Aves carroñeras, transferencias y prestigios

Rafael Cardona

En los muchos años de observación política, treinta o algo así, seguí casi cotidianamente, entre otros fenómenos de profunda trascendencia, el ascenso al poder de Andrés López. Jamás le tuve confianza, pero nunca negué su apabullante habilidad para la agitación social y la maniobra.

Sin embargo, un día lo vi tropezar de manera incomprensible.

Se debatían los temas relacionados con la Ciencia (así con Mayúscula) y la persecución emprendida por la delirante señora Álvarez Buylla desde el Conacyt.

Con ese marco apareció el tuit (todavía se llamaban así) de un fantasmagórico señor Aldrete quien, sin mencionarla textualmente, cubrió con excrementicio lenguaje a la esposa del presidente, lo cual resultaba sucio, bajo e indigno de atención.

Pero Andrés, furioso, sin reflexión alguna, sin confirmación, contestó con virulencia un mensaje destinado a nadie, pues en ese tuit no se señalaba por su nombre ni a su esposa ni a ninguna otra persona.

Sólo se asumía una identidad con el mote lejano de “Zopilota” a una innominada pseudo escritora.

El efecto de la rabieta, con todo, y la instrucción de colocar el tuit en la escena mañanera, es decir, volcar la bacinica encima de la mesa y darle a la suciedad soez atención de Estado, fue absolutamente adverso.

Quienes no sabían del asunto se enteraron y no se quedaron con la respuesta, sino con la catarata coprolálica, pues el mote zopilotero –comenzaron a decir– se remontaba a los tiempos previos a la viudez del expresidente y la paciente espera femenina del cambio de estado civil del señor Andrés.

Hoy la señora Beatriz Gutiérrez –distante de su esposo—, es blanco de críticas por su extrema capacidad de ser incongruente, tanta como sus posibilidades económicas para vivir donde viven algunos magnates en la Hispania Fecunda, ya sean naturales o extranjeros. No importa. Para vivir en “La Moraleja” se debe ser muy rico o muy “inmoralejo”.

En aquella ocasión Don Andrés dijo una de sus más memorables gansadas:

“…“Como siempre hemos salido de la calumnia ilesa (ándale Díaz Mirón) y tenemos tranquilidad en nuestra conciencia, pues lo podemos poner (el tuit infame e infamante).

“…Pero esto es para que entre todos analicemos el grado de descomposición al que nos llevaron con la política de pillaje, de corrupción, en donde lo más importante era triunfar a toda costa, sin escrúpulos morales de ninguna índole.

“Entonces, cambiar este régimen de corrupción, de injusticias, de privilegios, pues lleva a todo esto, a insultos…”

Yo ignoro si esta elocuente autodefensa podría repetirse letra por letra frente a los hechos, no insultos, de hoy.

La opulencia, la incongruencia de transterrarse a la tierra de dónde vino el salvajismo colonial sin arrepentimiento ni disculpa por lo visto, y el “nuevorriquismo” hispanófilo de última hora, no son calumnias, son actos visibles.

¿No podría el joven heredero estudiar en la Universidad de la Ciudad de México, construida por su padre con tanto empeño y visión hasta lograr una institución educativa con el mismo o mayor prestigio que “La Docta” madrileña? Al parecer no.

Para su formación académica (con beca o sin ella), resulta más conveniente para el jóven Jesús Ernesto, la Universidad Complutense de Madrid, a pesar del eco lejano de las espuelas de Fernando VII.

Hoy releo fragmentos del “Feminismo silencioso” de doña Beatriz y nuevamente el pasmo me abruma.

“…El fenómeno de la transferencia de la fama, del honor y de la reputación es muy común en la política, en las esferas del poder, en los medios de comunicación, pero no tiene lógica alguna…

“…Se montan todo tipo de elogios, maldiciones, desprestigios, favores, milagros, ocurrencias, enigmas, pecados, vítores, complacencias, aplausos, y un sinfín de energías fuera de su persona real”.

En estas condiciones nos podríamos preguntar:

¿Ahora quién le transfiere a quién las murmuraciones y befas sobre el honor, la reputación y todo eso; él a ella o ella a él?

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