Sinaloa: Pacificación y elecciones del 2027¿Soportará Culiacán vivir sin el dinero del narcotráfico?

Álvaro Aragón Ayala
Para la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo la pacificación de Sinaloa es una prioridad y se ubica en la agenda político-electoral. Sin embargo, no hay un plazo determinado para terminar con la matanza y la desaparición de personas, la extorsión, el robo de vehículos, la quema de casas, entre otros delitos. Se desconoce también los alcances o los “riesgos” de la pacificación y si Culiacán va a seguir o no conservando su estatus de ciudad progresista sin el flujo de dinero del narcotráfico.
No hay duda: se trabaja con todo el poder del Estado Mexicano, con el accionar de la artillería de las Fuerzas Armada para tratar que la confrontación a balazos, con saldos fúnebres, culmine antes del mes de septiembre del 2026. O sea, que tendrán que ocurrir más tragedias, más asesinatos, para que pueda retornar la tranquilidad al estado. La militarización de la seguridad pública no ha intimidado a los grupos en disputa del Cartel de Sinaloa.
Al gobierno estatal y federal le interesa sobremanera que el conflicto bélico entre los narcos termine para poder trabajar en el desarrollo de un gran proyecto de rescate económico y social que genere confianza en la ciudadanía y que pueda ser usado como instrumento político-electoral y, estratégicamente, sirva para que bajo las siglas de Morena se conserve la gubernatura; ese proyecto económico no incluye los recursos del narcotráfico que han dado vida a las principales ciudades de Sinaloa.
Efectivamente, es una prioridad federal que la conflagración concluya antes de septiembre del 2026, pues es la fecha en la que formalmente arrancará el proceso electoral para el cambio de gobernador, alcaldías e integrantes del Poder Legislativo Estatal. Lo que ocupa y preocupa es entonces el estado de ánimo que privará en la sociedad, a causa de la violencia, en las elecciones del 2027. Si la matanza persiste Morena estaría en riesgo de perder la gubernatura.
Se busca regresar la tranquilidad y en consecuencia contener o paliar el grado de rechazo que ocasiona en perjuicio del gobierno de Morena y su impacto en las futuras elecciones el estallamiento de la violencia criminal. “Se trabaja todos los días. Y cuando hay honestidad, estrategia y trabajo, hay resultados. En Sinaloa y en todo el país. Entonces, por supuesto que se va a pacificar Sinaloa”, dijo en una de sus mañaneras Claudia Sheinbaum Pardo.
Sin embargo, no se explica a la sociedad si la pacificación implica también terminar de tajo con el narcotráfico o cuando menos desterrarlo de Sinaloa para estudiar/diagnosticar si Sinaloa soportará o no vivir en una dinámica en donde no fluya el dinero del narco. Incluso, en este sentido es posible imaginar a un Sinaloa en ruinas sin el “lavado de dinero”. De ahí viene la gesta de la pregunta: ¿estaría dispuesta toda la sociedad sinaloense a vivir fuera del alcance de la riqueza que genera las ganancias del narcotráfico?
Más allá de los planes de pacificación, necesarios para la conservación de la gubernatura, no se habla con precisión sobre la erradicación total de la actividad del narcotráfico que guste o disguste, quiérase o no, convirtieron a Culiacán y otras ciudades de Sinaloa en urbes progresistas, con una dinámica económica impresionante, donde se mueven dólares en cantidades exorbitantes. El narcotráfico se volvió el eje estructurante de la economía sinaloense.
En Culiacán y en otras ciudades el narcotráfico contribuye aún a la generación y a la expansión del empleo y del ingreso y a una cierta mejora relativa del modo y nivel de vida para un número considerable de grupos y sectores debido a las actividades, inversiones y consumos que los narcotraficantes realizan directamente, en sus actividades lícitas e ilícitas y por los efectos amplificadores que inducen en otras ramas y sectores de la economía estatal.
Los principales grupos a los que el narcotráfico crea o mejora -directa e indirectamente- las posibilidades y niveles de empleo, ingreso y modo de vida, son los siguientes: campesinos; laboratoristas; transportistas; traqueteros (representantes de los narcotraficantes en Estados Unidos y otros mercados de exportación);”mulas” o “burros” (hombres y mujeres correos, que llevan droga en vuelos comerciales entre ciudades y países); sicarios, profesionales de la violencia (seguridad, defensa, ataque); y jóvenes disponibles para todo.
Le siguen los abogados para la representación y los consejos legales en problemas y conflictos suscitados por el tráfico clandestino y las inversiones lícitas; contadores para registro y control de los ingresos, expertos financieros; intelectuales, comunicadores, escritores, profesionales de las ciencias humanas y sociales, expertos en relaciones públicas, para la defensa y apología del narcotráfico y sus jefes; empleados en las redes de inversiones, propiedades y empresas legales de los narcotraficantes.
También incursionan los narcos en actividades comerciales y profesionales que satisfacen la demanda de bienes de consumo y servicios de los narcotraficantes, y generan ganancias para arquitectos, decoradores, médicos, veterinarios, choferes, modelos, deportistas, etcétera; empleos e ingresos complementarios, provistos por un narcotráfico captador y corruptor de conciencias y voluntades de policías, militares involucrados por sus responsabilidades y tareas en acciones y decisiones referentes al narcotráfico; personal involucrado en las actividades de prevención y rehabilitación de drogadictos y en la represión de traficantes y consumidores.
Imaginar un Culiacán y otras metrópolis plenamente pacificadas, sin el dinero del narco, es recrear o proyectar ciudades sin inversiones impresionantes, sin crecimiento desmedido, con un sector comercial restringido con mínimas operaciones de compra-venta, restaurantes cerrados, sin clientes, funerarias en quiebra, agencias automotrices sin ventas de vehículos, etcétera, etcétera….