Signalgate, vulnerabilidad e inhabilidades

Salvador Guerrero Chiprés
Paradigma de contradicciones. Mientras la narrativa oficial estadounidense proyecta una imagen de vigilancia implacable, con un aparato de inteligencia capaz de detectar y neutralizar cualquier amenaza con precisión quirúrgica, episodios como el de Signal revelan una estructura con errores humanos de kínder, incapacidades o inhabilidades personales e institucionales vinculadas al tipo de liderazgo torcidamente desplegado por Donald Trump.
La aplicación de mensajería —con entre 40 y 70 millones de usuarios mensuales— promete un nivel de seguridad en comunicaciones privadas “estándar de oro” al emplear encriptación de extremo a extremo, como la ha dicho Meredith Whittaker, presidenta de Signal Foundation. La capacidad de resguardar información de miradas indiscretas es inútil cuando quienes la manejan carecen de sentido común básico.
Eso ocurrió el 11 de marzo, cuando el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Mike Waltz, creó un chat grupal donde se mencionaron aspectos relacionados con el bombardeo del día 15 en Yemen, pero añadió al director de The Atlantic, Jeffrey Goldberg, quien tuvo acceso a las conversaciones y detalles de la operación.
Evidencia de la fragilidad del aparato de seguridad estadounidense, en un descuido comprometedor de tropas, operación y de indicadores de gobernabilidad. Ciertamente siendo lo más importante al ser un ataque contra la soberanía y la vida de personas de otra nación lo esencial de “los otros” aparece secundario ante el escándalo del descuido.
Estados Unidos se erige como guardián de la estabilidad global, exige de sus socios comerciales compromisos inquebrantables con la seguridad. México ha sido objeto de una presión constante bajo la justificación de que el crimen organizado representa una amenaza. Lo es. Ha empleado ese argumento en las negociaciones arancelarias con la Presidenta Claudia Sheinbaum como ante la opinión pública.
Cualquier falla ajena es vista como incapacidad o complicidad. Si se aplicara con la misma severidad la exigencia dentro de las fronteras estadounidenses, el descuido de incluir a un periodista en una conversación clasificada o la prepotencia extraterritorial implícita, deberían desencadenar una crisis terminal de la administración de Trump. ¿Cómo confiar la supervisión de la estrategia militar del país hegemónico a quien no puede asegurar un chat?
El geopolitólogo Joseph Nye, teórico del poder blando —la habilidad de lograr lo deseado sin la fuerza—, ha destacado la influencia de Estados Unidos en la percepción de su fortaleza como en la consistencia de sus acciones. El episodio de Signal revela una incongruencia estructural: la nación con reglas estrictas contra el prójimo es incapaz de mantener rigor inteligente en sus propias filas.
Si, como argumenta el politólogo John Mearsheimer, la supervivencia depende de la capacidad de proyectar poder y evitar cualquier señal de debilidad, un descuido de esa magnitud, en un contexto de operaciones militares, lleva a preguntarse cuántas otras situaciones se están presentando en ámbitos sensibles.
Signal o la mejor de las plataformas de IA no sirve si los operadores cometen errores básicos.
Lejos y cerca. En los gobiernos del cambio de régimen es vital evitar equivocaciones como confundir la forma con el fondo. Si Sheinbaum y Clara Brugada, la Jefa de Gobierno de la entidad con mayor capacidad movilizadora y de territorio del Obradorismo, se mantienen entregando resultados socialmente percibidos en seguridad superarán fácilmente la tentación de confundir los números con la realidad de la seguridad.
A veces, hasta en los mejores países, la mayor amenaza o riesgo se encuentra en algunos elementos inhábiles para determinar la discrepancia entre las capacidades propias y las tareas asignadas.