AMLO, no accidente, sino producto del fracaso del PRI, el PAN y el PRD

Carlos Ramírez

En su presentación oficial en el primer foro de corcholatas de la alianza opositora, la socióloga Beatriz Paredes Rangel dio en el blanco con la interpretación de la crisis mexicana al explicar, desde su punto de vista, que los partidos de la hoy oposición no son responsables del modelo político de Andrés Manuel López Obrador, sino que el tabasqueño fue producto de un “accidente histórico”.

En sus clases de sociología en la UNAM, Paredes debió haber faltado a la clase donde se habló de la sociedad como un producto del desarrollo histórico y que muchos de sus resultados no son accidentes sino producto de la evolución de las contradicciones sociales, de producción y de correlación de fuerzas políticas.

Ahora nadie quiere hacerse cargo de la responsabilidad histórica de la gran victoria electoral de López Obrador en 2018 con 53% de votos y 30 millones de sufragios, una cifra que desde el fraude electoral de Carlos Salinas de Gortari en 1988 el PRI había perdido como parte de su fracaso político-electoral. Y que los dos sexenios del PAN también se colocaron abajo del 50%, incluyendo el fraude electoral del 2006 para beneficiar a Felipe Calderón Hinojosa.

En este sentido, el primer foro de las corcholatas opositoras, por el contenido de sus intervenciones, puede ilustrarse de manera gráfica: cuatro políticos que acababan de bajarse de una nave extraterrestre y se encontraron con un México desconocido y por lo tanto sus discursos se resumieron en una argumentación en lenguaje extraterrestre: “venimos a salvar a México, hágannos su líder”, aunque los cuatro en sus tiempos y circunstancias aparecen de manera directa como funcionarios e indirecta como miembros de sus partidos como corresponsables del caos y la crisis que prohijaron la victoria política de López Obrador en julio de 2018.

Si la socióloga Paredes tuviera coherencia y honestidad intelectual y política, mejor haría en revisar sus libros de la licenciatura en sociología para entender que el desarrollo histórico carece de accidentes y que su desenvolvimiento es producto de las contradicciones entre las clases sociales y productivas.

Paredes, en el PRI en donde se dieron las contradicciones en el desarrollo histórico de su funcionamiento político, ideológico y de representaciones de clases, fue copartícipe en modo de complicidad del caos político que llevó al PRI de la estabilidad política y el bienestar social de 1970 al empobrecimiento del 80% de la población en el 2018 y las represiones brutales, y lo hizo desde sus diferentes posiciones de poder: diputada, senadora, gobernadora, nada menos que presidenta del PRI y dos veces subsecretaria de Gobernación, y en todas esas tareas hubo de tomar decisiones que tuvieron que ver con la descomposición de la República bajo los gobiernos del PRI y del PAN.

Como política, funcionaria, representante popular y miembro histórico de la dirigencia de la Confederación Nacional Campesina –el bloque de los hombres del campo que fundó Cárdenas para defender a los campesinos como factores de producción– avaló sin rubor los populismos que destrozaron las finanzas públicas con Echeverría y López Portillo, pero también su presencia y apoyo avaló las reformas neoliberales de Salinas, comenzando con la del 27 constitucional que privatizó el ejido cardenista, empobreció más a los campesinos y los empujó a huir del país así Estados Unidos como braceros.

En este sentido, Paredes contribuyó a la conducción del país del bienestar y estabilidad en 1970 al empobrecimiento y caos de 2018 que llevó a López Obrador hacer producto de las contradicciones en el desarrollo del país que el PRI y el PAN provocaron y no un accidente histórico.

El junior Enrique de la Madrid Cordero sorprendió a la audiencia en el foro de corcholatas opositoras con su enojo y furia por lo que han hecho con su México, pero ayudaría mucho a racionalizar su discurso si él mismo explicara que el México caótico del 2018 que prohijó a López Obrador tuvo su segunda fase destructora a partir del ciclo neoliberal de 1982 encabezado por el presidente Miguel de la Madrid Hurtado, quien llegó al poder a partir de ciertos textos de nacionalismo económico pero inicio la reforma neoliberal que acumuló los peores pasivos social: crecimiento promedio del PIB anual de 0%, acumulación en su sexenio de 7 millones de la población económicamente activa que no encontró trabajo en el sector formal, desplome de la producción campesina y la peor devaluación de la historia: de 26 pesos por dólar a 2,300, 8,700%.

Y habría que incorporar también revisiones de tipo político, comenzando con el fraude electoral del 6 de julio de 1988, la caída del sistema de cómputo en la Secretaría de Gobernación de Manuel Bartlett Díaz, el recuento fraudulento de votos por actas falsificadas y el uso del Ejército como amenaza si la oposición se atrevía a abrir los paquetes electorales. En una entrevista con Jorge Castañeda para su libro La Herencia, De la Madrid aceptó su corresponsabilidad en las instrucciones que tergiversaron el recuento de los votos.

Y como De la Madrid Cordero acaba de bajar de una nave extraterrestre, bien podría solicitar una carpeta de recortes periodísticos sobre uno de los crímenes del poder más brutales y deleznables de la era priista: el asesinato del columnista Manuel Buendía, de Excelsior, cuando iba a comenzar a publicar datos sobre la penetración del narcotráfico en las áreas del Ejecutivo federal. Aún en la versión oficial de que el autor intelectual fue José Antonio Zorrilla Pérez, no debe olvidarse que Zorrilla era director de la Policía Federal de seguridad y que le reportaba de manera directa al presidente de la Madrid y al secretario Bartlett.

Y de paso, alguien debería platicarle muy bajito a de la Madrid Cordero que el presidente De la Madrid impuso la candidatura de Carlos Salinas de Gortari y que esa decisión personal del Ejecutivo provocó la ruptura interna en el PRI, la salida de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y otros priístas del nacionalismo revolucionario que ya no tenían cabida en la política gubernamental delamadridista y que el desarrollo histórico de las contradicciones del régimen –no la justificación de Paredes en su olvido de sus clases de sociología– condujo al PRD, después a Morena y llevó a López Obrador a la presidencia de la República por la vía electoral.

Este dato confirma que López Obrador no fue un accidente histórico sino un producto de las contradicciones de los gobiernos de 1970 a 2018.

Santiago Creel Miranda, uno de los políticos más gritones y agresivos, representó una de las realineaciones más importantes del régimen priista: la complicidad del sector empresarial de la Coparmex con el modelo político de Salinas de Gortari, pues Creel pasó de la Dirección General de la Coparmex a ser seleccionado por Salinas como consejero electoral presuntamente ciudadano (pero representaba a la Coparmex como sindicato patronal) con las reformas de despresurización política en modo de modelo chileno de democracia protegida por el régimen al que se quería reformar, es decir, un engaño de democracia.

Creel aceptó de manera sumisa la orden del candidato Vicente Fox Quesada en el 2000 para no reclamar las irregularidades electorales en la elección de la Jefatura de Gobierno del entonces DF por una complicidad Zedillo-Fox que permitió la incorporación de López Obrador ya en la ruta presidencial. De ahí –otra vez la realidad que se le aparece a la teoría del accidente histórico de Paredes– el tabasqueño no fue un accidente, sino producto directo de la contradicción en el desarrollo político conducido por las élites del poder.

Creel perdió luego, por debilidad personal, la precandidatura presidencial del PAN en el 2005, primero por capricho de la copresidenta Marta Sahagún y luego por el juego de poder dentro del partido que le dio la nominación a Calderón. Luego de posiciones legislativas, Creel reclama a gritos y con discursos amenazantes, la candidatura del PAN para 2024.

De Xóchitl Gálvez Ruiz poco se puede decir porque solo tuvo por ahí un cargo en la comisión de asuntos indígenas, pero cómplice de la decisión política de Fox de prometer primero el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés y después bloquear parte de esos acuerdos porque no respondían al modelo de integridad territorial del conservadurismo tipo siglo XIX. Como senadora, sólo se le recuerda por escenas chistosas, aunque grotescas, con su botarga de dinosaurio y sus mentadas de madre, además de las irregularidades serías en la alcaldía de Miguel Hidalgo por haber participado de alguna manera en el cártel inmobiliario panista que modificó la política de construcción de la capital de la república.

Lo más significativo de la reciente carrera política de Xóchitl no puede ocultar que fue producto de una decisión estratégica del presidente López Obrador, que circunscribe la fuerza de su candidatura sólo en el sentimiento antilopezobradorista de la élite intelectual que en el 2018 votó por Morena –Denise Dresser y Soledad Loaeza–, aunque hoy ellas no paran de flagelarse –como dicen que Díaz Ordaz lo hacía frente al espejo todas las mañanas al rasurarse y, dice la leyenda política, pendejearse por imponer Echeverría– por su error de sufragar por López Obrador.

Así que las cuatro corcholatas no bajaron de una nave espacial extraterrestre y se encontraron con un país víctima de un accidente histórico, sino que son políticos que tienen corresponsabilidad en lo que hoy critican.

El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

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