Mazatlán: crimen, drogas y lavado de dinero

Álvaro Aragón Ayala

La escalada de secuestros, unos permanentes y otros exprés, y la ola de “levantones” y desapariciones, algunas sin retorno y otras con regreso en estado cadavérico, que ocurren casi a diario en el puerto de Mazatlán, ofrece, a raíz de las investigaciones del Centro Nacional de Inteligencia y de inteligencia militar y bajo la perspectiva de la DEA y el FBI, que el “destino turístico”, además de ser el paraíso para el lavado de dinero, es el centro de operaciones de peligrosas bandas delictivas.

Por cariño a Mazatlán, no se vaya a pensar otra cosa, se fraguó una red de complicidades para proteger la imagen del puerto entre empresarios ortodoxos, tradicionales, honorables, que parecen que ya son los menos, y una camada de nuevos inversionistas que aparecieron con costales de dólares sepa Dios o el Diablo su origen. Mantienen una estrategia para “encapsular”, que no salgan “los mitotes” de Mazatlán, como los llaman, en torno a toda clase de crímenes.

La maquinaria de control es eficiente. Exempli gratia: en el 2015, un comando de encapuchados armados hasta los dientes balacearon en el estacionamiento de la Discoteca Antares, en plena Avenida Del Mar, a un grupo de jóvenes que ahí se divertía. Seis murieron y unos 20 más resultaron heridos. Los delincuentes se “esfumaron” pese al montaje de un “intenso” operativo “de persecución” policiaco y militar.

El ataque se registró pese al “blindaje” que mantienen en el puerto autoridades de los tres niveles de gobierno -policías municipales, estatales, ejército y marina ¿y? El escándalo duró sólo unos días. Se sofocó. El dueño de Antares cerró porque el negoció se “quemó”, pero abrió otras empresas rentables en sociedad con otros neo-empresarios. Aquella matanza ya se olvidó.

Hoy, el ascenso de secuestros, desapariciones y asesinatos que -de acuerdo a los análisis de inteligencia policial y militar- ocurren por la permisibilidad de los cuerpos locales de seguridad que instalan “blindajes” de seguridad que facilitan a los delincuentes moverse sin temor a ser capturados, es una descripción encarnada de que el crimen mantiene el dominio en Mazatlán.

El puerto es estratégico para trasiego de drogas a escala internacional, para la venta de estupefacientes al menudeo, para ejercer la prostitución y la pederastia y para el desarrollo de otras prácticas carnales que envilecen al ser humano. La abducción de jóvenes del interior o de los estacionamientos de los antros es alarmante.

Mazatlán no es todo turismo, glamour, narcotours, playa o buena comida. No es únicamente zona de grandes y pequeños hoteles. También es lavado de dinero, de tráfico a baja y alta escala de drogas. Es prostitución, sangre y muerte ruidosa o silenciosa. Hay quienes lo llaman un municipio fallido, donde es fácil “blanquear” dinero de origen dudoso.

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