Maestros en la cuerda floja: la precarización que mata la educación en México

Karina Álvarez

En México se discuten los libros de texto, los nuevos planes de estudio y hasta la inteligencia artificial en las aulas. Pero nadie quiere hablar del elefante en el salón: la precarización del magisterio. Sin maestros suficientes, con salarios justos y condiciones dignas, cualquier reforma educativa es un espejismo.

La Secretaría de Educación Pública reconoció en 2023 que faltan al menos 200 mil docentes en el sistema básico. Esto significa aulas saturadas, niños que pasan ciclos enteros sin profesor de matemáticas o inglés, y directores improvisando para cubrir huecos con personal sin perfil profesional. El discurso oficial habla de transformación, pero en los hechos hay un vacío docente que crece cada año.

¿Por qué? Porque cada vez menos jóvenes quieren ser maestros. La ANUIES documenta una caída del 31% en la matrícula de las escuelas normales entre 2013 y 2022. Ser docente ya no es sinónimo de movilidad social, sino de incertidumbre económica. El salario inicial de un maestro de primaria ronda los 9 mil pesos mensuales, y aunque en 2023 se anunció un ajuste para que nadie gane menos de 16 mil, el beneficio fue parcial y dejó fuera a miles de profesores estatales.

Como si fuera poco, en estados como Oaxaca, Guerrero, Chiapas o Michoacán, los retrasos en el pago de nómina alcanzan hasta tres meses, según la Auditoría Superior de la Federación. ¿Qué calidad educativa puede ofrecer un maestro que tiene que endeudarse para sobrevivir mientras espera que su salario llegue?

La comparación internacional es brutal: la OCDE reporta que, en promedio, los docentes de sus países miembros ganan el doble del PIB per cápita. En México, los maestros apenas alcanzan el 80% del PIB per cápita. Así, mientras el mundo compite por atraer a los mejores talentos al magisterio, aquí se empuja a los futuros profesores a buscar cualquier otra alternativa laboral.

Y hay un dato que debería encender todas las alarmas: el 35% de los maestros en educación básica tiene 50 años o más (INEGI). En una década veremos jubilaciones masivas y muy pocas nuevas generaciones dispuestas a ocupar su lugar. El país se acerca a una tormenta perfecta: menos maestros, peor pagados y con aulas cada vez más demandantes.

La precarización docente no es un tema laboral: es un ataque directo al derecho a la educación de millones de niños y jóvenes. La paradoja es obscena: el Estado exige excelencia educativa mientras condena a sus maestros a la inestabilidad, la sobrecarga y el desprestigio social.

Si México quiere hablar en serio de transformación educativa, tiene que empezar por lo obvio: dignificar la docencia. Y eso pasa por tres decisiones urgentes: garantizar pago puntual y homologado en todo el país, elevar los salarios iniciales por encima de la media nacional para volver atractiva la carrera, y establecer un programa nacional de relevo generacional que incentive a los jóvenes a elegir las normales con becas, formación de calidad y certeza laboral.

Todo lo demás -planes, libros, discursos-, será accesorio. Sin maestros en las aulas, no habrá futuro.

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