Debate para los indecisos en Estados Unidos

Martha Delgado Peralta

El reciente debate entre Joe Biden y Donald Trump marcó un momento crítico en la carrera electoral por uno de los cargos públicos más relevantes del mundo que la Presidencia de los Estados Unidos. Más allá de los intercambios entre los candidatos en materia de política, el debate atendió dos temas fundamentales para el electorado estadounidense, especialmente entre los indecisos: mostrar a Trump como un candidato acertivo y alimentar el temor sobre la capacidad física de Biden para permanecer en la Presidencia por otros cuatro años, inclinando la balanza electoral a favor de los republicanos.

Como era de esperarse, el debate se centró en el tema que más preocupaba a los votantes: la economía. Biden responsabilizó a la avaricia corporativa y al legado de las políticas de Trump por el aumento de la inflación. Asimismo, reiteró su apuesta por la creación de empleos, el aumento de impuestos a los multimillonarios y el control de los precios en productos esenciales, particularmente medicinas, con el fin de buscar una redistribución económica más equitativa. En contraste, Trump defendió su gestión con un uso excesivo de superlativos e indicó que, de ser reelecto, procuraría la reducción de impuestos y la explotación de los recursos naturales del país, particularmente los combustibles fósiles. Interesantemente, su enfoque vinculó la inmigración con los problemas económicos y sociales del país, un argumento que utilizó en reiteradas ocasiones, pero sin proponer una solución clara y evadiendo la pregunta sobre las deportaciones masivas.

Lo que no se dijo es también digno de resaltarse. Aunque ambos candidatos aludieron al trabajo que mantienen ambos países con México en el combate a las drogas, es notable la ausencia de menciones a México como su primer socio comercial. Otro dato relevante es que América Latina no existe para ninguno. Es una región que no tiene ninguna relevancia, ni como desafío ni como oportunidad.

En ambos casos no existe un discurso dirigido a la comunidad de migrantes latinos en los Estados Unidos, donde viven 38 millones de personas de origen mexicano y 26 millones de otros países de América Latina. Una comunidad de 64 millones de personas, que es mayor a la población afroamericana que roza los 50 millones de habitantes, ambas con un peso muy importante en la economía estadounidense, y cuyas preferencias electorales pueden ser decisivas.

Aunque el formato del debate pretendía abordar muchos otros temas, ambos candidatos continuaron enfocándose en los temas económicos. Particularmente, Trump se caracterizó por girar la conversación hacia los temas de su interés y buscar contradecir a Biden. A pesar de la insistencia de los moderadores, Trump evadió por completo las preguntas más contenciosas, como las relacionadas con el cambio climático o si reconocería los resultados de las elecciones.

De esta manera, Trump logró controlar la narrativa del debate y, al final, cumplió su objetivo: posicionarse como un candidato moderado y, con ello, atraer el voto indeciso. Por su parte, Biden se mostró confuso y errático en sus respuestas, alimentando el temor sobre su capacidad física para sobrellevar la presidencia.

Aún faltan cuatro meses para la elección, en los cuales muchas cosas pueden pasar. Tan solo esta semana, la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos concedió a la presidencia el privilegio de la inmunidad, brindando así una valiosa oportunidad para que Trump pueda sortear algunos de los cargos más graves que se le han imputado. Asimismo, el partido demócrata se está cuestionando sobre si mantener a Biden como su candidato o buscar dar un giro drástico a la campaña. Para configurar una estrategia comercial y de política exterior de México hacia nuestro vecino, queda esperar quién será la contraparte de la Presidenta Sheinbaum durante los primeros cuatro años de su mandato.

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