“Vine a ser una voz, no una muñeca que vestir”

Teresa Incháuastegui Romero

La frase que titula esta columna, pronunciada por Fátima Bosh, la representante de México en el certamen de belleza Miss Universo que se realiza en Tailandia –cúspide mundial de la mercantilización del cuerpo femenino- ha dado la vuelta al mundo. La participante de origen tabasqueño, respondía así a las exigencias de Nawat Itsaragrisil, empresario y presentador de televisión fundador de Miss Grand International, productor y jefe del comité organizador del evento, quien llamó “cabeza hueca” a la concursante mexicana. Esto en medio de una discusión sobre las obligaciones de las participantes en actividades de promoción turística de las compañías del empresario, provocando la indignación de varias participantes, que se regó como pólvora en redes sociales y dentro de la comunidad de certámenes de belleza

Esta no es la primera vez que una protesta e indignación de las participantes en estos certámenes se externaliza. Las críticas internas por parte de participantesjueces organizadores del certamen, reconociendo el trato misógino de organizadores y promotores de estos certámenes –que llevan más de 100 años celebrándose- comenzaron a ser visibles y tema de debate público desde el 2020. 

A partir de este año y en los subsecuente han salido a la luz denuncias relativas a la cosificación, la presión patriarcal e incluso el racismo dentro de la organización. En 2021, la ganadora mexicana Andrea Meza habló sobre la “violencia simbólica” y la necesidad de cambios, aunque reconoció la plataforma del concurso. En 2022, haciendo eco a esas denuncias, se hicieron algunos cambios en las rígidas reglas en la selección de candidaturas a la participación, permitiendo la participación de madres, mujeres casadasembarazadas divorciadas, en respuesta al debate creciente sobre la inclusión y la superación de estándares de belleza obsoletos. 

En 2023, las reglas de oro se quebrantaron y fueron aceptadas en Miss Universo mujeres mayores de 28 años, casadas, madres, transgénero y de talla grande que llegaron al top 20 de las mujeres más bellas. Anne Jakrajutatip, magnate de la empresa JKN Global Group, expresó en su discurso de la edición 71, en enero de 2023, que: “el tiempo del machismo en Miss Universo se había terminado… es tiempo de que las mujeres lideren, esta será una nueva era en la que desde esta plataforma las mujeres nos empoderaremos para celebrar nuestro poder, el feminismo, la diversidad de culturas, de la inclusión social y la equidad de género…. celebraremos la belleza de la humanidad”. 

Las quejas sobre el trato irrespetuoso, la falta de dignidad, humillación y cosificación hacia las concursantes y la explotación de su imagen y cuerpo en el contexto de estos certámenes, ha continuado llegando a denuncias específicas por parte de algunas participantes o figuras cercanas a la organización. Así ocurrió en el mismo año 2023, durante la organización de Miss Universo Indonesia, donde seis concursantes denunciaron que los organizadores locales las obligaron a desnudarse para realizar “revisiones corporales” (body checks) y que algunas fueron presionadas para ser fotografiadas en topless. Como resultado la organización de Miss Universo Ltd. cortó lazos con la franquicia Indonesia y canceló el certamen de Malasia condenando a los organizadores por el trato inapropiado a las participantes. 

No hay un año específico para señalar como mojonera del inicio de las externalización de las “críticas internas”, que probablemente existieron de forma privada durante años, pero sus manifestaciones públicas así como las presiones del público para el cambio dentro de la organización de estos certámenes son expresión del cambio que se ha dado en las últimas generaciones de mujeres participantes de estos certámenes coincidiendo con movimientos sociales más amplios como el #MeToo y el avance del feminismo.

Desde la teoría crítica feminista, la belleza, el consumo y la feminidad son construcciones sociales que están intrínsecamente ligadas como mecanismos de dominación patriarcal capitalista, para perpetuar la desigualdad de género, manteniendo a las mujeres en ciertos nichos sociales que las consagran a la reproducción de la especie, la satisfacción de necesidades de cuidado y el placer masculinos. 

Estos tres elementos operan no sólo para moldear y controlar los cuerpos y las vidas de las mujeres, sino también para imponer un orden de supremacía racial y de clase, porque los estándares de bellezaconsumo feminidad hegemónicos, son inalcanzables para mucha mujeres o, requieren un esfuerzo constante y a menudo agotador y hasta oneroso (en cosméticos, ropa, dietas, cirugías, fitness, etc.). Mantener un peso, una figura, una tonalidad muscular, una tersura y lozanía de piel, pasada cierta edad, es quedar sujetas a un mecanismo de subyugación que desvía la energía y el potencial de las mujeres de otras esferas (política, intelectual) hacia el mantenimiento de la apariencia física. La belleza se convierte en un objeto de representación y control social.

En este sentido es muy rescatable que las voces de las mujeres jóvenes que encarnan los modelos de belleza hegemónicos, mantengan actitudes dignas que las reivindiquen como personas. Igual nos gustaría ver a mujeres indígenas participando en pie de igualdad y enalteciendo su cultura y su identidad. Enhorabuena al valor de la joven Fátima Bosh.

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