Más participación ciudadana y menos barreras políticas para México

Edgar F. Garza Ancira

En un momento clave para la vida política de nuestro país, en el que la presidenta Claudia Sheinbaum, se ha pronunciado a favor de la creación de nuevos partidos políticos, la viabilidad de las candidaturas independientes y la eliminación de restricciones a la participación de cualquier ciudadano, no es una declaración al aire, es un llamado a fortalecer la esencia misma de nuestra democracia.

Desde la perspectiva de la teoría política, una democracia robusta no se mide únicamente por la periodicidad de sus elecciones, sino por la calidad de la representación y la amplitud de la participación ciudadana. Limitar la capacidad de los ciudadanos para organizarse en nuevas fuerzas políticas o para contender por sí mismos, al margen de las estructuras partidistas tradicionales, sería frenar la libre expresión de la voluntad popular. 

La creación de nuevos partidos no fragmenta la vida pública, al contrario, la enriquece, puesto que permite el florecimiento de nuevas ideas, la representación de sectores que se sienten desatendidos y la oxigenación de un sistema que, sin mecanismos de renovación, corre el riesgo de desvincularse de las realidades sociales.

La figura del candidato independiente, en particular, representa una de las expresiones más puras del espíritu democrático. Un ciudadano que, sin el respaldo de una maquinaria partidista, se somete al escrutinio público y busca la representación de sus pares, es un recordatorio de que el poder emana directamente del pueblo. 

Simplificar la burocracia que rodea el proceso, empodera a la ciudadanía y obliga a los partidos establecidos a ser más competitivos, más transparentes y a rendir cuentas de manera más efectiva, lo que enaltece la presidenta Sheinbaum al señalar que la participación de nadie debe ser limitada. 

En una sociedad diversa y plural como la nuestra, cada voz tiene derecho a ser escuchada y cada propuesta, a ser debatida en la arena pública. Restringir la participación por motivos ideológicos, sociales o económicos, no solo es antidemocrático, sino una receta para la polarización y el estancamiento. 

La inclusión de todas las perspectivas, por más disonantes que puedan parecer, es fundamental para construir consensos duraderos y soluciones integrales a los problemas nacionales. Debemos aportar por una democracia más abierta, inclusiva y participativa, puesto que eso es lo que significa gobernar en nuestros tiempos.

Apostemos por la vitalidad de las instituciones y la confianza en la capacidad del pueblo para decidir su propio destino. La consolidación de la democracia no es un proceso que se complete con una sola acción, sino una labor constante de ampliación de los derechos y de apertura de canales de participación. 
Permitir la creación de nuevos partidos, fomentar las candidaturas independientes y garantizar que nadie sea excluido de la contienda política es un paso firme para consolidar una democracia que no le tenga miedo a la diversidad de voces.

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