De la amenaza de represalias al delirio de la grandeza imperial de Trump
Ismael Jiménez
El movimiento de fichas en el tablero de la geopolítica global no dejó de moverse durante las dos últimas semanas de 2025, en plena navidad, Estados Unidos bombardeó Nigeria bajo la bandera de asestar un golpe al grupo islámico ISIS, la justificación según la orden emitida por Donald Trump fue en represalia a la persecución y ataque de ese grupo a la población cristiana del país africano.
Cinco días antes, Estados Unidos bombardeó en Siria los centros de operación del Estado Islámico. En ambos casos, el foco de “interés” de la unión americana, cambió de la noche a la mañana de perseguir “narcotraficantes en el Caribe” a bombardear sin previo aviso dos países en los que, según la inteligencia estadounidense, operan los grupos islámicos.
Así que de la noche a la mañana, la mira se alejó, al menos por el momento, de Venezuela, país que algunos opinadores ya salivaban lo que llamaban el inminente bombardeo estadounidense al país caribeño, pero ¿por qué cambió de pronto el “centro estratégico” del gobierno de Trump para volver a recurrir a la vieja fórmula de salvar al mundo del terrorismo islámico?
En principio, la revisión de la corte internacional sobre los posibles homicidios de lesa humanidad por los más de 20 muertos por los bombardeos a las llamadas “narco lanchas” de Venezuela, sigue en curso, mientras que los apoyos militares de Rusia y China al gobierno de Maduro, al menos en el discurso, contuvieron la posible intervención militar en el país Sudamericano.
El segundo factor que influyó en el cambio de prioridad militar para Donald Trump sigue siendo el inconcluso acuerdo de Paz en Ucrania, de hecho, el 27 de diciembre, Zelensky y Trump tuvieron su última reunión del año con el objetivo de tratar las condiciones para detener la guerra con Rusia. Pero quizás el factor de mayor peso para cambiar el foco del interés bélico de Trump en el Caribe hacia el mundo islámico, tiene que ver con que los países bombardeados, viven un contexto interno convulso que garantiza un acceso menos complicado a sus recursos naturales y con gobiernos en apariencia, aliados a Estados Unidos, pues los informes militares señalan que en ambos casos, los gobiernos de Siria y Nigeria, dieron luz verde a los ataques lanzados por el ejército estadounidense.

Pero hay más, con estos ataques Donald Trump intenta lanzar un mensaje de liderazgo mundial luego de que en Ucrania han perdido ya la guerra y en Taiwán, los ejercicios militares de China continúan subiendo de nivel cada día, ambos hechos, han sido determinantes para opacar el otrora liderazgo militar de Estados Unidos quien además, al menos en el terreno de las declaraciones, se encuentra enfrentando con la Unión Europea, escenario que le está restando influencia en el concierto global, razón por la cual, bombardear “estratégicamente” al terrorismo islámico, le permite mantener al menos una carta para jugar en la mesa de la geopolítica mundial.
Y no es para menos, Nigeria posee las mayores reservas de gas y petróleo en el continente africano y en Siria, la llegada al gobierno del terrorista Ahmed al Sharaa, garantizó los intereses y operaciones de las petroleras estadounidenses en su país, mientras que en Venezuela, la resistencia bolivariana promete no ser un paseo por la nubes para la injerencia militar de Trump quien en su delirio imperialista, reclamó abiertamente territorio y petróleo venezolanos, un hecho inédito en los últimos cien años y del que poco se habló en los medios.
El mapa geopolítico mundial continúa reconfigurándose pero de lo que poco se habla es que dicho proceso está ocurriendo de la mano de una corriente nacionalista de extrema derecha abanderada por los Estados Unidos, tendencia que se arraiga con mayor fuerza en los países de ingresos medios sobre todo en América Latina en donde la ultraderecha busca seguir ganando los espacios que para algunos el “paladín de las libertades”, como algunos aún consideran a la unión americana, está abriendo la brecha para recuperar lo que ellos consideran por derecho divino ser quienes deben gobernar aunque para ello, se valgan de prácticas dictatoriales que cada día más presentan acciones de un marcado corte fascista.
Y es que lo que poco saben o pretenden ignorar quienes aplauden y mantienen sus sueños húmedos de ver una incursión militar en Venezuela o en el estado de Sinaloa en México para acabar con los “narcoterroristas”, es que si hay un gobierno en este momento de corte dictatorial con tintes fascistas es precisamente el de Donald Trump, se autoengañan al señalar y defender que ese país sigue siendo la “mayor democracia” planeta, condición que terminó con el primer mandato de Trump.
Lo que algunos aplauden y otros critican de la administración Trump, es precisamente su actitud intimidatoria y de mano dura que ha aplicado prácticamente en todas las regiones del planeta sin importar el tamaño y relevancia del país con quien ha “negociado”. El actual gobierno estadounidense, está actuando como el dictador del planeta y dicha estrategia, lejos de “devolverle la grandeza” prometida, ha conseguido empoderar y poner en primera fila el poderío de Rusia y China, pero de esto, hablaremos en otra entrega.
