Plan C. Septiembre negro

Juan Manuel Asai

La calma chicha que se estableció en el país después de la jornada electoral se romperá a más tardar el primero de septiembre. Ese día el gobierno de López Obrador emprenderá la implementación del llamado Plan C gracias a sus mega bancadas en el Congreso. Podrá hacer lo que le venga en gana. Así lo quiso la ciudadanía que el dos de junio le dio a la coalición oficialista más de 35 millones de votos, lo que es algo que descoyunta cualquier análisis.

AMLO pondrá en marcha la aplanadora. La oposición hará lo que pueda para contenerla. Los jaloneos estarán a la orden del día y las tomas de la tribuna se replicarán un día sí y otro también. Tendrá el tabasqueño 30 días para echar su resto. Escribirlo estremece. No le tocará instrumentar las leyes que se aprueben en septiembre porque según ha dicho se retirará de la vida pública para vivir como anacoreta en su finca de Palenque. En suma, dejará su tiradero y que el próximo gobierno lo levante como pueda. El Plan C comienza con la Reforma Judicial pero se puede seguir hasta desaparecer los organismos autónomos, como el INAI o el INE.

No hay que perder de vista un dato ( para) psicológico. El objetivo de AMLO ha sido siempre dejar un legado que le permita salir en los libros de historia. Quiere que su nombre se grite la noche del 15 de Septiembre juntos al de los héroes que nos dieron patria y libertad. Claro que es un despropósito monumental pero esa es su meta y va por todo. Le queda un mes, el de septiembre, para conseguirlo.

Esa calma estará a prueba el próximo domingo en las instalaciones del INE cuando se determine la repartición final de las curules de representación proporcional, lo que le abre las puertas a Morena de tener una mayoría calificada. Lo que queda de la oposición está juntando fuerzas para hacerse sentir a las afueras del INE, allá en Viaducto Tlalpan y Periférico. Quieren juntar un contingente grande y ruidoso para que los consejeros los tomen en cuenta.

Lo que diga el INE brincará días después al TRIFE, donde los ánimos, caldeados, pueden estallar. Lo dicho, septiembre será un mes peligroso. El priista que todos los políticos llevan dentro, en el caso de Ricardo Monreal es muy poderoso. Ya dijo que no van a permitir que les quiten ni una curul. Los tambores de guerra ya están listos y su ruido será, lamento adelantarlo, ensordecedor. Otro ex priista, Adán Augusto López hará lo propio en el Senado.

Lo curioso de todo esto es que no queda claro qué quiere el nuevo gobierno, el que arranca el primer día de octubre y que heredará el polvorín. Ya dijo la presidenta electa que nadie debe esperar traiciones, pero la verdad es que nadie ha pedido deslealtades. Lo que se espera es que haya un punto de vista diferente, otra mirada, lo que no supone traicionar a nadie, sino tomar en cuenta factores que este sexenio fueron ignorados. Analistas agudos han dicho que la oposición no midió su verdadera fuerza, que es raquítica, y bateó olímpicamente el llamado Plan B, que comparado con el Plan C era un bombón. La oposición nunca pensó que la colación oficialista tendría la fuerza electoral que demostró el dos de junio y que eso del Plan C era un sueño guajiro, pero la gente depositó sus votos y ahora hay que atenernos a las consecuencias que puede ser una democracia sin contrapesos. Glup!

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