Chiapas, sin el EZLN; el  último adiós de Marcos

Carlos Ramírez

El largo aislamiento desde la aprobación de la ley indígena en 2001 a la celebración de los 30 del alzamiento guerrillero del 1 de enero de 1994 pareció tiempo perdido para el subcomandante insurgente Marcos, luego Galeano y ahora ascendido a capitán Marcos. La ceremonia del EZLN de 30 años de aquel acontecimiento mostró a una organización estancada en los tiempos conflictivos del 94.

La sociedad mexicana que sigue viendo con simpatía al grupo zapatista se quedó esperando una especie de informe político real sobre la percepción guerrillera respecto de la realidad y la urgencia de nuevas tesis de interpretación de la realidad política para una organización que ya no es guerrillera, que tiene armas que no puede usar, que se ha aislado en la selva chiapaneca y que no está interesada en participar en la reconfiguración de México.

Marcos tenía ante sí la gran oportunidad de un replanteamiento ideológico y organizativo en uno de los espacios políticos hasta ahora descuidado: la verdadera izquierda socialista y marxista que aún desde la clandestinidad del pasado representó un punto de equilibrio para impedir la priización de las corrientes ideológicas de pensamiento antisistémico y de lucha de clases. El lopezobradorismo ha quedado en un espacio político, económico y social más cargado al neoliberalismo que al progresismo.

La persistencia del capitán Marcos de mantener la sigla de EZLN pudiera parecer no sólo un capricho, sino una decisión estratégica sobre su percepción resquebrajada de la realidad mexicana: sólo una guerrilla, pudiera ser el mensaje interpretado, sería capaz de modificar las estructuras políticas del priismo como régimen vigente, pero con indicios de que el EZLN no sería esa columna de activismo revolucionario. La sociedad política mexicana se quedó esperando un posicionamiento mucho más claro que la vieja retórica treintañera del capitán Moisés, una de las figuras sobrevivientes de la antigua elite zapatista chiapaneca.

De igual manera, la sociedad mexicana se quedó aguardando un razonamiento teórico y dialéctico de la percepción del zapatismo sobre el proceso electoral mexicano de junio próximo, sobre todo por la polarización dentro de las reglas e ideas del viejo régimen priista entre un panismo que ya absorbió al PRI neoliberal salinista y un lopezobradorismo que bien pudiera comenzar a ser percibido como un tecno-populismo dentro de las reglas estrictas de la estabilidad macroeconómica del neoliberalismo clásico del Fondo Monetario Internacional.

De manera paradójica, el EZLN irrumpió en la vida nacional el 1 de enero de 1994 con un confuso lenguaje entre marxista e indigenista, pero con la intención de que el México originario no quería una globalización como la que ofreció y cumplió el Tratado de Comercio Libre del presidente Carlos Salinas de Gortari. En 30 años los sectores opositores han carecido del talento político y estratégico para proponer una opción al modelo de mercado del Tratado o cuando menos algunas correcciones que pudieran ayudar a la construcción de una nueva planta productiva con capacidad mexicana.

La dirección política del EZLN celebró los 30 años del alzamiento sin dar una explicación teórica de su percepción sobre lo ocurrido en México en tres décadas de desarrollo económico con determinados efectos sociales y políticos, pero sobre todo con las evidencias claras de que el camino del comercio exterior multiplicado por 10 no modificó la estructura social y de clases ni el pensamiento político mexicano: el saldo de 30 años de Tratado refiere que sólo el 20% de la población mexicana vive en un bienestar sin ninguna restricción social, en tanto que el 80% restante carece de algún bienestar social.

La mayoría de los trabajadores mexicanos recibe entre uno y tres salarios mínimos, la economía informal es mayor a la economía formal, el sistema educativo y tecnológico ha sido incapaz de preparar nuevos recursos humanos para ir generando desarrollo nacional propio y el narcotráfico y otros grupos del crimen organizado han sustituido la autoridad del Estado nacional en la República.

No puede decirse que la celebración de los 30 años del EZLN haya sido una decepción, porque prácticamente en los últimos 20 ese grupo –una guerrilla sin guerrilleros ni guerrilla– dejó pasivamente que la delincuencia, la desorganización social, la desarticulación indígena y el fracaso de los municipios autónomos tomarán el control del territorio zapatista.

En ese contexto, la celebración zapatista puede ser asumida como un adiós al EZLN.

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