Nuevas realidades económicas, nuevos retos
Saúl Arellano
El Fondo Monetario Internacional acaba de dar a conocer sus estimaciones para el cierre de este año, donde el Producto Interno Bruto (PIB) de México incrementa a 1.81 billones de dólares, es decir 400 mil millones de dólares más a los registrados el año anterior; con ello estamos cerrando un periodo incertidumbre económica que devino de la pandemia. Esto posiciona al país en el número 12 del ranking de las 20 mayores economías del mundo.
Recordemos que la economía de un país crece cuando su PIB aumenta, lo que significa que hay más dinero para construir edificios, casas o comprar maquinaria y que producirán más bienes y servicios. Esto es beneficioso ya que abre la posibilidad a que exista mayor empleo, mayor consumo y mejor calidad de vida.
Además, el salario mínimo pasará de 207.44 a 248.93 pesos diarios en la mayor parte del país y para la zona fronteriza del norte será de 312.41 a 374.89 pesos diarios. Con este incremento la recuperación del poder adquisitivo acumulará 110% entre 2018 y 2024. Así se supera la meta planteada por el presidente Andrés Manuel López Obrador de alcanzar al menos una recuperación del 100% respecto a lo que se tenía al inicio del sexenio.
La política de incremento a los salarios mínimos del Gobierno de México rompió con el antiguo modelo de contención salarial que propició que entre 1976 y 1999 se perdiera el 75% del poder adquisitivo. Además, cabe recordar que entre el año 2000 y 2017 los incrementos fueron casi a la par de la inflación, en perjuicio de las personas trabajadoras del país y sus familias.
En cuanto a la inversión extranjera directa (IED), entre el 1° de enero y el 30 de junio de 2023 ascendió a 29 mil 40.8 millones de dólares, lo que implicó un incremento de 5.56% respecto a lo captado en el mismo periodo de 2022. Y de acuerdo con la encuesta recabada por el Banco de México, el sector privado estima que la entrada de recursos a México por concepto de IED podría ascender a 36 mil 700 mdd en 2023 y 37 mil 674 mdd para 2024.
Por si fuera poco, en el primer trimestre de este año nuestro país se colocó dentro de los principales países receptores de IED en el mundo, estos fueron: Estados Unidos, Brasil, China, Canadá, México, Alemania, Francia, Australia, Suiza, e India.
En este contexto, nos mantenemos como una de las naciones que impulsa políticas y acciones que nos hacen competitivos a nivel mundial; es decir, nos volvemos atractivos para la inversión extranjera que, a su vez, es uno de los elementos que apuntalan la economía y permiten polos de desarrollo, como los trenes de pasajeros que serán un legado que este gobierno dejará a las generaciones por venir.
Estos elementos del crecimiento económico y el Salario Mínimo se debieran traducir en una mayor capacidad adquisitiva, pero no solo ello, sino también debemos plantearnos cómo convertir esto en desarrollo y bienestar para las y los ciudadanos. Esto es, que la riqueza sea efectivamente bien redistribuida a través de una política fiscal responsable de la mano de un gasto social enfocado a la inversión.
Se ha roto la teoría de que el crecimiento debe llegar primeramente a las cúpulas para que por “goteo” se filtre a las bases. Nos han demostrado que dándole capacidad adquisitiva a los que menos tienen, se detona la cadena de consumo y propicia el crecimiento.
En ese sentido, los retos que se advierten no son menores, es tiempo de plantear políticas educativas que se encuentren a la altura de las nuevas condiciones económicas de nuestro país. Es decir, cuestionarnos si la educación debe seguir estando enfocada a crear mano de obra barata o es el momento de transitar a las exigencias de un mercado cada vez más poderoso.
Por lo tanto, el crecimiento debe estar enfocado a impulsar sectores estratégicos de la vida nacional y la agenda educativa debe ser prioritaria. Es necesario fortalecer la educación media superior y superior; no únicamente construyendo más escuelas, sino adaptar los planes de estudios a las nuevas realidades que nuestro país tiene por enfrentar.