El futuro de México está atado al éxito de empresas familiares. ¿Cómo lograrlo?
Eduardo Asaf
Todas las madres y los padres piensan en el legado de su familia. Como sus padres y sus abuelos, cada generación busca mejorar las oportunidades de la siguiente y contribuir con algo que perdure en el tiempo. En el caso particular de aquellas familias que fundaron y mantienen una empresa, ese legado se materializa en una organización que concentra el esfuerzo y la dedicación de las generaciones pasadas, y que otorga oportunidades y responsabilidades a las siguientes generaciones.
En el caso de estas empresas, la gobernanza y la sucesión suelen dominar las conversaciones relacionadas con los problemas que enfrentan para conseguir ese legado, pero no son los únicos. La receta para el éxito es holística e incluye otros ingredientes igual de relevantes como la planeación estratégica, la eficiencia operativa y el manejo del talento. Las mejores empresas familiares destacan no solo por su cohesión y armonía, sino también por su mentalidad y las acciones concretas que toman en los negocios.
Para poner en contexto su impacto en la economía mexicana, las empresas familiares, que técnicamente son aquellas en las que los fundadores o descendientes poseen un importante capital social o derechos de voto, representan 9 de cada 10 empresas, contribuyen con más del 80% del Producto Interno Bruto, y generan casi el 70% de los empleos en el país, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
Sin embargo, nos encontramos en un momento crítico para las empresas familiares en el país. Según la Coparmex, 40% de las empresas en México enfrentan una transición generacional, lo que pone en riesgo la continuidad de su negocio. A nivel global, dos de cada tres empresas familiares llegan a la segunda generación, 30% a la tercera, y solo el 10% llegan más allá, cifra que en México se reduce al 5%.
Es entonces fundamental entender cuáles son los factores que contribuyen a que las empresas familiares tengan un desempeño sobresaliente.
Para explorar las claves del éxito, McKinsey llevó un análisis de 600 empresas familiares que cotizan en Bolsa, de 10 sectores y 75 países diferentes; y las comparó con el mismo número de empresas públicas no familiares.
Parte de lo reflejado es que las palancas de generación de valor cambian según el tamaño de las empresas, por ejemplo, las organizaciones medianas tienden a ser mejores inversionistas, mientras que las empresas grandes resultan ser mejores operadores. Sin embargo, estas no son reglas que apliquen para todos, ya que Grupo Bimbo tiene diferentes atributos y desafíos que Coppel, o que una maquiladora en Chihuahua. Entonces la pregunta es: ¿qué distingue a las mejores empresas familiares?
Examinando las similitudes entre las compañías con el mejor desempeño, se puede identificar una “fórmula de creación de valor” que plantea 4 mentalidades clave y 5 acciones estratégicas. Las cuatro mentalidades son: foco hacia un propósito que va más allá de los resultados (aunque estos son críticos), orientación a largo plazo (mayor reinversión), un perfil financiero conservador (menor apalancamiento) y la toma de decisiones centralizada.
Las empresas familiares destacadas complementan con cinco acciones estratégicas enfocadas a sus prácticas de negocio.
Diversifican sus carteras. El 40% de las mejores organizaciones familiares genera 50% o más de sus ingresos fuera de su actividad principal. Para ello, buscan activamente expandirse inorgánicamente, ejecutando operaciones menores de fusiones y adquisiciones, pero que generan más valor. Como una vez me dijo un industrial de una empresa familiar, es clave evitar la “miopía de lo cotidiano”. El actual escenario económico presenta además oportunidades para el crecimiento orgánico, por ejemplo, el nearshoring.
(Re)asignan recursos activamente. Las compañías familiares exitosas son ágiles en el uso del capital, con el triple de posibilidades de haber desplazado más del 30% de su capital a nuevos negocios o regiones en los últimos años. Es importante resaltar la correlación positiva entre los niveles de reasignación de capital y los retornos promedio a los accionistas, además de un menor riesgo de quiebra o adquisición.
Operan e invierten de manera excepcional. Como mencionaba, en general, las empresas familiares jóvenes despliegan el capital de manera más eficiente y a medida que “maduran”, tienden a convertirse en mejores operadoras. Pero las mejores son buena en ambos, con mejor rotación de capital y márgenes operativos, por dos motivos: modelos de gestión rigurosos y un mayor enfoque a la medición del desempeño.
Tienen una obsesión con el talento, reflejado en que 86% de las mejores empresas familiares afirman atraer al mejor talento, y 9 de cada 10 dicen ser buenas para desarrollarlo. Esto es producto de sus acciones concretas, como la alta inversión en programas de capacitación.
Aseguran una buena gobernanza. No deja de ser un elemento fundamental. La mayoría de las mejores empresas documentan roles y responsabilidades, y el 90% tiene juntas directivas independientes. Las empresas multigeneracionales son meritocráticas y casi en su totalidad involucran a ejecutivos externos en su gestión, es decir, priorizan la supervivencia del negocio, aunque signifique confiar sus riendas a alguien más.
Estas cinco acciones no son una receta infalible, el juicio y la adaptabilidad son esenciales. Por ejemplo, las empresas que enfrentan transiciones generacionales pueden enfocarse en la gobernanza, mientras que aquellas de industrias de bajo crecimiento o vulnerables, pueden priorizar la incursión en nuevos negocios.
Cualquiera que sea la secuencia, el éxito de las empresas familiares es producto de una fórmula holística. En el estudio, las empresas que apalancaron sus elementos lograron crecimiento en generación de valor hasta cuatro veces mayor. Otras pueden hacer lo mismo, por el bien de sus familias, sus empresas y, en consecuencia, del crecimiento económico de México, sin olvidar el objetivo de sus padres y abuelos: mantener su legado.