Vendrá el caos

Leonardo Kourchenko
La disruptiva y para algunos destructiva política arancelaria de Donald Trump provocará, como se ha anticipado ya, un desorden comercial, ruptura de líneas y tránsito de mercancías, erupciones inflacionarias difíciles de controlar, pérdida de empleo, proteccionismo generalizado, contracción del crecimiento, pánico en la inversión.
Es decir, en suma, un tsunami económico a la vuelta de la esquina.
Señales presentes: China congela sus inversiones en México, lo que resulta bastante obvio y lógico si las sanciones económicas americanas están destinadas a detener las mercancías chinas de acceder a su mercado. Primer golpe a la economía mexicana.
En el mejor de los escenarios, México logrará condiciones superiores a las de muchos otros países en el mundo. El gobierno no ha respondido con castigos y amenazas —como hicieron Canadá y China—, pero además tenemos los peligrosos y vitales instrumentos de la colaboración migratoria, además del combate contra el narcotráfico y su extensión exportadora al mercado estadounidense. Esos factores ayudarán. Pero habrá aranceles para México —no tenga usted duda— y en muy pocas horas observaremos la dimensión, profundidad, vigencia e impacto final en números y cifras.
Pero lo grave es el terremoto mundial. Trump pretende “vigorizar” la economía americana mediante el uso de amenazas, castigos, sanciones, bloqueos e impuestos a la economía del mundo. En su descabellada visión, piensa —lo dijo en el discurso frente al Congreso— que vendrá un pequeño “temporal”, pero después todo será mejor.
¿De qué tamaño será la tormenta? Europa se prepara para el peor escenario, según la señora Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, donde miles de mercancías —ya empezaron con los automóviles— tendrán un sobreprecio en Estados Unidos; por ende, su encarecimiento disminuirá o de plano eliminará su exportación a la Unión Americana.
Pero va mucho más allá. Además de los efectos inflacionarios globales, habrá pérdida de empleo.
¿Qué harán las plantas industriales cuando el volumen de su producción —parte del cual está destinado al mercado americano— ya no tenga demanda? Las fábricas y plantas en Europa y México despedirán a trabajadores. Y es ahí donde múltiples economistas coinciden: la imposición de su modelo fracasará, porque no podrá obligar a trabajadores americanos —en Detroit, por ejemplo— a que acepten salarios de 15 o 18 dólares la hora, porque ahora tienen jornadas de 35 o 40 dólares por hora.
La visión económica de Trump es nostálgica, como la de Putin en Rusia y el antiguo poderío soviético o la de Andrés Manuel en México imponiendo un modelo energético de hace 50 años.
No se puede dar vuelta en “U” a la historia. No es posible regresar a las condiciones de una economía manufacturera, con miles de fábricas, millones de empleos y una enorme producción. Los Estados Unidos de los años 50.
Simple y sencillamente porque hoy la economía gobernada por la tecnología y, en ese sentido, muy pronto por la Inteligencia Artificial, ha dejado de ser una economía manufacturera en los países de más elevado desarrollo económico (Estados Unidos, Japón, algunos europeos). Son economías de servicios, porque la manufactura, barata, con mano de obra a precios competitivos, la absorbieron economías en desarrollo. América Latina, India, China, etcétera.
El modelo de Trump es regresivo, porque pretende desconocer la integración de líneas productivas de forma especial con México por nuestra vecindad y el perfil de producciones integradas.
En el ínterin, habrá caos, rupturas comerciales, formación de bloques nuevos, alianzas geopolíticas y comerciales insospechadas. ¿Quién iba a suponer que el mejor amigo del presidente de Estados Unidos iba a ser el de Rusia? ¡Impensable! O que votaría junto con este y con Corea del Norte en la ONU.
La Guerra Comercial provocará caos, desempleo, inflación, volatilidad en los mercados, las bolsas y las monedas. Serán necesarios auténticos genios, mujeres y hombres de avanzada visión y creatividad para darle la vuelta al conflicto comercial, al consecuente aislacionismo, a las repercusiones que tendrá en la industria del turismo, aérea, hotelera, entre otras.
No pretendemos ser apocalípticos, pero en estos días aparece en el New York Times la referencia histórica a una ley proteccionista decretada por Estados Unidos hace 100 años, y entre otras repercusiones, tuvo el derrumbe de Wall Street y el inicio de la Gran Depresión de 1929.
Entonces, Mr. Trump juega con fuego al pretender cambiar las reglas del comercio mundial y regresar a un esquema de economía cerrada, protegida, aislada y que juegue con ventaja sobre las demás.