El déficit de controladores compromete la seguridad aérea en México

Tzuara De Luna

Desde que sale de casa, un controlador aéreo comienza a trabajar. Aunque su jornada oficialmente arranca al llegar a la torre de control, su mente ya está ocupada desde que se despierta: el clima, las pistas en uso, el tipo de tráfico que se espera ese día. “Uno desde que se despierta está pensando en cómo va a ser el día de hoy… aunque pareciera que es la misma actividad, todos los días son diferentes”, relata José Alfredo Covarrubias, secretario general del Sindicato Nacional de Controladores de Tránsito Aéreo (Sinacta).

Covarrubias, quien comenzó su carrera hace más de tres décadas, ya no está al frente de las frecuencias, pero conserva la memoria de lo que implica este trabajo. “Era elemental llevarme comida desde casa, porque conseguir algo en la torre no es sencillo”, recuerda. Pero preparar un “lunch” es lo de menos en una labor marcada por la tensión constante y el desgaste físico y mental.

México enfrenta un déficit estimado de entre 350 y 500 controladores aéreos, de acuerdo con distintas asociaciones del sector. La escasez ha obligado a que quienes sí están en funciones enfrenten turnos extenuantes, en condiciones que pueden comprometer la seguridad operativa. Y aunque no es un problema exclusivo del país, incidentes recientes en Estados Unidos han puesto los reflectores sobre esta crisis global.

El pasado 29 de enero, un choque entre un avión de American Airlines y un helicóptero militar en Washington dejó 67 muertos. Las investigaciones revelaron que un solo controlador realizaba el trabajo de dos personas. En México, aunque no ha habido víctimas, se han registrado situaciones que reflejan el riesgo: como el caso del 7 de mayo de 2022, cuando un avión de Volaris estuvo a punto de aterrizar sobre otro que ya se encontraba en pista en el AICM.

En el país hay 62 aeropuertos. De estos, 30 operan con un solo controlador por turno. “En casi la mitad de los aeropuertos está un solo controlador, entonces en esas siete horas tiene que estar trabajando sin poder retirarse de esa posición… Es natural que después de dos o tres horas comience la fatiga”, señala Covarrubias.

Los turnos están organizados en tres bloques: de 7:00 a 14:00 horas, de 14:00 a 21:00 y de 21:00 a 7:00. En los grandes aeropuertos, como el de la Ciudad de México, los controladores tienen pausas programadas: una hora de comida y dos descansos de 40 minutos. Pero esa es la excepción, no la regla.

“Son operaciones de las que dependen muchas vidas. No podemos estar soñolientos, ni distraídos, porque esto genera más estrés”, explica Covarrubias. La falta de personal genera una presión constante. El trabajo no da margen de error y, en muchos casos, tampoco de descanso.

El reto de la formación

Ser controlador aéreo no es una tarea que se aprenda rápido. Según datos de la Secretaría de Economía, se requieren 13.7 años de escolaridad en promedio. El salario es de unos 34,400 pesos al mes, una cifra que no siempre compensa el nivel de exigencia que implica la profesión.

Actualmente hay alrededor de 1,000 controladores aéreos en funciones en México. La cifra es insuficiente, sobre todo frente a eventos que están por venir, como el Mundial de Futbol de 2026, que aumentará el tráfico aéreo en varios puntos del país.

“El hecho de que aumente el número de operaciones va de la mano de contar con personal calificado… será importante hacer el análisis entre el número de operaciones pronosticadas versus el número de controladores actuales”, advierte Julio Zugasti, experto del sector aéreo en Hogan Lovells.

Ante esta situación, Sinacta ha sostenido reuniones con Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam). “Ellos también están viendo que deben tomar medidas, porque se va a incrementar el número de vuelos… El espacio aéreo no crece, entonces debemos administrarlo de la mejor manera”, asegura Covarrubias.

Para cubrir los huecos, se requeriría incrementar el ritmo de formación de nuevos controladores, algo que no es sencillo. La capacitación toma tiempo, y la responsabilidad que implica la posición hace que no cualquiera pueda asumirla. “No es una profesión que permita improvisar”, resume Covarrubias.

Cintya Martínez, country manager en México de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA), reconoce que, aunque el organismo no regula directamente el tema de los controladores, ya está buscando impulsar carreras afines. “Efectivamente no es un tema solo de México… sí estamos procurando promover todos los beneficios que tiene estudiar carreras relacionadas con esto”, explica.

La carga emocional que implica esta profesión también es poco visible. El controlador no solo debe lidiar con el tráfico aéreo en tiempo real, sino también estar en constante estado de alerta ante posibles emergencias, fallas técnicas, condiciones meteorológicas adversas o errores de los propios pilotos.

La urgencia por resolver esta situación crece. No se trata solo de condiciones laborales; se trata de seguridad aérea. En la torre, no hay margen para el error. “Cualquier falla, por pequeña que parezca, puede escalar rápidamente”, advierte Covarrubias.

Con un cielo cada vez más saturado y un número de operaciones en aumento, no basta con tecnología: se necesitan más manos, más ojos y más atención.

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