IMSS-Bienestar: un nuevo modelo de salud para el bienestar de México
Pedro Zenteno
Por décadas, el sistema de salud mexicano sufrió una profunda fragmentación e inequidad. Se construyó un mosaico de subsistemas separados: instituciones como el IMSS, ISSSTE, los servicios estatales de salud y esquemas como el Seguro Popular operaban sin coordinación real entre sí. Esto resultó en duplicidades, brechas de cobertura y trámites engorrosos para los pacientes. La atención médica que recibía una persona dependía más de su condición laboral o capacidad de pago que de sus necesidades de salud. Prueba de ello es que, según un estudio de la CEPAL, 7 de cada 10 pesos gastados en salud salían del bolsillo de las familias –un gasto de bolsillo altísimo y desigual, consecuencia directa de la “fragmentación y mercantilización” impulsada en el periodo 2000-2017-. En otras palabras, durante los gobiernos del PRI y el PAN, la atención dependía de cuánto podía pagar cada quien, dejando desprotegidos a millones de mexicanos.
El resultado fue un sistema público debilitado: presupuestos insuficientes, infraestructura abandonada y desabasto crónico de medicamentos. No es casualidad que 317 clínicas y hospitales quedaran inconclusos a lo largo del país –verdaderos elefantes blancos heredados al actual gobierno (3 sin terminar desde el sexenio de Fox, 118 de Calderón y 196 de Peña Nieto)-. Esa ineficiencia y mal manejo representaron no sólo recursos tirados, sino oportunidades de atención médica pérdidas para miles de comunidades.
Frente a este panorama de fragmentación e injusticia, el Gobierno de la Cuarta Transformación emprendió una reforma profunda con un principio fundamental: la salud es un derecho humano universal y una responsabilidad del Estado. Esta visión coloca la vida y el bienestar de las personas por encima del lucro. Desde 1978 la Organización Mundial de la Salud venía advirtiendo la necesidad de integrar un sistema único que diera prioridad a la prevención y la atención primaria. Lamentablemente, México postergó esa tarea por décadas. Hoy, por fin, estamos retomando ese camino con la creación del Sistema Nacional de Salud para el Bienestar, teniendo como eje al nuevo organismo público descentralizado IMSS-Bienestar. Esta institución ha absorbido hospitales y centros de salud estatales, unificando los servicios en casi todo el país bajo un solo modelo público. El objetivo es claro: garantizar atención médica gratuita, universal y de calidad a toda persona que lo necesite, especialmente a quienes carecían de seguridad social.
El nuevo modelo IMSS-Bienestar marca un cambio de paradigma. Por un lado, elimina la fragmentación al coordinar esfuerzos federales, estatales y locales en una sola red de servicios. Por otro lado, rompe con la lógica mercantil: aquí nadie paga por recibir atención médica, ni por medicamentos ni estudios; el financiamiento proviene del Estado, porque la salud de la población se asume como una inversión social prioritaria. De hecho, la salud se ha convertido en un rubro central del presupuesto nacional. En la práctica, IMSS-Bienestar ya atiende gratuitamente a más de 52 millones de personas -aproximadamente el 80% de la población antes no cubierta por la seguridad social- a través de una red de casi 12 mil clínicas y 669 hospitales en 28 estados del país. Nunca antes México había logrado una cobertura pública de salud de tal magnitud.
A diferencia del modelo anterior, centrado casi exclusivamente en curar enfermedades una vez que aparecían, IMSS-Bienestar pone énfasis en prevenir. Esto implica campañas de vacunación efectivas, detección temprana de padecimientos crónicos y promoción de hábitos saludables en las comunidades. La premisa es simple: prevenir es mejor que curar. Un sistema basado en la atención primaria resuelve el 80% de los problemas de salud antes de que se agraven, mejorando la calidad de vida y reduciendo costos a largo plazo. Este giro preventivo atiende recomendaciones internacionales y corrige la miopía de las antiguas políticas de salud.
Todas las personas, sin importar su condición laboral o nivel socioeconómico, tienen derecho a atención médica integral sin costo en el punto de servicio. Esto corrige la injusticia histórica de un sistema en el que sólo algunos tenían atención garantizada mientras otros debían endeudarse para ser atendidos. Hoy, con IMSS-Bienestar, la promesa de “salud para todos” comienza a ser una realidad palpable. La gratuidad en la prestación de servicios y medicamentos es un componente esencial: nadie debe verse obligado a elegir entre su salud o su economía familiar. Se está construyendo así un piso parejo en el acceso a la salud, cumpliendo el mandato constitucional de que la protección de la salud es un derecho del pueblo mexicano.
La integración de los servicios bajo una sola institución elimina barreras burocráticas y desperdicios de recursos. Ahora los hospitales y centros de salud transferidos a IMSS-Bienestar operan con estándares homogéneos, una misma planeación y una bolsa de recursos común. Esto facilita, por ejemplo, la referencia de un paciente desde una clínica rural a un hospital de especialidad sin tantos trámites ni diferencias de derechohabiencia. También permite una compra consolidada de insumos médicos a gran escala, logrando economías y combatiendo la corrupción en las adquisiciones. Gracias a ello, el desabasto crónico de medicamentos se está resolviendo: hoy el IMSS surte más del 97% de las recetas que emite, el ISSSTE alcanza 97.5%, y IMSS-Bienestar reporta abastecimiento superior al 92% en medicamentos, incluso oncológicos (clave para pacientes con cáncer). Esto representa un cambio enorme respecto a los años en que los pacientes debían peregrinar de farmacia en farmacia o pagar de su bolsillo medicinas que el Estado no proveía.
El nacimiento de IMSS-Bienestar representa un nuevo pacto social: asumir a la salud como una prioridad nacional y un derecho pleno, no como privilegio ni mercancía. Tras décadas de desmantelamiento neoliberal, estamos reconstruyendo un sistema público con visión humanista, donde lo más importante es la vida y el bienestar de las personas. Queda camino por andar, desde luego. Los retos de un sistema de salud universal son significativos: necesitamos seguir mejorando la calidad del servicio, reducir tiempos de espera y abatir las desigualdades regionales. La crítica constructiva es bienvenida, pero debe reconocerse el avance estructural logrado en pocos años.
Hoy podemos decir que México está dejando atrás el vergonzoso legado de la fragmentación y la indiferencia gubernamental ante la salud. IMSS-Bienestar simboliza esa transformación: un sistema coordinado, preventivo, gratuito y eficaz al servicio del pueblo. La salud, entendida como derecho humano, se está haciendo valer en la práctica. Nuestra obligación desde el Estado es consolidar este modelo, mantener el presupuesto en ascenso y no dar marcha atrás. La meta es ambiciosa pero imprescindible: garantizar salud para todas y todos los mexicanos, sin excepciones. Con compromiso social, planificación inteligente y transparencia, haremos del derecho a la salud una realidad cotidiana y tangible en cada hogar de México. Esa es la esencia del nuevo modelo IMSS-Bienestar y de la cuarta transformación en el sector: poner el poder del Estado al servicio del bienestar de la gente.
