Remesas. ¿Fin de la bonanza?

Claudia S. Corichi
El 4 de julio Donald Trump firmó el decreto de reforma fiscal más ambicioso de las últimas décadas que prometió en campaña. Recorta impuestos a los más ricos, a los programas sociales y deja sin cobertura de salud a 12 millones de personas, la mayoría de origen latino.
El decreto contempla también la aplicación de un impuesto del 1% a las remesas que se transfieran en efectivo fuera del país. Mientras se discutía la ley en la Cámara de Representantes, se llegó a plantear que el porcentaje fuera del 5%, lo que finalmente se desestimó.
En respuesta a la medida, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció que el gobierno federal distribuirá masivamente una tarjeta para que los migrantes que envíen remesas mediante transferencias eviten pagar la tasa que entrará en vigor en enero próximo.
Pero ¿cuál será el impacto de esa medida unilateral que se suma a la tarifa que ya cobran las compañías remesadoras? De acuerdo con el Banco de México, durante el primer semestre de 2025, el 99.1% de los ingresos por remesas (que sumaron 29,576 millones de dólares) se realizaron a través de transferencias electrónicas, mientras que las remesas efectuadas en efectivo representaron apenas el 0.7%.
Donald Trump asumió por segunda vez la presidencia el 20 de enero. Desde entonces las remesas enviadas a México registraron una caída anual del 5.6% entre enero y junio de 2025, un dato que no se presentaba desde el año 2012. En cuatro de esos seis meses los envíos han tenido un comportamiento negativo.
El año pasado la recepción de dinero del exterior registró un desplome en seis de los 12 meses.
¿Qué explicación está detrás de esta tendencia? En primer lugar, el endurecimiento de las políticas migratorias de la administración Trump. El temor sembrado en barrios y comunidades latinas, en su mayoría mexicanas, generó una dispersión en centros de trabajo y una menor demanda de trabajadores migrantes indocumentados.
Las redadas hicieron que miles de migrantes tanto indocumentados como aquellos que son ciudadanos o que tienen residencia temporal, se resguardaran en sus domicilios y dejaran de ir a sus empleos, a hacer la compra o acudir a restaurantes.
Los operativos para detener y expulsar a migrantes sin un proceso judicial adecuado son cotidianos en condados y ciudades santuario. Se suceden los testimonios de familias migrantes que lamentan la detención y deportación de quien era el jefe de familia del hogar y, en consecuencia, el principal sustento económico.
El clima de terror comenzó a dar los resultados que buscaba la propaganda trumpista. La Oficina de Adunas y Protección Fronteriza (CBP por sus siglas en inglés) reportó que en los primeros seis meses de este año 61,570 personas migrantes mexicanas fueron detenidas en la frontera, el mismo número registrado en todo el mes de abril de 2024.
El Departamento de Seguridad Nacional se afana en difundir ampliamente las espectaculares detenciones de migrantes en fábricas, comercios, granjas y campos agrícolas con el propósito de exhibir su fuerza, imponer el miedo y demostrar que la amenaza de Trump va en serio. La propia secretaria Kristi Noem se ha puesto al frente de los operativos ataviada con equipo táctico.
De acuerdo con el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos, 4.5 millones de hogares en México recibieron remesas, equivalente al 11.3% de los hogares. Las remesas representan 3.5% del PIB. Datos del CEMLA refieren que las personas receptoras de remesas son primordialmente mujeres (61.8%) que residen mayoritariamente en el ámbito rural.
Su reducción es un golpe a estas familias y a mujeres que luchan por salir adelante cada día.
En julio aumentó la tasa de desempleo a 4.2% en Estados Unidos; entre las múltiples explicaciones que ofrecen los especialistas al respecto, está la drástica caída de los cruces fronterizos que limita la incorporación de trabajadores extranjeros a la fuerza laboral.
La atmósfera de terror y pánico colectivo ha hecho que millones de migrantes sean más cautelosos con el envío de remesas, como ocurrió en mayo cuando tradicionalmente mandaban más dinero con motivo del Día de las Madres. En ese mes se registró una caída anual del 4.6%. En junio el desplome fue del 16.2%.
La bonanza que mostró el flujo de remesas hacia México en la última década muestra claras señales de debilidad y es probable que la tendencia negativa se profundice en lo que resta del año debido al impacto en el empleo de los trabajadores migrantes de origen mexicano.
Se cumplen siete meses del gobierno de Trump y las acciones migratorias no parecen dar tregua. Sus consecuencias seguirán calando hondo.