El hundimiento

Álvaro Aragón Ayala
El haber convertido a la principal universidad pública de Sinaloa en la Universidad del Conocimiento, orientado en su interior la civilidad y el respeto, ganándose la admiración de empresarios, agricultores, pescadores, ganaderos, comerciantes, inversionistas, y de todo el pueblo de Sinaloa, vigoriza la formación profesional de generaciones de estudiantes con una mentalidad transformadora.
Una de las tantas tareas en la Universidad Autónoma de Sinaloa es el rescate de la imagen de la institución, sumida en el pasado reciente en el desorden y la diatriba intramuros. Otra más es apuntalar los andamiajes de la transparencia y de los procesos de enseñanza-aprendizaje, y elevar, por supuesto, la calidad educativa de la Casa Rosalina para que conserve el grado de excelencia. La UAS ya logró su internacionalización.
La labor es titánica porque fue enorme el daño intelectual y ético que le provocó a la Universidad y al conjunto de Sinaloa la generación del insulto y la barbarie, aquella reducida corriente de universitarios proclives a la destrucción y que, a través de la agresión verbal y el chantaje, se empoderaba en los cargos de la máxima casa de estudios. La insolencia tenía, pues, carta de naturalización.
En la Universidad del Conocimiento, en el marco de la libertad de pensamiento y compromiso con la estabilidad de la institución, se vive el proceso electivo del Rector para el periodo 2025-2029, con una nueva Ley Orgánica que, quienes la promovieron, calificaron de democrática y de avanzada, y que permite el voto unitario de los universitarios, incluyendo a toda la comunidad estudiantil.
La jornada electiva es histórica. Herederos de la generación del insulto pretenden, por medios canallescos, enlodando la imagen de la Casa Rosalina, tomarla por asalto, sí, con el arma de la voz altisonante, ofensiva, ruin, buscando regresar el proceso a lo peor de las elecciones del pasado, injuriando a los directivos de la Casa Rosalina y agrediendo a la Comisión de Elecciones y Consultas.
En las comparecencias públicas de los candidatos a la Rectoría, Jesús Madueña Molina elevó su estatus de defensor de la Universidad del Conocimiento, en tanto que Denise Díaz Quiñónez se hundió. Uno demostró ecuanimidad, madurez y experiencia, y planteó su Plan Visión 2029. La otra usó la tribuna para lanzar estiércol contra la Universidad, negando su crecimiento y descalificando el proceso en el que participa.
El Proyecto Universitario del Insulto es, pues, propiedad de Denise, aunque su hechura corresponde a la vieja generación, aquella que abrevaba de la Universidad Anárquica, de la que es heredera. Es generalizado, entonces, el rechazo de la comunidad estudiantil, de académicos, administrativos y trabajadores de confianza, hacia Denise y la conspiración que representa, definida en su feroz discurso.
En la última de las cuatro comparecencias, los estudiantes no aguantaron los insultos contra la UAS y tupieron con rechiflas a la candidata que no se cansó de desacreditar el proceso. La derrota de Denise está, así, anunciada. Es probable y posible que no alcance el 0.5 por ciento de los votos, aunque algunos calculan que obtendrá el 2 por ciento, lo que indica que la estrategia de la blasfemia no es la ruta para demoler a la Universidad del Conocimiento.
Ahora, ante la inminente caída, aquellos que promovieron la Ley Orgánica, y que la calificaron como democrática y de avanzada, y que creyeron que los estudiantes y los trabajadores les cederían el control de la Universidad, planean “reventar” las elecciones y reparten culpas suyas faltándole el respeto al gobernador preguntándole ¿no tuvo Rubén Rocha un amigo en su gobierno que le aconsejaran no enviar esa ley al Congreso?
Lo cierto es que la Universidad Autónoma de Sinaloa no puede regresar al pasado, no puede caer en manos de los herederos de la casta del insulto que amenaza con atentar contra la esencia de toda universidad: libertad de pensamiento para el desarrollo de la ciencia y la cultura, la formación de profesionistas capaces y comprometidos con su sociedad, y ser la conciencia crítica de su espacio y tiempo.