Urge hacer mucho más en psicología policial

Saúl Arellano

Uno de los ámbitos en los que menos se ha trabajado en nuestro país, en lo que se refiere al desarrollo organizacional de las corporaciones policiacas y militares, es el de la salud mental y la atención psicológica de sus integrantes. A nivel federal, se cuenta con muy poco personal y recursos para esta área en la Guardia Nacional; y a nivel estatal no hay ninguna corporación que se distinga por tener un modelo que pueda presumirse en ninguna conferencia internacional seria.

Soldado mexicano en una misión de seguridad
Elementos de la Guardia Nacional y el Ejército Elementos de la Guardia Nacional y el Ejército (Cuartoscuro)

En ese sentido, uno de los grandes retos que tendrá el secretario Omar García Harfuch será precisamente el de construir, como parte de la estrategia nacional de seguridad pública y ciudadana, toda una nueva lógica de intervención en materia de psicología policial, para lo cual se cuenta con varias experiencias internacionales de las cuales se puede aprender.

Hay al menos cuatro ámbitos que deberían ser atendidos con prontitud. El primero de ellos es el comprender que la tarea de quienes realizan actividades de seguridad están sometidos todo el tiempo a procesos de tensión y conflicto. En esa lógica, es urgente que las y los policías estén capacitados para el manejo del estrés; para la mediación y resolución de conflictos sin tener que llegar al uso de la fuerza; y por supuesto, para desarrollar estrategias de atención psicológica a quienes viven eventos con potencial traumático como es el enfrentamiento armado, sufrir lesiones o enfrentar la posible pérdida de compañeras y compañeros en el cumplimiento dl deber.

La segunda área estratégica, desde la perspectiva de la psicología policial es la relativa a cómo construir nuevos sistemas de control de las y los policías, lo cual va mucho más allá de los denominados “controles de confianza”. Dado que no hay consenso sobre la existencia de una “personalidad policial”, o de “perfiles estándar” para el “ser policía”, lo que se requiere es el desarrollo de protocolos de ingreso más allá de la capacitación de las academias estatales y municipales, las cuales ponen énfasis en la generación de destrezas físicas y de uso de fuerza, pues sigue prevaleciendo el enfoque reactivo ante la criminalidad y la violencia.

Las preguntas esenciales en esa área son simples: ¿a quiénes les estamos dando armas para proteger a las y los demás? ¿Son aptas estas personas para manejar de manera apropiada, con criterios óptimos de proporcionalidad de fuerza y capacidad de reacción ante situaciones de peligro para la población o para ellas y ellos mismos?

En esa perspectiva, hace falta hacer mucho más siguiendo modelos como los de la tradición anglosajona, donde las unidades de asuntos internos están avocadas al análisis científico de la intervención policial y, con base en ello, crear y perfeccionar sus protocolos de intervención y de control institucional. Esto implica un seguimiento de la salud mental de las y los policías y de sus entornos, y de la generación de estrategias para la adecuada atención de quienes, debe insistirse, deben trabajar todos los días con lo más complejo de la sociedad, que es la violencia y la delincuencia, de manera cotidiana.

La tercera dimensión es la capacitación policial para la intervención en comunidad. Sobre todo, a nivel municipal, donde las responsabilidades de las policías preventivas se concentran en la atención como “primeros respondientes”. Las y los policías locales carecen, en su mayoría, de las herramientas para la resolución pacífica de los conflictos. Menos aún para intervenir con las herramientas apropiadas en casos de violencia familiar, agresiones a niñas y niños o a personas adultas mayores.

La cuarta dimensión es la generación de nuevas capacidades para la contención de crisis individuales o colectivas. Los recientes casos de los desastres y emergencias como en Acapulco, han mostrado cómo las policías locales no cuentan con los mecanismos, ni propios ni de coordinación apropiada con protección civil para la atención de personas que pierden todo y que enfrentan riesgos emergentes como el robo, la rapiña e incluso otros delitos como agresiones físicas y sexuales. ¿Cuál es la tarea de las policías locales y estatales en esos casos?

Hay países como Chipre, España, Croacia, Italia, que han logrado construir sistemas policiacos donde se tiene a más de 500 elementos por cada 100 mil habitantes, y que superan la media europea en ese indicador. Pero además de ese número tan importante, lo que más debe destacarse es que han desarrollado esquemas institucionales para la construcción de nuevas estrategias y acciones organizacionales de psicología policial y militar, que están dando, en términos generales, resultados importantes

Una transformación profunda de las corporaciones policiales inicia por lo más básico: comprender que las y los agentes de policía son seres humanos que están sujetos a un estrés permanente. De hecho, la profesión policial es considerada como una de las más estresantes en el mundo. ¿Con qué capacidades y herramientas cuentas las y los agentes y oficiales policiales en nuestro país? ¿Cuáles son los filtros de acceso?

En un país donde amenazan, golpean, desaparecen o asesinan a policías. En efecto, de enero al 31 de octubre del 2024 se tenía un conteo de 257 policías asesinados, es decir, uno al día. ¿cómo se lidia con eso? ¿Cómo se espera que estas personas sean cordiales y empáticas con la sociedad a que deben servir y proteger?

La tarea que tenemos por delante en esta materia es por supuesto mucho más compleja que lo que aquí se apunta; y más nos vale, como país, comenzar a transformarla, y eso debe iniciar ya.

Investigador del PUED-UNAM

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