El tren falla (perdón, Maya)

Rubén Moreira

El Tren Maya es un fracaso. Me gustaría decir que las cosas van a mejorar, pero temo que ese ferrocarril no tiene solución. Espero equivocarme, porque para ejecutarlo se castigaron los presupuestos de medio país y quedaron sin medicinas contra el cáncer miles de niños.  

A esa ilusión hay que sumar el aeropuerto sin vuelos, la línea aérea sin pasajeros y la refinería que no refina. Los caprichos del “líder moral” cuestan al año, solo en subsidios, un billón de pesos. Eso sin contar la inversión inicial y las campañas de propaganda dedicadas a justificar lo injustificable. 

En el Tren Maya todo es opaco e inexacto. La información presupuestal es parte de esa realidad alterna. El proyecto se anunció con un costo de entre 120 y 130 mil millones de pesos y se presumió que no se dañaría el medioambiente. El gasto va en más de cuatro veces el presupuesto inicial, se talaron 11 millones de árboles, se perforaron 120 cenotes y cavernas y se declaró a los jaguares y tapires fauna nociva. Las comunidades que vivieron el auge de la construcción ahora batallan por la falta de empleo. La mayor parte de las estaciones no generan economía para sostener los negocios que se colocaron al interior y los turistas no fluyen como se prometió. 

El tren, como otras obras y políticas públicas, se realizó sin estudios previos ni proyectos de soporte. La izquierda reflexiva y cargada de ciencia que se suponía venía en el gobierno de Morena, terminó aplastada por supersticiones y soluciones patito. Así avanzó el “detente” como la solución para la pandemia o los “abrazos y no balazos” como respuesta a la ola de violencia. 

En el primer trimestre del año, por cada peso que generó el tren, requirió de otros 25 para funcionar. Los paleros del régimen lo defienden con una falacia. Afirman que todos los sistemas ferroviarios en el mundo requieren de apoyo estatal; sin embargo, omiten decir que, en el caso del Maya, el monto de ese subsidio es mayor al 90 por ciento y que el gasto de capital salió del presupuesto del Estado. Tampoco dicen que el mamotreto se construyó existiendo alternativas de transporte y mintiendo sobre los supuestos beneficios de la obra. 

Hace unos días tomé la ruta Mérida-Campeche. En mis redes puse las imágenes de vagones vacíos. Nadie subió en Teya, Umán, Maxcanú, Calkiní, Hecelchakán y Tenabo. En todo el tren, no más de 40 pasajeros. Del trato no me quejo, el personal es atento y con un evidente compromiso de servicio. 
La mañanera del pasado martes 15 fue dedicada a defender lo indefendible. Baste decir que el director del tren no atinó a informar sobre su costo. 

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