Sin crecimiento económico, no habrá prosperidad

Jonathán Torres

Claudia Sheinbaum, en su discurso de toma de posesión de la Presidencia de la República, lo planteó así: “Para bien de México, de todas y todos, vamos a continuar con el humanismo mexicano (…) Para que haya prosperidad, debe ser compartida o, dicho de otra forma, por el bien de todos, primero los pobres”.

Con la llegada del nuevo gobierno, el término ‘prosperidad compartida’ se ha puesto sobre la palestra y como uno de sus principales objetivos, lo que significaría que, para materializarlo, se tendría a un país que avanza, crece, genera riqueza para repartirla mejor. Sin embargo, las expectativas económicas documentan el pesimismo.

La semana pasada, BBVA se sumó a otras instituciones y organismos internacionales que han movido a la baja sus pronósticos de crecimiento para la economía mexicana para 2024, al colocarla en 1.2%, y para 2025 en 1.0%, advirtiendo además una tendencia hacia su desaceleración. “Los tres primeros trimestres de 2023 teníamos tasas de crecimiento muy potentes (…) desde entonces, una negativa en el cuarto trimestre (…) entonces, es una economía que claramente se está desacelerando”, afirmó esta institución financiera en su Informe “Situación México”.

La fórmula para hacer realidad la ‘prosperidad compartida’ es muy simple: el pastel tiene que repartirse mejor, pero, sobre todo tiene que crecer; no es suficiente que el pastel alcance para todos los invitados, sino que tiene que ser de dos o más pisos, para ampliar la base de ingresos de todos aquellos que son parte de la fiesta. Dicho lo anterior, las estimaciones perfilan que el pastel para el próximo año no solo no será el mismo, sino que será de un piso y con porciones más pequeñas.

Nadie puede estar en contra de la cruzada de la presidenta Sheinbaum para detonar la prosperidad en un país en el que ésta, por siempre, se ha repartido en pocas manos. Pero, dadas las actuales circunstancias, esta promesa tendrá que sortear un camino lleno de piedras. De arranque, el nuevo gobierno tiene dos apuestas: seguir aumentando el salario mínimo, progresivamente cada año, que permita cubrir 2.5 canastas básicas; así como aumentar la entrega de transferencias monetarias.

Durante muchos años las tasas salariales en México se mantuvieron en niveles muy bajos, por lo que podría haber condiciones para continuar con su proceso de recuperación, pero la gran apuesta está en contar con un entorno que dé paso al crecimiento de la economía, pero principalmente a una estrategia que mejore los indicadores de productividad de la actividad económica para así mejorar los salarios. No es una cuestión de fe; mejores empleos generan mejores salarios.

“El crecimiento debe estar en el centro de la agenda del gobierno, en forma muy explícita, pero se necesitan instrumentos para concretarlo y que favorezcan en particular a los grupos de menos ingresos”, afirma John Scott, consejero del Coneval y ex director de la División de Economía del CIDE.

El sector privado es también protagonista de esta historia. Si bien el incremento al salario mínimo es producto de lo que la OIT llama ‘diálogo social’ -en el que participan gobierno, sindicatos y empresas-, la IP requiere de condiciones para ampliar la actividad productiva, pero también se requiere de voluntad de su parte para que las tasas salariales mejoren y, eso, está a prueba en una coyuntura en la que se están incrementando las cargas patronales a raíz de varias iniciativas de ley y de otras que están perfilándose (como la reducción de la jornada laboral).

Por su parte, Rogelio Gómez Hermosillo, coordinador de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, sostiene que, si bien hay una reducción de la pobreza en México gracias al incremento al salario mínimo, la raíz laboral de la pobreza no ha cambiado significativamente. Al respecto, el documento “La raíz de la pobreza”, de esta misma organización, expone: “La principal causa de la cantidad de personas en pobreza son los bajos salarios y los trabajos sin seguridad social. No se puede pretender combatir la pobreza únicamente con política social. Mucho menos con programas sociales”.

En ese sentido, la narrativa que, inicialmente, ha desplegado la nueva administración, orilla a pensar que la entrega de transferencias monetarias es un camino para contribuir a la prosperidad. Así, en entornos donde reinan las necesidades, los apoyos sociales y las transferencias monetarias ayudan a aliviar, de algún modo, las circunstancias que capturan a poblaciones vulnerables, pero de ninguna manera contribuyen a generar un círculo virtuoso para hacer crecer la economía.

“No hay ningún programa social, sobre todo con transferencias monetarias, que pueda sustituir el trabajo como la puerta para salir de la pobreza”, complementa Rogelio Gómez Hermosillo. “Para generar prosperidad, hay que mejorar las competencias y habilidades de la población porque si la educación que recibes es pobre, vas a tener un trabajo pobre”.

En realidad, el monto de transferencias monetarias en México es relativamente bajo, en comparación a otros países de la OCDE. El problema está en que no hay una estrategia integral que asegure que las transferencias se aplican de la mejor manera posible, ni en términos de cómo están diseñadas ni a quién le llegan. Por ejemplo, hay un desbalance enorme entre los beneficios a adultos mayores y el resto de la población, sobre todo las infancias. Por lo tanto, el foco no está en que se gaste mucho en transferencias, sino en su diseño.

“El nuevo gobierno debe reconocer que el salario mínimo y las transferencias, sin recursos fiscales adicionales, es un triángulo que no se puede llevar adelante. Yo espero un cambio de estrategia y de narrativa, que justamente convoque a un proceso de desarrollo económico incluyente”, añade John Scott.

Conclusión: impulsar la prosperidad para todas y todos es el gran objetivo, pero el gran riesgo está en pregonar el término con intereses políticos y nada más. Dicho lo anterior, estamos frente a dos caminos: construir condiciones que nos permitan tener un crecimiento sostenido o desplegar narrativas, retóricas y pegajosas, que empoderen la idea de que el asistencialismo es el camino para mejorar las condiciones de vida de las personas.

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La suerte del Coneval aún pende de alfileres. En este momento, Claudia Sheinbaum no se ha manifestado sobre la reforma que plantea la desaparición de los órganos autónomos y reguladores, entre los que se encuentra la institución responsable de medir el estado que guarda la pobreza multidimensional en México. Algunos analistas confían en que el nuevo gobierno entrará en razón y no irá más allá. Pero también es cierto que no hay mucha evidencia para alimentar el optimismo.

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