México ante la gran reconfiguración industrial: De la oportunidad a la consolidación del valor agregado

Alberto Muñoz
El reciente informe del Fondo Monetario Internacional (WP/25/180, Relocation of Global Value Chains: The Role of Mexico) confirma lo que muchos analistas anticipaban: México se encuentra en el epicentro del reacomodo global de las cadenas de valor. La guerra comercial entre Estados Unidos y China, las disrupciones logísticas derivadas de la pandemia y las tensiones geopolíticas en Europa han reconfigurado los flujos comerciales e impulsado una ola de inversiones y relocalización industrial sin precedentes hacia nuestro país.
Según el estudio, México superó a China como principal socio comercial de Estados Unidos en 2023, alcanzando una participación del 15.4% en las importaciones totales estadounidenses, mientras que China perdió cerca de ocho puntos porcentuales respecto a su máximo de 2017. Durante ese mismo periodo, México y Vietnam ganaron aproximadamente dos puntos cada uno, consolidándose como los grandes ganadores del fenómeno tan cacareado y manoseado conocido como nearshoring.
Entre 2017 y 2023, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos aumentaron en 163 mil millones de dólares, impulsadas principalmente por los sectores automotriz y electrónico. Los vehículos y camiones representaron el 30% del incremento total, mientras que los productos de cómputo y semiconductores aportaron alrededor del 15%. Este dinamismo ha venido acompañado de una mayor importación de insumos intermedios desde China, Corea, Vietnam, Japón y el propio Estados Unidos, reflejando que México se está insertando con mayor profundidad en las cadenas globales de producción.
Aun así, los datos muestran que el valor agregado nacional está creciendo. Mientras las importaciones mexicanas provenientes de China aumentaron en unos 40 mil millones de dólares, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos crecieron más de 160 mil millones, lo que evidencia que México no se limita a ensamblar piezas importadas, sino que añade – al parecer – una proporción creciente de valor interno. La mayor parte de las importaciones desde Asia corresponde a bienes intermedios utilizados en la manufactura de exportación, pero también se observa un crecimiento acelerado en bienes de consumo y de capital, reflejando una modernización de la demanda interna.
En paralelo, los flujos de Inversión Extranjera Directa (IED) han reforzado esta tendencia. México incrementó su participación en la IED global hacia economías emergentes del 6% en la década de 2010 a casi 10% en 2023, con el 40% de la inversión proveniente de Estados Unidos y cerca del 20% de la Unión Europea. Las inversiones se concentran en el norte del país —Nuevo León, Chihuahua, Sonora y Jalisco—, donde la proximidad a Estados Unidos y la infraestructura industrial existente facilitan la integración logística. Los sectores más beneficiados han sido la manufactura automotriz, la electrónica, las finanzas y el inmobiliario, consolidando un ecosistema de producción avanzado y con fuerte orientación exportadora.
El Fondo Monetario Internacional estima que el impacto directo de los aranceles estadounidenses sobre productos chinos generó un aumento aproximado de 70 mil millones de dólares en las exportaciones mexicanas a Estados Unidos, lo que representa 45% del crecimiento total de nuestras ventas externas durante el periodo 2017–2023. Simultáneamente, la IED aumentó con mayor intensidad en los sectores más afectados por la guerra comercial, confirmando que México se ha convertido en un destino prioritario para empresas que buscan abastecer el mercado norteamericano desde dentro del bloque.
No obstante, el propio informe advierte que para consolidar esta ventaja, México debe acompañar la coyuntura con reformas estructurales. Se requiere mejorar el entorno para la inversión privada, modernizar la infraestructura energética, hídrica y de transporte, simplificar regulaciones y ampliar el acceso al financiamiento productivo. Además, es fundamental invertir en formación técnica, educación científica y capacitación industrial, pilares esenciales para generar mano de obra calificada capaz de sostener la transición hacia industrias de mayor complejidad tecnológica.
Me comenta mi amigo Daniel Gutiérrez del North American Development Bank (NADBank North American Development) de la relevancia del reciente anuncio de la Presidencia de México. La instalación de 900 MW para nuevos centros de datos en México abrirá la puerta al ecosistema de supply chain que la industria digital requiere: fortalece la mano de obra, reduce los actuales tiempos de procura de materiales especializados —que hoy pueden tardar entre 12 y 18 meses— y posiciona a los data centers como la nueva maquiladora de la era digital. Este fortalecimiento de la cadena de suministro – me comenta David – representa también una transición estratégica para México, que puede dejar de limitarse al ensamble de hardware en el sector automotriz y avanzar hacia la construcción de infraestructura de cómputo de alto valor.
En este contexto, agua, energía y conectividad se convierten en drivers fundamentales de atracción, en línea con lo que el propio FMI ha señalado como una ventana de oportunidad que no se puede desaprovechar. Mientras tanto, se observa cómo Estados Unidos, con un enfoque distinto al modelo chino —donde prefecturas competían generando gigantes como BYD, NIO o las startups de eVTOLs—, impulsa directamente a Intel y otros fabricantes de componentes estratégicos mediante inversiones masivas, dejando claro que la competencia por liderazgo tecnológico y productivo global ya está en marcha.
A partir de mi propia experiencia [1,2], me tocó presenciar el auge inicial de las Zonas Económicas Especiales (ZEE), un esfuerzo que buscaba llevar desarrollo e innovación al sur del país. Aunque su implementación fue puesta en pausa, no sería mala idea retomar esa oportunidad, actualizándola con una visión más integral: energías limpias, educación técnica y ecosistemas digitales que conecten las regiones con las nuevas cadenas productivas globales. Si se rediseñan adecuadamente, las ZEE podrían equilibrar el desarrollo territorial, sumando el sur al impulso que hoy se concentra en el norte.
México tiene todo para lograrlo: ubicación estratégica, tratados comerciales robustos, talento técnico, experiencia manufacturera y una creciente red de innovación industrial. Pero el verdadero reto consiste en convertirse en un país creador de tecnología, diseño y propiedad intelectual. Si se canaliza correctamente la inversión extranjera, se fortalecen los encadenamientos locales y se apuesta por la capacitación técnica, el país podrá pasar de ser una plataforma de ensamble a un centro de innovación y producción avanzada, capaz de generar empleos mejor calificados y productos con valor agregado global.