Nueva Escuela Mexicana: ¿muchas promesas, pocos aprendizajes?

María Teresa Gutiérrez

Hace ya dos ciclos escolares que la Nueva Escuela Mexicana (NEM) llegó a las aulas con la promesa de transformar la educación en el país: un modelo humanista, crítico y comunitario, que pondría al centro la dignidad de las personas, la equidad y la inclusión, una aspiración que está en el texto constitucional.  Pero, como advierte Voces desde el Aula, la más reciente investigación de Mexicanos Primero, entre la narrativa y la realidad hay un largo trecho: planes de estudio que se difundieron tarde, materiales incompletos, capacitación insuficiente para las figuras docentes y directivas, y orientaciones que, en la mayor parte de los casos, fueron contradictorias para las escuelas.

¿Había pasado esto antes en el Sistema Educativo Mexicano? Lamentablemente, no es la primera vez que algo así sucede. A veces parece que en México cada sexenio trae consigo una reforma educativa que promete ser la definitiva. Para muestra basta mencionar que el plan de estudios de 2017 no alcanzó a cumplir un lustro cuando fue sustituido por la NEM, sin una evaluación seria de sus resultados. ¿Cómo se puede corregir un sistema educativo que nunca se analiza a fondo? ¿Qué tan distinto es un modelo nuevo si las condiciones básicas para aprender siguen sin resolverse? Y aquí mencionaré una vez más que lo básico no está garantizado. Escuelas sin electricidad, sin agua y sin baños no son el lugar que nuestras niñas, niños y jóvenes necesitan para aprender.

De acuerdo con la investigación realizada en cada uno de los capítulos estatales de Mexicanos Primero, en el papel, la NEM busca aprendizajes situados en cada comunidad, revalora la labor docente y apuesta por la interculturalidad crítica. Pero en los hechos, miles de maestras y maestros enfrentan confusión y sobrecarga administrativaVoces desde el Aula recoge testimonios que revelan incertidumbre: el codiseño y la planeación colegiada se volvieron exigencias, sin acompañamiento ni recursos que permitan llevarlas a cabo. La autonomía docente, que debería ser una fortaleza, corre el riesgo de convertirse en desorientación, y también de saturar y llevar al límite a las y los profesores.

Mientras tanto, los datos nos recuerdan que lo que está en juego son trayectorias educativas completas de nuestros estudiantes. Hoy, de cada 100 estudiantes que inician la primaria, menos de 30 concluyen la universidad. En cada transición —de primaria a secundaria, de secundaria a media superior— miles se quedan en el camino. Y lo más grave: quienes logran llegar al final no siempre tienen los aprendizajes fundamentales en lectura y matemáticas (de nuevo lo básico).

Desde Mexicanos Primero hemos señalado que el problema no es cambiar de modelo, sino hacerlo sin medir impactos (en un país que no se evalúa) ni garantizar condiciones mínimas. La educación no puede depender de la retórica y quedarse a medias. Lo que nuestro país necesita es continuidad, evaluación rigurosa y políticas sostenidas que aseguren que niñas, niños y adolescentes aprendan lo que necesitan para ejercer plenamente su derecho a la educación.

La NEM puede tener componentes valiosos, pero si no se acompaña de evidencias claras, formación docente pertinente y escuelas con condiciones dignas, corre el riesgo de convertirse en otra reforma que se queda en el papel. No se trata de un plan de estudios, se trata de millones de trayectorias educativas en riesgo. El derecho a aprender no puede esperar a la siguiente reforma.

* María Teresa Gutiérrez es directora de Monitoreo de Indicadores Educativos.

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