Como la izquierda en 1977, hoy la derecha no deja gobernar

Carlos Ramírez

La argumentación política de Palacio Nacional para revelar que la derecha y la ultraderecha nacional e internacional estaban detrás de las manifestaciones de la Generación Z debe ser tomada muy en cuenta y de manera preocupante porque sería el criterio político que estaría probando que justamente esas formaciones conservadoras no están dejando gobernar.

El modelo interpretativo reproduce el razonamiento que se esgrimió en 1977 por el presidente López Portillo y su secretario de gobernación Reyes Heroles de que era necesaria la reforma política para abrir el escenario de participación electoral a la izquierda porque esta línea ideológica no dejaba gobernar al PRI porque estimulaba la política clandestina armada.

La esencia de la reforma política de hace 48 años fue jalar a la institucionalización al Partido Comunista Mexicano y a otras agrupaciones de la izquierda autodenominada socialista aunque articulada a grupos de poder del PRI. Las primeras elecciones con el PCM legal, las de 1979, formalmente le reconocieron al socialismo marxista apenas el 4% de los votos, casi nada.

La derecha y la ultraderecha nacionales y sus imbricaciones con grupos similares en el ámbito internacional no han encontrado espacios de participación política y electoral: el PAN pasó de oposición leal a oposición de oligarquía dirigente, los empresarios rompieron por el PRI en busca de autonomía relativa y hoy –como lo muestra sin pudor el Consejo Coordinador Empresarial de Francisco Cervantes Díaz– es un sector corporativo postrado al morenismo en Palacio Nacional y la sociedad que se puede caracterizar como de valores conservadores ha tenido que salir por sí misma a la calle y aún al choque en el asfalto ante la falta de canales de participación institucional.

La derecha y la ultraderecha nacionales necesitan carriles legales de participación en procesos electorales y podrían tener la posibilidad de registrar partidos nuevos con liderazgos diferentes, sobre todo porque estos grupos conservadores ya probaron la calle y no se sienten tan a disgusto como supondría el viejo modelo de interpretación ideológica sobre la burguesía, además de que estas formaciones a la derecha del espectro ideológico están encontrando alianzas con otros grupos sociales en busca de participación electoral.

Este escenario es el que debería estar animando al último comunista sobre la tierra Pablo Gómez Álvarez como encargado de la comisión presidencial y no política o partidista para diseñar la reforma electoral que estaría pensando Palacio Nacional –Morena y aliados– para asentarse en el poder varios años, tratando de emular las siete décadas del PRI en el Ejecutivo federal.

En este sentido, la revelación de la presidenta Sheinbaum Pardo sobre la participación en expresiones políticas en las calles de la derecha y la ultraderecha e inclusive sus presuntas ramificaciones internacionales deberían ser el marco referencial de Gómez Álvarez, un dirigente político del PCM que fue pieza clave, junto con el líder Arnoldo Martínez Verdugo, para que este partido marxista-leninista pasará de las catacumbas de la lucha clandestina por el poder a la institucionalización legal.

Más que encajonar la lucha opositora en encuadres ideológicos ya superados de derecha y ultraderecha, las reglas electorales deberían de comenzar a reconocer dos formaciones políticas agotadas: el progresismo del PRI que se transformó en morenismo y aliados y la sociedad no partidista que ha demostrado el agotamiento del PRI y el PAN ahora como enclenques partidos de oposición, sobre todo porque son formaciones ajenas a la sociedad y dominadas por oligarquías burocráticas que se reparten las posiciones de poder en cargos de elección popular, igual que los simpatizantes de izquierda en 1977 agotaron la opción del progresismo del PRI y desdeñaron con toda la razón a la burocracia priista del PPS y varios de ellos pasaron a la confrontación directa y hasta  la guerrilla.

En efecto, como se reconoció en Palacio Nacional, hoy el progresismo, el centro. la derecha, la ultraderecha, el conservadurismo y la sociedad sin ideología pero claramente antiestado y antigobierno no están dejando gobernar a Morena, y eso que hay que reconocer que estos votos hoy desdeñados como “derecha” apoyaron a López Obrador y a su grupo en 2006, 2012, 2018 y 2024, pero quedaron desencantados con un proyecto lopezobradorista populista y personalista.

La derecha, la ultraderecha y aliados y sus marchas llenas de tensión se van a convertir en evidencias de la falta de espacios de participación y podrían hasta jalar a su nueva alianza pragmática a desencantados de Morena y del lopezobradorismo, o seguirán en su minoría con capacidad de movilización y estridencia en las calles.

México repite el escenario de 1977 para una nueva reforma política ciudadana y ya no partidista.

Share

You may also like...