Seguridad energética, factor que define nuestro futuro

Raúl Asís Monforte González
En América Latina, hablar de seguridad energética ya no significa únicamente garantizar que las luces permanezcan encendidas o que la gasolina y el gas lleguen sin interrupciones. En 2025, el concepto ha evolucionado y se ha convertido en un factor que define nuestro futuro. Energía segura es aquella que no pone en riesgo el planeta, la salud de las personas ni la estabilidad de las comunidades. Es, en pocas palabras, energía limpia, accesible, asequible y resiliente.
La seguridad energética ya no es un tema técnico reservado a especialistas. Es un asunto que define la calidad de vida de millones y que marcará el rumbo económico, social y ambiental de nuestra región. Más aún, es un asunto que compromete directamente a los jóvenes, porque serán ellos quienes vivirán, para bien o para mal, las consecuencias de las decisiones que hoy tomemos.
Los desafíos son claros y urgentes. El primero es nuestra persistente dependencia de los combustibles fósiles, que todavía aportan más del 60 % de la energía primaria en la región. Este modelo nos expone a la volatilidad de precios, a tensiones geopolíticas y a impactos ambientales cada vez más severos. No se puede construir un futuro seguro sobre cimientos que se desmoronan a pedazos.
El segundo es la alarmante lentitud de los marcos regulatorios frente a la rapidez con la que avanza la innovación tecnológica. En muchos países, proyectos renovables viables y financiados tardan años en obtener permisos. La transición energética no puede ir a paso de burocracia cuando el cambio climático avanza a paso de emergencia.
El tercero es la brecha de acceso. Más de 16 millones de personas en América Latina y el Caribe siguen sin electricidad. Sin energía moderna no hay telemedicina, educación digital ni oportunidades económicas, y las desigualdades se perpetúan.
Pero junto a estos retos, la región cuenta con ventajas únicas. Pocas zonas del planeta tienen tanto sol, viento, agua y recursos geotérmicos como América Latina. Chile y México poseen algunos de los mejores niveles de radiación solar del mundo; Brasil y Uruguay son líderes regionales en energía eólica; Costa Rica y Paraguay muestran que es posible abastecerse mayoritariamente con energías limpias.
A esto se suma una ventaja demográfica estratégica. En un mundo que envejece, América Latina sigue siendo joven. Eso significa más manos, más ideas y más tiempo para innovar. Ya hay ejemplos inspiradores, comunidades que instalan microredes solares, estudiantes que diseñan turbinas eólicas de bajo costo, y redes regionales que comparten datos y soluciones para la eficiencia energética.
La energía segura no se construye únicamente con grandes plantas y marcos normativos sólidos. También requiere personas comprometidas que exijan políticas públicas claras y visionarias, personas que emprendan con impacto, que colaboren más allá de las fronteras y que aseguren que la transición energética sea justa, incluyendo a quienes hoy dependen de la industria fósil.
El futuro energético de América Latina aún no está escrito. Depende de la capacidad de nuestra generación, y especialmente de la de los jóvenes, para tomar decisiones valientes, inclusivas y visionarias. La seguridad energética no es un lujo, es la condición para tener un futuro seguro, ya que es un factor que tiene la capacidad de definirlo.