Dos de octubre: La masacre

Gilberto Guevara Niebla

La lectura más consistente, en mi opinión, de la matanza de Tlatelolco es que fue una acción milimétricamente planeada por el Estado y por agencias extrajeras. Fue una operación producto de una conspiración internacional.

Hubo una coordinación perfecta entre ejército, Dirección Federal de Seguridad (DFS), agencias policiacas, federales y locales, y servicios de espionaje de Estados Unidos. Fue el resultado de una operación planeada con mucha anticipación con dos objetivos de corto plazo: aplastar al movimiento estudiantil y simular un enfrentamiento armado entre estudiantes y fuerza armadas.

El calendario fue pensado en función de los Juegos Olímpicos que se iniciaron 10 días después. La presencia de la prensa extranjera con motivo de los Juegos multiplicó el impacto público internacional de la masacre y causó un gran descrédito para las autoridades nacionales.

La operación de estado se realizó limpiamente: las fuerzas armadas se instalaron desde temprano enfrente de la Plaza de Tlatelolco y lo mismo hicieron brigadas de la DFS que ocuparon muchos departamentos del edificio Chihuahua que serviría de tribuna para los líderes estudiantiles (CNH) durante el mitin que sería a las 17 horas. A esa hora comenzó el evento (había aproximadamente 10 mil asistentes) y una hora más tarde –tras el estallido de una luz de bengala– las tropas comenzaron a invadir la plaza desde el frente de la plaza (avanzado desde lo que hoy es el eje 1, en sentido opuesto a la tribuna estudiantil. Y se inició la balacera.

Ningún estudiante disparó un arma. Fueron los agentes de la DFS que, desde los departamentos del Chihuahua, utilizando armas no militares, se asomaron a las ventanas y comenzaron a disparar contra la multitud reunida en la plaza. El ejército, por su parte, disparó contra el edificio Chihuahua que era el sitio de donde provenían los disparos y, al mismo tiempo, era el lugar donde estaba instalada la tribuna estudiantil. Cualquier juicio superficial hubiera sido que “los estudiantes disparaban contra el ejército y que la tropa se defendió ante el ataque”

Al revisar la sucesión de eventos del movimiento estudiantil del 68 destacan dos constantes: 1) la conducta “provocadora” “absurda”, “extra lógica”, del ejército durante los últimos días de julio, primeros días de agosto (intervención de la tropa en planteles de la UNAM y del IPN), que fue, en realidad, el hecho que “disparó” al movimiento estudiantil y 2) la actuación de agentes provocadores (que eran estudiantes reclutados como agentes encubiertos del ejército y de la CIA) dentro del movimiento estudiantil que actuaron de acuerdo con las autoridades para radicalizar a las masas estudiantiles y desviarlas de la línea democrática hacia pautas ilegales y violentas de conducta.

En este largo periodo de 66 años, con la intervención destacada de la SEDENA se ha practicado una cesura sistemática y rigurosa en los medios de comunicación para fomentar el olvido y ocultar la realidad de los acontecimientos; además, también con la actuación prominente de la SEDENA, se han publicado ríos de textos, reportajes, videos, que buscan confundir al público respeto a la verdad de lo acontecido ese año fatídico.

La conspiración internacional es comprobable. En distintos momentos se han aportado evidencias de que tanto Gustavo Díaz Ordaz, como Luis Echeverría, mientras trabajaban en la Secretaría de Gobernación fueron reclutados como agentes de la CIA (la principal agencia de inteligencia de Estados Unidos) y los hechos han demostrado que la acción de la CIA en el movimiento estudiantil mexicano se remonta hasta los años 50. Es probable que el estallido y la dirección del movimiento estudiantil hayan sido preparados por esta agencia desde, por lo menos, 1965. Desde la perspectiva de los intereses de los Estados Unidos durante la Guerra Fría había que intervenir en México, enérgicamente, para impulsar la transformación de su modelo de Estado (burocrático, centralista) y su política económica (proteccionista, con desarrollo lento e incapaz de atender las demandas provenientes del norte. Había banqueros y funcionarios de Estados Unidos que se referían a México como “un país comunista”.

Era la época de la Guerra Fría cuando la lucha contra el comunismo era despiadada y los intereses de EU eran todavía más amplios que los de ahora, México era una nación que ocupaba el centro de esos intereses, por su vecindad y como puente eficaz de comunicación con el resto del mundo.

Estamos hoy en un escenario sombrío, México se aleja del ideal democrático, la política retrocede y se reconstruye el modelo autoritario-presidencialista que nos gobernaba antes, los valores que alentaron a los estudiantes de entonces –la libertad, los derechos civiles, la autonomía universitaria—son denostados por los políticos actuales, obsesionados en concentrar el poder en la figura del presidente de la república y en un partido político mayoritario. Bajo el gobierno de AMLO nada se hizo para investigar la autoría de la masacre de Tlatelolco. La nueva política aspira, en realidad, a borrar 1968 de la memoria colectiva, a que el 2 de octubre se olvide definitivamente.

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