Culiacán: en el abandono; un ecosistema en crisis

José Luis López Duarte

A poco menos de siete años de gobierno de la Cuarta Transformación (4T) en Culiacán, la realidad que se vive en la capital de Sinaloa es desoladora. Si antes de la llegada de este régimen el clima en la ciudad ya era sombrío, ahora, como expresa la letra de la canción de Óscar Athie, “flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones”, Culiacán ha caído en un estado que recuerda a los pueblos del viejo oeste, donde solo el polvo y unos pocos jinetes vagan por sus calles desoladas, reflejo de un gobierno que parece sumido en la incompetencia.

Con la llegada de la temporada de lluvias en junio, la preocupación por la falta de operativos preventivos es palpable en el caso de arroyos en riesgo de desbordarse, líneas eléctricas bloqueadas y una acumulación preocupante de basura son sólo algunas de las problemáticas que han sido ignoradas. La proliferación de moscos amenaza con convertirse en una plaga, y aún no se han realizado campañas efectivas de descacharrización y fumigación.

La intervención de Protección Civil y Tránsito es casi nula. En una ciudad donde los semáforos están fundidos y la señalización en cruceros peligrosos brilla por su ausencia, los ciudadanos se ven obligados a navegar un laberinto caótico. La falta de policías preventivos y de tránsito hace que Culiacán sea un paradigma del deterioro y la desatención en un estado que debería priorizar el bienestar de sus habitantes.

Los problemas de recolección y tratamiento de basura siguen siendo una agenda pendiente, obviando el discurso ecologista del presidente. Tras siete años de gobierno, la única solución parece ser recoger la basura y llevarla al mismo basurón de siempre, replicando prácticas neoliberalistas. No se han implementado iniciativas innovadoras como seria la creacion de una fabrica procesadora de basura donde se aprovechen todos los desechos tanto organicos e inorganicos, otra muestra del desinteres es la falta de botes y contenedores en las calles; el camión de la basura pasa cuando quiere, y muchas veces los ciudadanos no están informados de su itinerario.

Una de las investigaciones que debe hacerse es sobre el paradero de los camiones urbanos adquiridos durante la administración de Quirino Ordaz. Su ausencia en las calles genera suspicacias y deja la impresión de que la compra fue meramente simbólica. Los pocos que circulan pertenecen a programas de antaño, como “Red Plus”, que, aunque funcionaron en su tiempo, evidentemente no son suficientes para atender las necesidades actuales de transporte público.

Es igualmente alarmante el abandono del proyecto de metrobús impulsado por Jesús Estrada Ferreiro, que prometía un sistema eficiente de transporte en dos etapas, con un costo estimado de 3 mil millones de pesos. Pese a las promesas iniciales de financiamiento de Banobras y otros organismos, hoy no hay visos de que este plan se lleve a cabo, dejando a la ciudadanía sin alternativas viables.

La instalación de más de 2 mil cámaras de vigilancia, que no pertenecen oficialmente al C5, plantea serias interrogantes ¿Acaso estas herramientas están siendo utilizadas todavía por bandas criminales? La falta de transparencia en este asunto, al igual que en las condiciones actuales del C5, refleja un patrón de desinterés en la seguridad pública.

En cuanto a la Guardia Civil y su compromiso de presencia en escuelas, la realidad es decepcionante. La falta de control en horarios críticos pone en riesgo a los niños y jóvenes, que deberían ser priorizados en cualquier estrategia de seguridad.

Si bien es cierto que la crisis que atraviesa Culiacán es multifacética y compleja, también debemos señalar la falta de respuestas efectivas y soluciones duraderas por parte de quienes ostentan el poder. No se trata solo de consignar problemáticas. Se requiere una acción real que atienda las necesidades de la población y reconstruya la confianza en sus autoridades. La herida de Culiacán supura por donde se le presione y es imperativo que se tomen decisiones que, al fin, puedan comenzar a sanar la ciudad.

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