La voluntad propia

Karolina Gilas

La separación de poderes es un principio fundamental de la democracia moderna. Propuesto por Montesquieu y refinado por los padres fundadores de Estados Unidos, este concepto busca prevenir la concentración excesiva del poder en una sola institución o individuo. James Madison, en el Federalist Paper No. 51, explicó que, en una democracia, cada rama de gobierno debe tener “una voluntad propia” (a will of its own).

Esta idea va más allá de la mera división formal de funciones, pues la “voluntad propia” implica que cada poder del Estado –Ejecutivo, Legislativo y Judicial– debe tener la capacidad y la determinación de actuar de manera independiente, incluso cuando esto signifique oponerse a las otras ramas. No se trata sólo de tener diferentes funciones, sino de tener la autonomía para ejercerlas sin someterse a presiones indebidas de los otros poderes.

Esta independencia es crucial por numerosas razones. En primer lugar, actúa como un baluarte contra la tiranía, evitando que un solo poder acumule demasiada autoridad y se vuelva autoritario. Además, juega un papel vital en la protección de los derechos individuales, ya que cada rama del gobierno puede defender a la ciudadanía de los posibles abusos de las otras.

En segundo lugar, la “voluntad propia” de cada poder también contribuye significativamente a mejorar la calidad de las decisiones gubernamentales.

Cuando existe una deliberación genuina entre poderes verdaderamente independientes, es más probable que surjan políticas equilibradas y más efectivas. Este proceso de debate y contrapeso no sólo refina las propuestas, sino que también ayuda a prevenir errores y excesos.

En tercer lugar, la separación de poderes tiene impacto sobre la percepción pública y la legitimidad del sistema político. Cuando la ciudadanía ve un gobierno dividido y controlado, donde cada rama actúa como un verdadero contrapeso de las otras, tiende a confiar más en sus instituciones. Esta confianza es el cimiento sobre el cual se construye una democracia estable y duradera.

Así debe funcionar el sistema de separación de poderes –al menos en teoría–, pues la situación actual en México pone en duda la existencia de esta “voluntad propia” en los diferentes poderes y niveles de gobierno y evidencia una erosión de la separación de poderes en México.

La reciente aprobación de la reforma judicial en México, impulsada por el partido gobernante Morena y sus aliados, no sólo es preocupante por su contenido –que propone cambios radicales como la elección popular de jueces–, sino por el proceso mismo de su aprobación…

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