Los enfermos están llegando tarde

Agustín Castilla
El nombramiento del doctor David Kershenobich como titular de la Secretaría de Salud del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum fue bien recibido por tratarse de una persona con una sólida trayectoria como médico especialista en medicina interna y gastroenterología además de sus importantes aportaciones sobre todo en la investigación del hígado, y también se reconoce su gestión por diez años al frente del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.
Con estos antecedentes, la llegada de Kershenobich marcaba un fuerte contraste con el ausente ex secretario de salud –cuyo nombre ya casi nadie recuerda– y particularmente con el muy cuestionado subsecretario López Gatell convertido en activista político y quien en realidad tomaba todas las decisiones mismas que, de acuerdo a diversos informes incluso internacionales, resultaron tan costosas cobrando la vida de miles de personas. Sin duda una de las principales deudas que heredó el gobierno de López Obrador fue precisamente en esta materia ya que desde la desaparición del Seguro Popular y del fracaso del INSABI así como de BIRMEX, sufrió un serio deterioro en ese sexenio como se evidencia con el desabasto de medicamentos, la severa caída en la vacunación sobre todo de niñas y niños con el consecuente regreso de enfermedades que ya habían sido erradicadas, o la cancelación de consultas, estudios, tratamientos y cirugías por al menos dos años provocado en buena medida por la pandemia.
Es cierto que el doctor Kershenobich asumió esta responsabilidad en condiciones muy precarias a lo que se sumó el recorte presupuestal que sufrió el sector para este año, como también lo es que lamentablemente poco o nada ha cambiado en estos casi 10 meses a pesar del compromiso presidencial, pues el desabasto de medicamentos continúa, la Megafarmacia es un elefante blanco –como ya se anticipaba desde su inauguración– y las carencias y tiempos de espera en la mayoría de los centros públicos de salud son notorias.

En este contexto, las declaraciones del secretario de salud respecto a que los enfermos están llegando tarde para atenderse son muy desafortunadas por decir lo menos. Quizá tenga razón en cuanto a que no hay una cultura de la prevención en la población y generalmente se busca atención médica cuando los padecimientos ya están avanzados, siendo que el diagnóstico oportuno es fundamental para un adecuado tratamiento con mucho menores consecuencias para la salud de la gente. Pero no podemos perder de vista que en unos pocos años se duplicó el número de personas que enfrentan carencia de acceso a servicios de salud al pasar de 20.1 millones en 2018, a 50.4 millones en 2022, o que más de la mitad de la población tiene que recurrir a atención médica privada –principalmente consultorios de farmacia con sus limitaciones– con el gasto que ello le representa, ante la falta de capacidad del sistema público de salud.
No se puede responsabilizar a las y los pacientes para justificarse buscando salidas fáciles cuando para lograr una consulta médica en el sector público es necesario destinar varias horas o incluso días además de tener que comprar sus medicamentos en muchos de los casos, y si se trata de una consulta de especialidad el tiempo de espera es de semanas o meses al igual que para lograr que les hagan los correspondientes estudios y les den sus resultados, más aún para poder acceder a algún tratamiento como quimioterapias, diálisis o a cirugía. En estas circunstancias difícilmente las personas con alguna enfermedad podrán recibir atención médica oportuna, siendo que es un derecho constitucional y obligación de las autoridades proporcionarla. No se vale que pretendan lavarse las manos y negar lo evidente.