El soberbio y extraviado Trump no respeta treguas arancelarias

Martín Esparza

Bajo el argumento de volver a hacer de Estados Unidos el país más rico, Donald Trump ha comenzado a tomar decisiones unilaterales y contrarias al derecho internacional. Son la prueba palpable de que difícilmente se podrán alcanzar acuerdos razonables con un presidente, quien busca imponer por la fuerza lo que no le faculta la razón.

Ante esto, a los socios comerciales no les está quedando otro camino que responder en igual sentido. Como se ha visto, el primer mandatario estadunidense aplicará de manera selectiva su política arancelaria, la cual crea situaciones de conflicto donde no existen, con el propósito de justificar sus imposiciones.

Los aranceles al aluminio y al acero son el principio de lo que está por venir. Parece que integrantes de su gabinete, como Elon Musk, padecen el mismo síndrome por el poder económico, que los obliga a dejar de lado los intereses de millones de ciudadanos ante su obsesión por las ganancias.

El Plan México, el cual ha sido planteado como una vía alterna para enfrentar a los peores pronósticos en materia comercial, debe conllevar, como lo hemos comentado en anteriores entregas, en la búsqueda de nuevos modelos de producción que tiendan a fortalecer la economía nacional.

Ahora más que nunca está claro que el neoliberalismo se convirtió en el lastre del desarrollo nacional. También, es el verdugo de los diversos sectores de la producción, tanto en el ramo agrícola como industrial.

Desde la entrada del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en el gobierno de Carlos Salinas, el país inició un franco retroceso. México debe comenzar a buscar rutas de escape a la brevedad.

Nuestro país se volvió un paraíso de la maquila; sobre todo en las fronteras, donde la mano de obra barata y la explotación laboral, mayoritariamente de mujeres, sirvió para que empresas tecnológicas, en especial las transnacionales, obtuvieran jugosas ganancias por décadas.

Con la política de desmantelamiento de las empresas públicas, México comenzó a fracturarse en su soberanía económica, energética y alimentaria. El sector agrícola no pudo competir ante los productores estadunidenses, quienes gozaban de apoyos y subsidios económicos.

Y, ante el compromiso comercial de adquirir sus granos, ocurrió que nuestro país pasó a ser el importador número uno de maíz, sobre todo de Estados Unidos, al paso de los años. A pesar de que México es el primer productor de dicha planta a nivel mundial.

Al derrumbarse la producción agrícola en diversas entidades, a los agobiados pequeños productores no les quedó otra salida que emigrar a Estados Unidos. Paradójicamente, para hacer producir al agro de un competidor desleal.

Uno de los efectos directos de la expulsión de mano de obra del TLCAN es evidente en los casi 20 millones de mexicanos migrantes en el país vecino. Los gobiernos neoliberales estuvieron conscientes de la devastación social en el medio rural que trajo consigo el desventajoso acuerdo comercial. Sin embargo, desde Miguel de la Madrid hasta Peña Nieto, no hicieron nada para remediarlo.

En el devenir de saldos en contra para México, ahora se nos ha impuesto la importación de maíz transgénico. Esto, además de acrecentar nuestra dependencia alimentaria, pone en riesgo a las especies nativas, las cuales datan de hace cientos de años.

La difícil ecuación a la que debe hacer frente nuestro país es que, de parte de los gobernantes tecnócratas del PRIANISMO, nunca hubo el menor interés por impulsar un modelo económico, el cual priorizara una industria fuerte y rescatara al agro de su postración.

En el colmo de los absurdos, a pesar de ser un país petrolero, México terminó importando fertilizantes y gasolinas, aun cuando producía sus propios productos en sus plantas estatales.

El tema fundamental es que ya no podemos seguir dependiendo de socios comerciales. Éstos se han llevado la mayor rebanada del pastel; por ejemplo, muchas de las empresas mineras en suelo nacional son de origen canadiense.

Los presidentes neoliberales les permitieron extraer valiosos metales, como el oro y la plata. Al mismo tiempo, les permitieron pagar migajas de impuestos que compensan en nada el despojo y la contaminación de vastos territorios.

Se había planteado una prórroga de un mes para analizar los temas tanto comerciales, seguridad como de migración. Sin embargo, es casi imposible alcanzar un acuerdo razonable con un enloquecido y soberbio presidente, que no conoce el valor de la palabra y menos de la seriedad de la diplomacia.

China, el gigante asiático, ya respondió a Trump imponiendo aranceles de 10 a 15 por ciento a productos de Estados Unidos, como el gas natural licuado, carbón, petróleo crudo, maquinaria agrícola y piezas de automóviles, con un costo de 14 mil millones de dólares.

La ruta parece que será la misma. Tarde o temprano, de seguir el mismo nivel de tozudez de Trump, a México no le quedará más que aplicar la misma dosis arancelaria. El actual momento coyuntural, empero, debe servir para que se establezcan foros de análisis bilaterales o trilaterales, con el objetivo de explicara los ciudadanos cuáles son las realidades que privan en temas, como el tráfico de fentanilo y las muertes por sobredosis entre los adictos estadunidenses.

Como diversos expertos han señalado, el asunto no implica sólo a los cárteles de la droga en el país, sino a los que existen en el territorio estadunidense, los cuales tienen décadas de operar sin ser desmantelados.

Estados Unidos habla del crecimiento exponencial del crimen organizado en México. Sin embargo, debe ser claro en cuanto a que sus armería y sus propias aduanas han incurrido en delito de tráfico ilegal de armas de alto poder y letalidad, las cuales deberían estar prohibidas, pues nada le piden a las del ejército estadunidense.

Las adicciones son un problema social de grandes dimensiones. Seguramente, los políticos estadunidense, que no comulgan con el radicalismo de Trump, se están preguntando si el huésped de la Casa Blanca ha dimensionado las consecuencias de dejar sin sus dosis habituales a los millones de adictos.

En repetidas ocasiones, los medios han dado cuenta de masacres perpetradas por ciudadanos perturbados; muchos de ellos adictos a algún tipo de droga. Dejar a estos ejércitos de consumidores en estado de constante abstinencia puede ser un riesgo letal para la sociedad estadunidense.

México tiene muchas razones y argumentos para echar abajo los sofismas de Trump y su gabinete, pero será de esperarse que a la agresión arancelaria se podrá recurrir con una respuesta similar, si es que el diálogo no hace entrar en razón a un político que apunta a dictador.

Martín Esparza*

*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas

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