las autoridades, las buscan sus familiares, especialmente mujeres (madres, esposas, hijas, hermanas, nietas). Desesperadas, han decidido salir a buscar a sus seres queridos con sus manos, sus picos, palas, botas, con los conocimientos que han gestionado por su cuenta.
Nuestro informe Desaparecer otra vez: violencias y afectaciones que enfrentan las mujeres buscadoras en México pone el foco sobre las miles de mujeres que buscan a las más de 130 mil personas desparecidas. Es una radiografía de la forma en que se ha deteriorado su vida al realizar la labor de búsqueda y del cúmulo de abusos y violaciones a derechos humanos que sufren a diario.
El desgaste personal y familiar es inenarrable y, aunado a la falta de acceso a la justicia, se prolonga por décadas. Una mujer buscadora que radica en la Sierra de Guerrero nos dijo: “que se pongan (las autoridades) una hora sin encontrar a su hijo a ver cómo se pondrían”. Pensemos en el daño que ese estado emocional ha causado en ella, quien lleva ya diez años buscando a su ser querido.
Para la elaboración de este informe, entrevistamos a 661 mujeres buscadoras –entre marzo de 2024 y enero de 2025– en 44 sesiones efectuadas en 30 entidades federativas mexicanas, así como en cuatro países: El Salvador Honduras, Guatemala y México. El trabajo incluyó siete grupos de enfoque –entre mayo y noviembre de 2024– dos en Chihuahua, dos en Guerrero, uno en Colima, uno en Honduras y uno virtual con mujeres buscadoras víctimas de desplazamiento forzado.
En México, hay unas 234 colectivas de buscadoras que están integradas en un 90 % por mujeres. Al respecto, en el informe hacemos una consideración importante desde una perspectiva feminista, y es que el liderazgo de las mujeres en las búsquedas se explica porque éstas son entendidas como extensión del rol y las labores de cuidado que les asignan a las mujeres las tradiciones, cultura y costumbres tanto latinoamericanas como mexicanas.
Vivir bajo amenazas constantes
Sabemos que la búsqueda de personas es una actividad de alto riesgo en México, y los datos del informe lo comprueban. El 97 % de las mujeres entrevistadas declaró haber enfrentado violencias. El 45 % recibió amenazas verbales o por escrito; extorsiones, 39 %; ataques, 27 %; desplazamientos forzados, 27 %; secuestros, 6 %; tortura, 10 %, e incluso violencia sexual, desapariciones y asesinatos.
Entre febrero de 2011 y mayo de 2025, 30 personas buscadoras fueron asesinadas,16 eran mujeres. El año más letal para las mujeres buscadoras fue 2022, en el que se registraron seis asesinatos. Los estados con el registro más alto de éstos son Guanajuato, 3; Sinaloa, 2 y Sonora 2.
Las enfermedades que padecen las mujeres buscadoras, como consecuencia de la desaparición de un familiar, les causan un desgaste paulatino y constante en su salud. El 73 % de las mujeres entrevistadas padece depresión; insomnio, 72 %; deterioro de la salud, 70 %; miedo, 69 %; apatía, 68 %; pérdida de apetito, 67 %; ira, 65 %; accidentes durante la búsqueda, 23 %, y consumo problemático de sustancias, 13 %. La aparición de nuevas enfermedades es otro grave problema, así como el empeoramiento de condiciones previas.
Entre las enfermedades físicas que reportaron están: colitis, gastritis, diabetes, problemas de presión, hipertiroidismo, tumores, cáncer, problemas cardiacos, infecciones, problemas en los dientes, como el bruxismo, problemas de huesos, parálisis facial y desprendimiento de retina ocasionado por el llanto prolongado.
Deterioro económico y discriminación
La búsqueda de sus familiares les representa una erogación importante de recursos. Invierten en la compra de materiales y equipo, en combustible, transporte, trámites y diligencias, incluso algunas han debido pagar por fotocopias y pruebas de ADN.
La mayoría de las buscadoras son mujeres empobrecidas, que habitan en territorios periféricos o zonas rurales: 79 % obtienen una remuneración por el autoempleo como comerciantes; 8 % preparan comida en restaurantes o puestos de comida; 6 % se dedican al aseo y limpieza; el 3 % dijo que tiene dos o más trabajos para poder cumplir con las labores de búsqueda. Muchas de ellas son proveedoras, cuidadoras y buscadoras.
El informe cubre otras aristas. Revela cómo el racismo, el patriarcado y la discriminación obstaculizan el trabajo de las mujeres buscadoras. El 46 % de ellas dijeron haber sido discriminadas. Una de cada dos declaró que sufrió discriminación por género, situación económica, identidad étnico-racial, pertenencia a pueblos indígenas y por origen nacional o situación migratoria.
Una madre buscadora de Colima nos dijo: “no es lo mismo un rico que un pobre. Desapareció alguien con dinero y lo encontraron porque fue prioridad para la fiscalía, mientras que a mí ni siquiera me dan citas para buscar a mi hijo. Si no somos gente influyente, no nos buscan. Yo me pregunto si ese desaparecido vale más que mi hijo solo por tener dinero”.
El informe Desaparecer otra vez documenta también cinco casos paradigmáticos que ejemplifican las violencias y daños personales que viven las mujeres buscadoras.
Son los de Beatriz Zapoteco Neri, de la Sierra de Guerrero, quien busca a su esposo Santiago Tixteco Cosme; de María Isabel Cruz Bernal, de Sinaloa. Ella busca a su hijo, Yosimar García Cruz; de Araceli Rodríguez Nava, del Estado de México, quien busca a su hijo, Luis Ángel León Rodríguez; de Bibiana Mendoza y el Colectivo Hasta Encontrarte, de Guanajuato, quien busca a su hermano Manuel y otras personas desaparecidas en el estado, y el de Mary Elizabeth Martínez Castro, Doña Mary, mujer hondureña, quien busca a su hijo Marco Antonio Amador Martínez desaparecido en su tránsito a Estados Unidos, en el estado de Tamaulipas.
En el documento incluimos un total de 37 recomendaciones dirigidas a los congresos locales, al Senado de la República, a las comisiones de búsqueda, comisiones de víctimas, mecanismos de protección de personas defensoras de derechos humanos y periodistas, fiscalías, y al Mecanismo de Apoyo Exterior Mexicano de Búsqueda e Investigación (MAEBI), para que actúen en el ámbito de su competencia.
Llamado a la solidaridad con las mujeres buscadoras
Las personas lectoras pueden leer y compartir el informe que está publicado en nuestro sitio Web. Elaborar y dar a conocer este informe implica para Amnistía Internacional el fuerte compromiso de acompañar y sumar a miles, o millones de personas, a la exigencia de que el Estado mexicano proteja a las mujeres buscadoras.
No podemos permitir que buscar les arranque la vida, no podemos permitir que desaparezcan una y otra vez, por eso les invito a sumarse a la Petición en la que exigimos a las autoridades que reconozcan públicamente el derecho de las mujeres a buscar, que las reconozcan como defensoras de derechos humanos, que garanticen su seguridad y se investiguen y sancionen las violencias que se ejercen contra ellas, además de que les proporcionen atención médica y medidas de reparación integral, entre otros temas.
Comparto también la liga a la transmisión que hicimos el martes 8 de julio al presentar el informe en la CDMX. Ahí podrán atestiguar los testimonios de las mujeres buscadoras y del Director de Amnistía Internacional España, Esteban Beltrán, quien ha manifestado su solidaridad con la causa de estas mujeres.
El informe lo presentamos también en la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), el jueves 10 de julio, la pueden ver aquí. Para ello contamos con el apoyo del rector, Dr. Javier Saldaña Almazán –quien generosamente facilitó el Auditorio de Rectoría– y la participación de Abel Barrera Hernández, fundador del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan.
Mujeres propositivas ante la adversidad
En medio de las violencias y daños a su vida las mujeres buscadoras se han mantenido fuertes por sus propios medios y se debe reconocer que, con su intenso trabajo, han contribuido a la creación de leyes, marcos normativos, e instituciones especializadas en materia de desaparición como: la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) y las comisiones estatales; las Fiscalías de Investigación Especializadas federales y locales; el Protocolo Homologado de Búsqueda de Personas Desaparecidas y No Localizadas, así como la creación del Mecanismo Extraordinario de Identificación Forense, entre otras. Ese andamiaje institucional funciona con importantes debilidades que también detallamos en nuestro informe.
Imágenes de un encuentro
Luego de la presentación en la UAGro, las personas que integramos la delegación de Amnistía Internacional nos reunimos con colectivas de buscadoras en la Sierra de Guerrero, para entregarles el informe.
En los encuentros narraron cómo las autoridades les cobran todo: “las pruebas de ADN, las copias”. Para ellos, nos dijeron, “siempre es el dinero”. Con desesperanza describieron que no hay avances en sus denuncias, que “el gobierno no apoya”, que las autoridades las intimidan y que cuando éstas hacen búsquedas no acuden a lugares de difícil acceso. Preocupadas, detallaron que han encontrado 113 restos que no han podido ser identificados porque no les hacen la prueba de ADN.
Ellas viven con angustia, incertidumbre y preocupación. Incluso por momentos se quedaban con la mirada fija y triste. Sin embargo, no dejaron de expresar un deseo: “ojalá (las autoridades) se pusieran del lado de la persona para que haya más humanidad”; que en un momento sus casos sean “una pequeña espinita que le pique al gobierno mexicano”.
En uno de los encuentros sobresalió la imagen de una niña de unos 5 años que iluminaba un librillo mientras acompañaba a su madre, quien desde 2016 busca a su esposo. Cuántas niñas y niños más crecen así, acompañando a sus madres, a sus tías, a sus hermanas, en reuniones donde se habla de dolor y muerte. Esto pasa porque el Estado no ha desarrollado una política de cuidados para las infancias.
La desaparición de personas en México es un problema estructural muy grave, pero sobre todo es una herida que daña y duele a las familias que siguen preguntándose dónde están sus seres queridos. Desde Amnistía Internacional trabajaremos para que el gobierno cumpla con las recomendaciones incluidas en nuestro informe Desaparecer otra vez, que surgen precisamente de las voces de las mujeres que dieron su testimonio para integrarlo.
Seguiremos acompañando a las mujeres buscadoras en sus momentos de alegría y de dolor y apoyando la consigna que las ha impulsado por años: “¡sin las familias, no!”.