Juventudes mexicanas en peligro ante los riesgos de una salud mental deteriorada

Maya Garcia

El 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, una fecha que invita a reflexionar sobre una crisis que, en México, afecta con fuerza creciente a la población joven. El sector de educación media superior, como el bachillerato, se ha convertido en un foco rojo donde emergen episodios alarmantes de depresión, ansiedad, violencia y trastornos del comportamiento. Padres, docentes y especialistas coinciden en que los adolescentes enfrentan cada vez más retos emocionales sin la red de apoyo suficiente para abordarlos.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud mental es “un estado de bienestar en el cual el individuo es capaz de afrontar las tensiones normales de la vida, trabajar de forma productiva y contribuir a su comunidad”. Sin embargo, en México, muchos jóvenes no logran alcanzar este bienestar. Factores como la pobreza, la exclusión social, la violencia, la falta de oportunidades y la crisis de salud pública derivada de la pandemia han agudizado los cuadros de ansiedad, depresión y pensamientos suicidas.
La OMS advierte que la mitad de los trastornos mentales en adultos comienzan antes de los 18 años, pero la mayoría no se detectan ni se tratan. En el país, esta realidad se refleja en cifras alarmantes.

Adolescentes propensos a sufrir trastornos de salud mental en México

México registra alrededor de 130 millones de habitantes y cuenta con 39 millones de personas menores de 18 años; 22 millones son adolescentes entre 10 y 19 años. Los padecimientos más frecuentes en jóvenes de este grupo etario son trastornos de ansiedad, conducta suicida, déficit de atención, uso de sustancias y depresión.
Según datos registrados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la tasa de suicidios en México pasó de 6.2 (por cada 100,000 personas) en 2020 a 6.8 en 2023. En 2020, el número de fallecimientos por suicidio fue de 7,818; en 2021, de 8,351; en 2022, de 8,123; y en 2023, se registraron 8,837 fallecimientos por esta causa (81.1 % hombres y 18.9 % mujeres).
Además, la violencia interpersonal —otro de los factores que afectan la salud mental— es una de las principales causas de muerte en varones adolescentes en América. El creciente número de delitos cometidos por menores de edad también pone en evidencia un sistema que falla en la prevención y contención del malestar emocional juvenil.

De acuerdo con el INEGI, durante 2023, 32,852 adolescentes fueron registrados como imputados por la presunta comisión de un delito en las carpetas de investigación iniciadas por las fiscalías o procuradurías estatales; de estos, el 77.5 % correspondió a hombres. De 2017 a 2021, el total de adolescentes imputados en carpetas de investigación disminuyó 37.3 % (de 36,123 a 22,654). En cambio, de 2021 a 2023 hubo un aumento del 45.0 %.
En 2023, seis entidades federativas concentraron el 50.7 % de los 32,852 adolescentes imputados en carpetas de investigación: 

  • Nuevo León
  • Estado de México
  • Guanajuato
  • Sonora
  • Jalisco 
  • Chihuahua

El caso Lex Ashton y la violencia juvenil

Un hecho reciente encendió las alarmas: el asesinato de un estudiante en el CCH Sur (UNAM), cometido por un joven de 19 años identificado como Lex Ashton contra otro joven de 16 años. El ataque no solo fue brutal, sino que rápidamente se asoció con un patrón preocupante. Lex Ashton participaba activamente en foros de internet relacionados con la cultura “incel” —una subcultura misógina y extremista que agrupa a hombres “célibes involuntarios” y que culpa a las mujeres (y a otros hombres exitosos) de su aislamiento sexual y emocional.

Este caso no solo sacudió a la comunidad estudiantil, sino que también puso sobre la mesa la urgencia de atender la salud mental desde una perspectiva integral, con enfoque en la prevención de la radicalización, la violencia y los discursos de odio. Lo ocurrido con Ashton muestra que, en ausencia de contención emocional, los espacios digitales pueden convertirse en semilleros de rencor, violencia y, en casos extremos, en catalizadores de crímenes.
Lo más preocupante de este suceso es que no se trató de un acto impulsivo. Fue premeditado, con un trasfondo ideológico que deshumaniza a las mujeres y glorifica el resentimiento como respuesta al rechazo o a la frustración social.

La cultura incel, misoginia y salud mental masculina

La llamada cultura incel (abreviación de involuntary celibates) surgió en internet en foros como Reddit y 4chan. En sus inicios, era una comunidad de hombres frustrados por su falta de vida social, pero con el tiempo evolucionó en una ideología cargada de odio hacia las mujeres, resentimiento hacia hombres más habilidosos y una profunda victimización colectiva.
En México, este movimiento ha comenzado a ganar presencia entre ciertos sectores masculinos jóvenes, sobre todo aquellos que experimentan aislamiento social, problemas de autoestima, depresión o son víctimas de acoso o abuso. A diferencia de su contraparte femenina que, ante la tristeza o la ansiedad, tienden a buscar apoyo comunitario, los hombres incels suelen encerrarse en comunidades donde se glorifica el odio, la venganza, el resentimiento y la misoginia.

Uno de los discursos más perturbadores de este grupo es el del “hombre bueno”: aquel que no comete delitos, no golpea ni viola, pero que cree merecer afecto, reconocimiento y sexo solo por “ser bueno”. Cuando esto no ocurre, ese discurso muta en resentimiento extremo que justifica incluso la violencia letal, tanto hacia las mujeres como hacia otros hombres.
Expertos señalan que detrás de estas conductas se encuentran problemas de salud mental no tratados, falta de modelos masculinos positivos, una cultura que dificulta que los hombres hablen de sus emociones y una creciente desconexión emocional con su entorno, el del “macho mexicano” o el del “macho alfa”.

El Día Mundial de la Salud Mental debe ser mucho más que una efeméride

Lo ocurrido en el CCH Sur no es un hecho único, sino el reflejo de una serie de problemas estructurales que atraviesan a la juventud mexicana: abandono institucional, falta de políticas públicas en salud mental, polarización social, desinformación digital y una crisis de identidad masculina.

En México, la salud mental de los jóvenes enfrenta una crisis silenciosa. Casos como el ataque en el CCH Sur, que parecía un hecho lejano propio de escuelas en Estados Unidos, Europa o Asia, evidencian que la violencia asociada a problemáticas emocionales y digitales ya está presente en el país.
El catedrático y maestro de la UNAM, Diego Coronel, subraya la importancia de atender los factores que están afectando profundamente a la juventud y a las mujeres. Explica que muchos adolescentes presentan un perfil específico, caracterizado por una visión fatalista de sí mismos, una autocrítica excesiva sobre su cuerpo y apariencia física, y una tendencia al aislamiento y la soledad, producto de la timidez y el miedo al rechazo.
“Lo que pasó con los chicos del CCH Sur […] ya está presente”, afirma el experto, señalando que estos discursos de odio ya han llegado a México y no deben ser minimizados.

¿Qué señales de alerta estamos ignorando?

Uno de los factores más preocupantes que destaca el experto es la inmersión de estos jóvenes en comunidades digitales misóginas, como la cultura incel, que promueven discursos de odio y exclusión, muchas veces disfrazados de sentido de pertenencia.
“No es que sean realmente unos monstruos, son individuos aislados”, afirma el especialista, destacando que el problema no debe centrarse únicamente en culpabilizar a las víctimas o a los victimarios, sino enentender el entorno que los empuja hacia estos comportamientos.

¿Qué está afectando la salud mental de los jóvenes?

Existen múltiples factores que contribuyen al deterioro emocional de los adolescentes: presión social, falta de pertenencia, discriminación por apariencia física y ausencia de espacios seguros para expresarse. En muchos casos, los jóvenes no encuentran acompañamiento emocional ni en su entorno familiar ni en las instituciones escolares.

Por fuera compartimos espacios, pero en su mente y en sus pantallas estos jóvenes viven realidades a las que muchas veces los adultos no están acostumbrados”, señala el experto.

Esto ha generado una brecha generacional profunda, donde los adultos no comprenden ni detectan los peligros digitales a los que sus hijos están expuestos, ni el impacto que estas comunidades radicales tienen en la construcción de su identidad.

@reporteindigo

#IndigoTrend | La #UNAM revisará y reforzará los protocolos de seguridad en todos sus planteles tras el asesinato de un estudiante en el CCH Sur. El rector Leonardo Lomelí afirmó que se atenderá también la salud mental de los jóvenes y rechazó que las autoridades estén rebasadas. #IndigoTrend #noticias #noticiastiktok

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¿Qué papel deben jugar docentes y padres de familia?

Los padres y docentes son actores primarios en la detección temprana de problemas emocionales. Sin embargo, la falta de información o de canales claros de acción puede impedir una intervención oportuna.
En el caso de Lex Ashton, su madre detectó cambios de comportamiento y alertó al 911 informando que su hijo se dirigía armado al plantel, pero la ruta de acción no fue clara ni efectiva. A pesar de que la UNAM tiene su propio sistema de seguridad, en la página del CCH Sur no se encontraron números de emergencia visibles al momento de redactar esta nota.
Uno de los temas más relevantes es la desestimación de las señales de alerta. El especialista señala que en muchos casos los jóvenes muestran síntomas claros de aislamiento, tristeza y rechazo social:

El chico mencionó que se sentía solo, aislado, triste, y lo dejó explícitamente en su mensaje […] que pretendía ser el final”.

Aun cuando hay advertencias previas, como en el caso de la madre del agresor, quien llamó al 911 reportando el peligro, la cadena de prevención se rompe por desinformación:

La mamá actuó, tomó una acción, y ahí es cuando se rompe esa cadena. La autoridad a la que acudió […] rompió ese mensaje, lo desestimó”.

¿Cómo prevenir la pertenencia a comunidades radicales?  

La cultura incel y otras comunidades similares atrapan a jóvenes vulnerables mediante discursos de odio disfrazados de comprensión y comunidad, la llamada “machosfera”. Esta situación es comparable con la figura literaria de Frankenstein: un hombre que no es intrínsecamente malvado, pero cuyo aspecto y rasgos lo condenan al rechazo y desprecio, volviéndolo agresivo y peligroso.
Frente a este fenómeno, se hace urgente impulsar campañas preventivas como las que ya existen en Europa, donde se brindan primeros auxilios psicológicos, educación emocional y capacitación a docentes, padres y actores sociales.

Hay campañas donde se enseña a personas que puedan ser víctimas de este tipo de perfiles […] de una manera donde también se puedan levantar reportes”.

Una problemática que nos compete a todos

El verdadero alcance de la cultura incel es aún desconocido, incluso para quienes participan activamente en ella. Lo que sí es cierto es que se trata de una tendencia real, creciente y peligrosa, que debe ser tratada con visión, sensibilidad y políticas públicas adecuadas.

Esta tendencia ya existe y debe ser tratada con la visión y conciencia necesaria para evitar amenazas a la seguridad pública”.

La intervención no debe limitarse a jóvenes, padres y profesores. Se requiere una estrategia amplia que involucre al tejido social en su conjunto, incluyendo medios de comunicación, creadores de contenido y organismos públicos.

¿Qué pueden hacer padres y docentes?

El papel de padres y docentes es clave en la detección temprana de estos casos. Aunque muchos adultos no comprenden este fenómeno, es crucial comenzar por informarse:
“Los padres no estaban ni siquiera familiarizados con el tema de los incel […] salió como un tema nuevo”.
El entrevistado destaca que, en su experiencia clínica, los padres que se involucran activamente con la vida social y emocional de sus hijos logran obtener información valiosa:
“Te das cuenta de cómo los papás saben el entramado de las historias que tienen los adolescentes”.
Asimismo, recomienda no normalizar el aislamiento:
“El aislamiento […] que los padres lo noten, lo identifiquen y que no lo normalicen”.

¿Cómo prevenir la radicalización digital en México?

Combatir el crecimiento de comunidades incel implica educar desde la raíz, tanto a quienes consumen como a quienes crean estos discursos:
“Creo que aquí el reto es tratar el discurso desde el creador, ya no solo desde el consumidor”.
La intervención también debe considerar una visión integral, desde lo emocional hasta lo institucional:
“Muchos de estos perfiles […] no es que sean realmente unos monstruos, sino que son jóvenes aislados, deprimidos, con esta visión fatalista”.

Promover el bienestar emocional desde la aceptación radical del cuerpo

Tras los hechos ocurridos en el plantel, se han comenzado a implementar protocolos de atención ante situaciones de riesgo, destacando la urgencia de abordar la salud mental juvenil desde una perspectiva integral.

Es muy importante promover su bienestar desde la aceptación radical de los cuerpos. No dejó de ser un individuo con derechos y con oportunidades, más allá de mis rasgos de piel o de mi aspecto físico.”

El maestro Coronel subraya la importancia de fomentar el bienestar emocional desde la aceptación radical del cuerpo, así como de desarrollar habilidades socioemocionales que permitan a los jóvenes integrarse a grupos sanos sin basar su valía en la apariencia física o el éxito en las relaciones.

Lo que ha demostrado más evidencia es generar una red de apoyo […], establecer esta liga de confianza para poder reducir estas ideas fatalistas”.

El caso del CCH Sur es un llamado urgente a actuar. La cultura incel no es un fenómeno aislado de la UNAM, sino una amenaza concreta que pone en riesgo la salud mental y la seguridad pública. La respuesta debe incluir educación emocional, políticas públicas con enfoque preventivo y una transformación cultural que fomente la inclusión, la diversidad y el respeto mutuo.

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