México sin su voto joven

Fernando Díaz Naranjo
La esperanza de México se apaga gradualmente. Quienes son los pilares para la construcción de nuestro futuro han perdido las ganas. Los jóvenes ya no están interesados en elegir a sus gobernantes, sus porcentajes de votación descienden en cada elección y las alarmas se encienden para que nos preguntemos, ¿qué aleja a los jóvenes mexicanos de las urnas?
De acuerdo con el Instituto Nacional Electoral (INE), 98 millones 422 mil ciudadanos habrían podido votar en las elecciones del pasado 2 de junio de 2024 en México. Entre ellos, 26 millones jóvenes de 18 a 29 años, lo cual hacía a este segmento de la población el más numeroso del listado nominal.
La votación total cuantificada fue de 60 millones 115 mil 184 votos, con una representación del 61.04% de participación de la ciudadanía inscrita en la Lista Nominal de Electores. Los grupos de edad de 19 a 39 años estuvieron por debajo del nivel de votación nacional.
Los niveles más bajos de participación que no alcanzaron por lo menos el 50.0% se ubicaron en los grupos de edad de 20 a 29 años. Tanto en 2018 como en 2024, se registraron porcentajes de participación ciudadana por debajo de los respectivos valores nacionales de votación. En este cuadrante, se encuentra el grupo de edad que va desde los 19 hasta los 39 años.
¿Por qué?
Los gobernantes no han encontrado la manera de dirigirse al público joven. Pese a que se adaptan a las nuevas plataformas tecnológicas y utilizan las redes sociales para su promoción, el mensaje que transmiten a través de ellas no cumple el objetivo de impactar la mentalidad de este sector de la población.
La falta de identidad que se tiene con los candidatos también influye, pues hace que los adultos jóvenes no se sientan representados en su totalidad. En las pasadas elecciones, la edad de las dos principales aspirantes a la presidencia era de poco más de 60 años. Esto genera que los jóvenes tengan que adaptarse a sus prioridades, pero ¿quién se adapta a las de ellos?
Se piensa que dar becas educativas y apoyar al deporte son la única ilusión de los jóvenes. Pero qué pasa con la seguridad, la violencia, la inflación, la salud… Por qué nadie habla de lo difícil que es hoy para un joven independizarse, valerse bajo sus propias condiciones a temprana edad. El gobierno no le da armas suficientes a las juventudes para enfrentar esa dura batalla, al contrario, muchas veces las quita.
La corrupción es sinónimo de gobierno mexicano, y es lamentable lo normalizado que lo tenemos. En los últimos 20 años, el panorama político ha estado marcado por la consolidación del sistema multipartidista que no ha hecho más que incumplir la mayoría de sus promesas. Los jóvenes han aprendido que las propuestas para “un México mejor” rara vez se materializan.
El desencanto de los jóvenes por la política es gracias a que decidieron dar una oportunidad y les fallaron. En la actualidad todo es inmediatez para ellos, o mínimo que se les demuestre que hay un proceso, algo que no ha sucedido. Ya no es fácil engañarlos, esta generación tiene a la mano suficientes plataformas con cifras e información.
Si realmente se quiere convencer a los jóvenes de que vuelvan a depositar su confianza, primero hay que conocerlos. Analizar sus verdaderas necesidades, apoyarlos en su desarrollo y formación; no dar por hecho que, sus prioridades, se limitan a lo que los adultos suponen.
Sería muy oportuno analizar en el marco de la reforma electoral, diversas alternativas para incentivar la participación de nuestras juventudes en los procesos electorales.