Pueblo, señores y austeridad

Alejandro Páez Varela

Uno. El triunfo cultural

¿Por qué la oposición mexicana entró en una espiral descendente que parece no tener fin? ¿Por qué la gente decidió darle la espalda al PRIAN, y le retiró los votos apenas se conoció otra opción? Habrá muchas explicaciones, seguramente, y unas sonarán como justificación y otras como vanagloria. Pero para comprenderlo a fondo se requiere aceptar que los partidos tradicionales perdieron la guerra cultural, no sólo votos.

Las élites mexicanas (los medios, los periodistas, ciertos núcleos empresariales y sobre todo los intelectuales y académicos afines) no entendieron que la izquierda construyó un nuevo sistema de valores morales y creencias; que reescribió virtudes humanas como la honestidad, que fue abandonada por décadas de descomposición política.

Esas élites no entendieron que la izquierda, y en particular Andrés Manuel López Obrador, sí tenía un plan: era conquistar todos los estratos sociales pero –sobre todo– los abandonados, que en México resultan ser una mayoría que gana elecciones. Y adentro de ese nuevo discurso arrollador que irrumpió con gran fuerza y desplazó a las corrientes anacrónicas que peleaban el poder desde la derecha, había un componente poderoso: llamaba a modificar nuestro estilo de vida.

El país no podía vivir más con una idea dominante: la del narcotraficante que las puede todas; la del político corrupto que gana todas; la del Juez o Magistrado o Ministro que es dueño del destino de millones, pero ese destino puede reescribirse conforme aumente la oferta de dinero. México no podía sostenerse más en la idea de que si eres hombre, tienes cuenta de banco abultada y eres blanco, no importa que seas un inmoral y mezquino: triunfarás y tendrás a tus pies (literal) tantas güeras de cabello pintado como sexualmente puedas.

Por eso es que López Obrador fue un garrotazo en la conciencia nacional. Ofreció, además de un nuevo estilo de gobernar, herramientas para devolver a los ciudadanos una idea del bien colectivo. El “estilo de vida”, como tal, se ha estudiado relativamente poco en el mundo, pero parte de su comprensión pasa por entender que ese estilo de vida promueve una identidad individual. ¿Cuál es esa identidad para la izquierda? Ser austero, vivir en la justa medianía aunque se tengan los recursos; rechazar la idea de que los relojes de lujo y los anillos y los zapatos de marca tienen un valor real en las personas. El expresidente ganó una batalla cultural a la derecha y refundó nuestro sentido comunitario retomando valores, impulsando cartillas morales y reescribiendo el estilo de vida para una sociedad desigual y multicultural, en apariencia enamorada de la corrupción y conforme con sus políticos corruptos.

Yo creo que la ventaja de Claudia Sheinbaum Pardo frente a todos sus contrincantes varones fue, en gran medida, abrazar esos valores. Y luego esos mismos valores y ese nuevo discurso le dieron la ventaja tan amplia frente a Xóchitl Gálvez, que era un amasijo de todo lo peor del PRIAN.

Por eso creo que el tema de la austeridad individual no debería estar ni siquiera a discusión dentro del movimiento lopezobradorista, dentro de Morena y dentro de la 4T. Renunciar a eso sería tanto como renunciar a las herramientas básicas para ganar elecciones. Me parece que cometen un error estratégico aquellos que intentan reescribir lo que ya escribió AMLO respecto a la honestidad y la austeridad. Quien lo haga desentonará con la gente, con el pueblo. Espérense y lo verán.

Dos. El club de ñores

No es curioso, y tampoco una coincidencia, que los personajes que significan un reto en este momento para la Presidenta –cuando cumple un año de haber ganado la elección– sean hombres. Aunque cada uno exige ser analizado en lo individual, tienen denominadores comunes y no es sólo que requieran atención especial de Claudia Sheinbaum.

Adán Augusto López, Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña, incluso Andrés López Beltrán y Sergio Gutiérrez Luna. No podría armar una lista similar con puras mujeres; no a ese nivel. Casi todos ellos son usados por la oposición como ejemplo de hipocresía o, al menos, como sinónimo de incongruencia de la izquierda. Se les reclama predicar una cosa y actuar distinto. Y hay niveles, por supuesto. No es lo mismo Noroña que Adán Augusto; al primero se le acusa de tonterías si se le compara con el segundo.

Una buena pregunta es si hay razones de género; que, siendo hombres y la Presidenta mujer, no acaten lo que ella pide porque la menosprecian, porque se sienten (sigo suponiendo) mejores que ella sólo por ser hombres. Algunos de ellos abiertamente la retan. No creo que sea el caso de López Beltrán y tampoco el de Noroña, pero me queda claro que sí aplica en Monreal y en Adán Augusto. Si hubiera que hacer una lista de “Ñores de la 4T”, posiblemente los metería a ellos dos a la cabeza aunque, híjole, perfectamente disputan los primeros lugares con otros que en este momento no son parte de ningún escándalo. Uno de ellos es Marcelo Ebrard y no es una arbitrariedad agregarlo aquí: recordemos que de él es la frase de “no me nos vamos a someter a esa señora”. Ahora está muy elogioso con la Presidenta, pero no cuenta; su futuro y qué tan lejos llegue en sus ambiciones dependen exclusivamente de ella.

El caso Adán Augusto está muy explorado; encabeza la lista de ñores escandalosos porque el tipo es realmente de escándalo. Es, en este momento, el caso más grave. Quienes advirtieron sobre sus acercamientos con personajes extraños (Héctor Melesio Cuén, por ejemplo), su ambiciosa agenda y su multimillonaria campaña de 2023 fueron sorprendidos por el episodio Bermúdez Requena / “La Barredora”. Nadie se lo esperaba. El Senador ahora es una bomba de tiempo para las elecciones intermedias de 2027 y no tan lejos: es una carta incómoda en las negociaciones con Estados Unidos, que espera cualquier debilidad para crucificar a México. Desconozco si ya salió en las conversaciones con Washington, pero tampoco tendría que ser mencionado para que se entendieran cosas sobre él. O eso creo. Muchos se preguntan cuándo lo retirará la Presidenta y otros, un poco más hábiles, plantean que él debió entregar su encargo y dejar de hacer daño.

El caso Ricardo Monreal es conocido por todos. Resume lo que el expresidente López Obrador calificaba como “ambiciosos vulgares”. Como político, Monreal tiene ventajas y desventajas. Las ventajas son que es muy predecible; que se expande de noche y de día no se mueve; que se hace la víctima y estira la liga para obtener concesiones; que se relaja cuando las obtiene y que cooperará hasta las siguientes elecciones, cuando otra vez diga que “son momentos difíciles”, amenace con irse, y presione para que los beneficien a él y a otros de su familia. Y las desventajas de Monreal son todas las anteriores.

A Gerardo Fernández Noroña me cuesta entenderlo a cabalidad. Me parece que se mete en sus propios laberintos y cuando no encuentra la salida, cruza las paredes arbitrariamente y sale espinado. ¿Qué necesidad tiene de protagonizar episodios en las salas privilegiadas de los aeropuertos? ¿Qué necesidad tiene de enfrentar a la Presidenta en eso de la austeridad cuando él no es símbolo de derroche? Me lo imagino como el niño que se para frente a la paleta que ya le dijeron que no es para él, pero estira la mano mientras su mamá le dice que no. Y entonces patalea. Es el presidente del Senado; deje para después, diría yo, los berrinches. Es un hombre culto; escójase un personaje de Poe o de Flaubert y vívalo. Deje esa chingada paleta para después. No tiene necesidad.

De López Beltrán diré poco. Si se distrae, lo van a joder. No creo que lo espíen, tampoco creo que tenga adversarios como los tenía su padre. Es más simple: si alguien se lo encuentra en un hotel o en un avión o en un bufete o comiéndose un taco en la calle, le van a tomar fotos. ¿Tiene derecho a la privacidad? Claro, pero no se lo van a respetar. Ya debería saberlo. También debe saber que muchos de los argumentos que usaba su padre aplicaban en su padre y no aplican en él o en otros muchos. Su carta para explicar el viaje a Japón es rara. Es un conjunto de clichés armados de tal manera que suenen a la voz de su padre. Pero no es su padre. Con que hubiera mostrado los boletos de avión y la factura del hotel; con eso. Y tampoco era tan grave: sólo que escogió vacaciones cuando se discutían temas importantes para la Presidenta, como la incorporación de innombrables al movimiento y la misma austeridad. Mal timing, como dicen por allí.

Y agrego a Gutiérrez Luna no porque sea tan importante, sino porque hay varios Gutiérrez Luna por allí que deben aprender del tropiezo de Gutiérrez Luna. Cuidado. El poder es humildad y la humildad es muy, muy distante de la imagen que él y otros muchos como él proyectan dentro de la 4T.

Ahora, no se entienda que Adán, Monreal, Noroña o López Beltrán son verdugos de Claudia y de la izquierda. Están donde están porque sirven. Llegaron hasta ese nivel porque hicieron tareas por encargo que los encumbraron. Dicho en otras palabras: no son un tumor: se volvieron un órgano de un cuerpo vivo. Y allí radica, justamente, el problema. Si la Presidenta, la cabeza de ese cuerpo, quisiera, todos ellos estarían en otro lugar mucho menos visible, mucho más lejos.

Tres. Pueblo, pueblo, pueblo

López Obrador dejó muchas pistas sobre cómo gobernar, siempre cercanos a la gente. El 1 de julio de 2023 entregó, quizás involuntariamente, una de las mejores guías para un político de izquierda. Una lección que deberían aprenderse de memoria los que quieran ser parte de la 4T.

“Lo más humano y eficaz es mirar siempre, atender siempre y caminar siempre acompañados de la gente; porque en ella está la bondad y la lealtad verdadera. Si nos preguntamos quién es nuestro mejor aliado, ¿qué contestamos? ¡El pueblo! ¿Por quién estamos aquí? ¡Por el pueblo! ¿A quién hay que servir primero? ¡Al pueblo! ¿Con quién transformar? ¡Con el pueblo! ¿En quién confiar? ¡En el pueblo! ¿Quién nos protege? ¡El pueblo! ¿Qué somos? ¡Pueblo!”.

Y entonces el Zócalo estalló en gritos y López Obrador también gritó:

–¡No se oye!

Y la gente se desbordaba y el Presidente, allí, remató:

–¡Pueblo, muchas veces! ¡Pueblo, pueblo, pueblo! ¡Gracias, pueblo!

Allí están las razones de la derrota de la oposición mexicana, que entró en una espiral descendente que parece no tener fin. La gente decidió darle la espalda al PRIAN, y le retiró los votos, porque AMLO ganó la guerra cultural. La fórmula no está en España, Portugal o Japón. Es simple y llana: pueblo, pueblo, pueblo. Gracias, pueblo.

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