Marcos´fashion a 30 años del EZLN
Edgardo Bermejo Mora
Tenía 26 años y vivía temporalmente en un pueblo de Valencia en España, cuando me enteré de la revuelta zapatista en Chiapas en los primeros días de enero de 1994. En los siguientes meses fui testigo del furor que la aparición del EZLN -y sobre todo el protagonismo elocuente del Subcomandante Marcos- causó entre un sector de la izquierda europea, por ese entonces cabizbaja, pesimista, y carente de referentes simbólicos de peso desde que un lustro atrás cayera el muro de Berlín. Un nuevo Che Guevara del sur global se apresuró a crecer en su imaginario justiciero, postcolonial, culpígeno y romántico.
Marcos aparecía una y otra vez en las portadas de los principales diarios europeos y de sus revistas más emblemáticas. Rápidamente se organizaron grupo de solidaridad con el EZLN en Madrid, en Paris, en Barcelona, en Roma, en Berlín, ciudades que recorrí mochila al hombro en los primeros meses de 1994. Las mujeres lo adoraban, los intelectuales se sorprendían con la prosa original de este nuevo guerrillero ilustrado, un poeta insurrecto a caballo entre Noam Chomsky, Immanuel Wallerstein, Mario Benedetti y Eduardo Galeano. A todos ellos les sedujo -en términos ideológicos, pero también desde una suerte de erótica post revolucionaria- la figura del hombre blanco que se apartó de la grey dominante para buscar la verdad de los pueblos en las montañas de la desigualdad histórica, un nuevo asceta libertador, un San Jerónimo encapuchado para el nuevo milenio que se avecinaba. Mitad Fray Bartolomé de las casas, mitad Emiliano Zapata, y una pizca de Carlos Monsiváis.
En las universidades de las ciudades que visité se pegaban carteles con la imagen del Subcomandante, se repartían volantes con la foto del encapuchado a caballo, se organizaban conciertos y veladas culturales. Advertí entonces que el levantamiento zapatista sacudió las conciencias y renovó las esperanzas de la izquierda europea, y especialmente de los jóvenes de mi generación, que imaginaban a México no como un país moderno y cosmopolita que transitaba a trompicones a la democracia, sino como una dictadura bananera y genocida que asesinaba o encarcelaba a sus oponentes.
De regreso en México, al año siguiente escribí un breve relato con base en esa experiencia y lo publiqué en el semanario Etcétera dirigido por Raúl Trejo Delarbre. En mi relato se me ocurrió cruzar dos fenómenos culturales y mediáticos del momento: la publicidad alternativa que el italiano Oliviero Toscani diseñaba para la firma global de ropa Benetton, primera de su tipo que para vender sus productos acudía a la agenda social del planeta -el SIDA, la libertad de credos, la diversidad sexual, el racismo, la depredación ambiental, etc.- y el surgimiento de un nuevo icono mundial de la rebeldía social y la insumisión política, representado por el sub Marcos y los indígenas de Chiapas.
Sin pensármelo del todo -con menos entarimado teórico que intuición de simple lector de la realidad- imaginé que en el siglo que terminaba, huérfano de los viejos referentes ideológicos de la Guerra Fría, desde aquel triunfalismo Occidental que sembró Fukuyama y su anunció del “fin de la historia”, el capitalismo y el mercado –esos dos villanos que ahora gozaban de plena salud y una nueva legitimidad post soviética- terminarían por devorarlo todo y por absorber y adoptar como propias aquellas expresiones aparentemente anti sistémicas, entre ellas la de los exóticos, extemporáneos, trasnochados, necios y por lo mismo admirables guerrilleros zapatistas.
Con esos elementos a la mesa tracé el resto de la trama: la firma Benetton, representante de una nueva mercadotecnia con “vocación social”, buscaría al subcomandante Marcos para invitarlo a ser parte de una de sus campañas innovadoras y desafiantes del viejo establishment. Marcos, a regañadientes, pero pragmático a cuál más, aceptaría la invitación.
Ese primer relato lo amplié meses más tarde para componer una novela corta que poco después ganó un certamen de novela política convocado por la Universidad de Guadalajara, lo cual abrió el camino para su publicación en 1996, a cargo de la editorial Océano, con el título “Marcos´ Fashion, o de cómo sobrevivir al derrumbe de las ideologías sin perder el estilo”.
Poco antes de que el libro se publicara una nota en la sección cultural del periódico Reforma me demostró que la realidad siempre termina por superar a la imaginación. Aquella nota daba cuenta de que Oliviero Toscani -en la realidad y no en el esperpéntico pantano de mi ficción- había buscado a Marcos para proponerle participar en una de sus campañas. Casi no podía creer lo que estaba leyendo. Su descubrimiento no hizo sino ratificar las palabras de Umberto Eco que había escogido como epígrafe de la novela: “La parodia nunca debe temer a la exageración. Si da en el blanco, no hará otra cosa que pronosticar algo que después otros harán sin reír –y sin sonrojarse- con firme y viril seriedad”.
La novela acabó siendo la primera fabulación literaria sobre el movimiento zapatista en Chiapas. Con los años me sorprendió verla como material de lectura en cursos sobre historia contemporánea de América Latina o sobre estudios culturales en universidades de Estados Unidos y Europa, también se le ha citado en tesis y otros estudios académicos. Mi querido amigo, el escritor Pablo Raphael, la mencionó en un libro de ensayos publicado por Anagrama como la novela que inauguró en términos culturales a nuestra generación de escritores mexicanos de fin de siglo. Y a pesar de que se le sigue leyendo y se encuentra en el catálogo de muchas bibliotecas universitarias, no se ha reeditado hasta ahora.