Libertad de prensa en México, ¿un derecho en terapia intensiva?

Emilio Del Carmen López
La situación actual nos lleva, de forma ineludible, a plantear interrogantes cruciales en la esfera pública, ¿cómo se encuentra la libertad de prensa en México?, ¿las y los periodistas están satisfechos con las garantías que ofrece el Estado?, ¿nuestras leyes e instituciones realmente protegen el ejercicio del periodismo? Estas son, quizás, preguntas complejas que carecen de respuestas sencillas. Este texto, más que ofrecer certezas, busca trazar rutas de discusión que deben abordarse con una alta prioridad en la agenda pública.
En la actualidad, la organización Artículo 19 registra que en México, desde el año 2000 a julio de 2025, se han asesinado 174 periodistas. Además, la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión, señala que de 2010 a agosto de 2025, existen 1, 833 indagatorias iniciadas por diversas agresiones contra periodistas, cifras oficiales que han sido duramente criticadas por organizaciones de la sociedad civil, esto al subrepresentar el panorama de violencia focalizada contra la prensa.
Este es el horizonte, nada grato, nada de qué alegrarnos y sí mucho de qué preocuparnos. México es un país sumamente peligroso para ejercer el periodismo, así lo han expresado Naciones Unidas y la Comisión Interamericana para los Derechos Humanos. Ante ello, ¿qué hemos hecho? ¿Se ha actuado? ¿O ignoramos al dinosaurio en el jardín? Tal parece que durante años las respuestas institucionales han sido ignorar el problema, generar control de daños y minimizar la crisis. Se tapan los ojos mientras el incendio consume la casa.
Es importante enfatizar que la tragedia en materia de libertad de prensa lleva fraguándose por décadas y, más aún, registra síntomas de recrudecimiento. A pesar de ello, pareciera que como sociedad no hemos comprendido a cabalidad la enorme importancia del periodismo para nuestras vidas y un régimen político que atesore libertades y derechos, como es la democracia.
Sobre ello, ¿qué relación mantiene nuestra democracia y la libertad de prensa? La organización internacional Reporteros sin Fronteras (RSF) elabora la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa, en la que construye una métrica donde el 0 significa la peor libertad y 10 la mejor. Por su parte, The Economist desarrolla el Índice de Democracia donde el 0 es la ausencia total de democracia y 10 la mejor democracia.
Al relacionar estos elementos, México, para el año 2020 tenía una puntuación de 6.07, siendo una democracia defectuosa y con una libertad de prensa de 54.55, es decir, que reportaba una situación de difícil. Al explorar esta asociación, la posición del país respecto del mundo mostraba a una democracia mexicana que, aunque débil, manifestaba una situación de la libertad de prensa aún peor de lo esperado para su nivel de democracia (Véase gráfica 1).
Ahora, si hacemos esta misma comparación para el año 2024, la democracia mexicana tuvo un claro retroceso, al tener una puntuación de 5.32, haciendo que nuestro régimen político ya no sea considerado ni siquiera una democracia defectuosa, sino una forma de gobierno hibrida; es decir, un régimen con algunos rasgos democráticos y otros autoritarios que conviven de forma tensa. Por si fuera poco, la situación de la libertad de prensa también se deterioró con una calificación de 49.01. Lo que posiciona a México con una libertad de prensa más acorde a su tipo de gobierno (Véase gráfica 2).
En síntesis, para el año 2020 la situación de la libertad de prensa era atípica respecto de nuestro nivel de democracia. Para 2024, al deteriorarse el régimen democrático, nuestra situación de libertad de prensa, aunque en retroceso, es acorde con su debilitamiento democrático. Construimos un puente y al mismo tiempo lo vamos desarmando.
Por si fuera poco, al debilitamiento de los controles institucionales de la democracia, hoy se añaden otras formas de violencia contra la prensa, tales como el acoso judicial hacia periodistas, hostigamiento y violencia digital, estigmatización de comunicadorxs, así como leyes antiprensa en algunos estados. Lo que establece otras zonas de silencio que inclusive se trasladan a espacios digitales. Todo ello tiene una clara intención: monopolizar el debate y restringir la divergencia.
Como sociedad, debemos tener siempre presente que el periodismo libre es fundamental para fortalecer nuestro derecho a saber, además de que amplifica el debate democrático en la esfera pública y alerta sobre asuntos de interés colectivo como la impunidad, corrupción y criminalidad.