Políticos: los pecados cometidos

Joel Hernández Santiago
Los políticos mexicanos están en capilla. Muchos de ellos han cometido ‘pecados capitales’ y tienen miedo a ser descubiertos.
Guardan silencio estratégico, fingen estar felices, pero ellos en su fuero interno saben lo contrario. La idea de la verdad los tiene en vilo, por aquello del largo brazo de la justicia y las amenazas de integrantes de las pandillas con las que pudieron vincularse en asuntos de narcotráfico. O simple y sencillamente porque sus corruptelas de gobierno y función pública salen a la luz.
Esto tiene origen en la ambición. Ya de poder. Ya económico. Está en aquellos que buscaron el poder político para satisfacer sus propios-individuales e íntimos deseos: la riqueza pronta; la autoridad inmediata. La supremacía sobre hombres e instituciones.
Pero también tiene origen en la deficiencia del gobierno de un país en el que todo es permitido, en el que se estimula el abuso de poder, la corrupción, la mentira, el engaño, el robo, el saqueo y la sobrevaloración del político como ser supremo.
Y también estimulados y protegidos por políticos en el gran poder, sin conciencia de su responsabilidad histórica, de justicia y política. Una forma de complicidad entre aquellos que quieren mantenerse en el poder aun cuando atenten contra la democracia; la misma democracia ausente que –dicen ellos– “los llevó a obedecer el mandato del pueblo”.
Y asimismo –con grandes excepciones– estimulados estos malos políticos, por ciudadanos irresponsables y silenciosos de un país en el que no se tiene asentada la democracia y, por lo mismo, no se tienen sentido del poder del mandato. Un pueblo que no exige por vía democrática. Un pueblo que no reconoce que la soberanía recae en el pueblo, no en los políticos.
Un pueblo que no atiende su propio entorno político y que no exige transparencia de la función pública y democracia. Ciudadanos cómplices de esos abusos y saqueo.
La crisis de México está en ese abuso de poder, en la corrupción y hoy en la delincuencia. Se gobierna, en muchos casos, sin fundamentos ideológicos, sin fundamentos doctrinarios y mucho menos sentido de Nación. Sin principios navegan en el siniestro mundo de oscuridad de gobierno. Nunca decir la verdad es la regla de todo mal gobernante. Ocultar. Guardar silencio.
Los políticos, de cualquier partido, se asumen como el todopoderoso al que hay que obedecer y callar. Ahí los múltiples casos de censura a críticos del gobierno. Los gobernados no deben conocer los intríngulis del gobierno. No deben conocer casos de corrupción y delincuencia en política.
Durante su campaña en 2018 y ya en la presidencia, el ex presidente López Obrador, juró y requetejuró que acabaría con la corrupción en el país. No fue así. Hoy sabemos que la corrupción sigue vivita y coleando en todo México.
Hoy se acusa al gobierno de México de, presuntamente, estar contaminado por la corrupción y por vínculos con el narco. Desde EU el presidente republicano Donald J. Trump lanza dardos envenenados en contra del gobierno de la 4T. Y muchos políticos tiemblan. A lo mejor porque saben lo que son sus pecados cometidos. No todos, cierto, pero muchos tienen las manos sucias.
Lo más reciente es el escándalo entre Adán Augusto López Hernández, senador de la República y Hernán Bermúdez quien fuera su director de Seguridad Pública durante su gestión como gobernador de Tabasco (2019-2021), y hoy acusado de ser presunto cabeza del grupo delincuencial “La Barredora”.
Adán Augusto López dice que como gobernador no sabía o no tuvo conocimiento de los hechos del hoy buscado por la Interpol; que de ser así “lo hubiera cesado de inmediato”. Y la pregunta asimismo sorprendida de los mismos morenistas a Calderón al decir que no sabía lo que hizo García Luna, ex secretario de Seguridad Pública durante su mandato y hoy siendo juzgado en EU.
Parece que todos los pesares para los políticos mexicanos vienen de aquel país. Esto pese a que acá mismo debiera perseguirse este tipo de acusaciones. Muchos dolores de cabeza se hubiera ahorrado el gobierno de la 4T si, en verdad, sometieran a procedimiento judicial a quienes se involucren en asuntos de delincuencia organizada o corrupción.
Hoy a lo más que llegan es asumir que militantes de su partido, Morena, están involucrados en este tipo de señalamientos. Y que –según su presidenta Luisa María Alcalde– se creará una comisión al interior de este movimiento para verificar la transparencia y honestidad de militantes o aspirantes a militancia que provengan de otros partidos.
Para empezar, va a estar en chino esta revisión porque un altísimo porcentaje de extraMorena (los que se agregaron al partido) son trepadores profesionales y provienen de otros partidos políticos.
La espada de Damocles pende sobre aquellos políticos mexicanos que cometen o cometieron corruptelas y vínculos con el mundo tenebroso del crimen organizado o narcotráfico. Ahí están ya, muchos de ellos, miembros de la mafia, que declararon o están dispuestos a declarar nombres de políticos quiénes les favorecieron o contribuyeron en sus actos oscuros, y así evitar cadenas perpetuas en cárceles estadounidenses. Algunos de ellos son: Edgar Valdez Villarreal, “La Barbie”; Ovidio Guzmán “El Ratón (en víspera de declararse culpable y colaborador); Sergio Villarreal Barragán “El grande”; Osiel Cárdenas Guillén; Óscar Nava Valencia, “El Lobo”; Francisco Javier Arellano Félix. Dámaso López Serrano, “El Mini Lic”.
Hoy muchos políticos y funcionarios públicos federales, estatales o municipales tiemblan. Temen a la justicia. Pero sonríen y gobiernan y legislan, como si nada pasara. “Dura lex, sed lex”.