Las marcas imborrables

Rafael Cardona
Incapaz de recordarlo y codificarlo todo, la mente humana recurre –y con eso constituye la historia superficial– a los símbolos, signos o detalles de fácil memoria (anécdotas y asuntos sin aparente importancia sean ciertos medianamente claros y verídicos) para definir con ellos el rostro de una época o al menos de un período político.
A menudo esas referencias inolvidables dan al traste con las vanidosas intenciones de quienes desde el gobierno quieren dejar con su legado (palabra siempre recurrente en la megalomanía política) su huella, su herencia y su nombre.
Todos son Pericles en busca de su siglo y por lo general terminan dándole la razón a Flaubert, quien asegura: con nuestras palabras queremos conmover a los astros y terminamos dando el triste espectáculo de un oso bamboleante al ritmo de una cazuela y un cucharón.
La captura de Hernán Bermúdez no puede –ni debe– separarse de su pasado político. Y de los protectores de ese pasado, ahora desgraciados en el presente. Con límites, sí, pero sometidos al futuro escarnio de su mala fama.
Esa es otra prisión: el desprestigio, la murmuración, el te lo dije multiplicado en todos los mensajes celulares. No sólo por sus actividades presumiblemente delictivas. Por la aparente salvación de los protectores.
Miguel Alemán o Abelardo Rodríguez nunca fueron perseguidos judicialmente, pero la mancha sigue. Eso va a pasar ahora. La voz popular (así esté agradecida por sus pensiones) nunca olvida. Puede disimular por gratitud, pero masca de la corrupción.
Precisamente con esa marca original Don Hernán está hoy detenido. Su vida anterior al 13 de septiembre está soldada con la de Adán Augusto López y viceversa.
Por él fue designado, protegido y sostenido en dos gobiernos tabasqueños; por el actual coordinador del partido de López en el Senado, ex gobernador de Tabasco (donde operaba su propia mafia); secretario de Gobernación y precandidato presidencial y con él (y quizá con él), se hizo rico y poderoso jefe de la criminal Barredora.
Nunca podrá AAL quitarse esa piel de Nemea con la cual la historia lo ha envuelto. Y su jefe, tampoco.
Por eso al principio decía, hay cosas imborrables. Sea tal o no de esa manera simple, Nerón quemó Roma.
Cierto o no el “prian” existió y nos empobreció como pueblo, sea o no verdad, Díaz Ordaz era un criminal y Echeverría un genocida; Miguel Hidalgo nos dio la Independencia; los Niños Héroes salvaron a la patria, Peña inventó la “verdad Histórica”; Calderón se robó las elecciones, Bartlett tiró el sistema. Andrés Manuel se asoció con criminales. Todos esos son dogmas inapelables.
La izquierda, fabricante genial de frases para simplificarlo, hoy cae en una de esas simplezas: todo es culpa del pasado, más bien del antepasado, porque todo este desmadre de huachicol, barredoras, marinos ensuciados; gabinete con sospechosos y demás lindezas es cosa reciente. Pasado simple. Ayer.
A pesar de la cobertura, va a dar a la testa al fundador de la Iglesia Cuatroteísta gracias a una de sus frases imprudentes: cuando dijo furioso para culpar a los anteriores, todo negocio sucio se hace con el consentimiento del presidente de la República, firmó su anticipada confesión.
Especialmente si se trata de sus tabasqueños u otros colaboradores cercanos como Alfonso Romo en la jefatura del gabinete en el Palacio Nacional.
Por eso vale recordar el dicho del gobernador May cuando se le echó encima a “La barredora”:
“ ®.- En noviembre de 2024, el actual Gobernador de Tabasco, Javier May, señaló a Bermúdez Requena de encabezar a “La Barredora”.
“Nosotros nunca vamos a pactar con la delincuencia organizada. Va a haber cero impunidad (…) Entonces, creo que quienes estuvieron antes que nosotros tengamos que explicar todo esto”, dijo. Todos saben, aquí era vox populi quien comandaba ‘La Barredora’. ¿O no sabemos?“.
–¿Quiénes estuvieron antes que nosotros?
Bendito sea el mayestático plural.