Autocracia, despojo y mentiras en la Sección 27 del SNTE

Benjamín Bojórquez Olea
En un país donde la corrupción se ha vuelto rutina y la impunidad costumbre, resulta inevitable detenerse frente al espectáculo grotesco que ofrece la sección 27 del SNTE, donde un dirigente ha decidido confundir liderazgo con autoritarismo, y patrimonio sindical con patrimonio personal. Genaro Torrecillas López, figura central de esta tragicomedia sindical, no es simplemente un mal líder: es el síntoma podrido de un sistema que se niega a morir.
¿Cómo hemos llegado a esto? ¿En qué momento dejamos que los sindicatos, que nacieron para proteger la dignidad del trabajador, se convirtieran en guaridas de poderosos pequeños, de tiranos con membrete, de caudillos de escritorio? El caso de Torrecillas no es una excepción, es una regla no escrita, pero tácitamente aceptada, en el México corporativista: el dirigente se convierte en patrón, el representante en verdugo, y el sindicato en su feudo.
Durante algunos meses, se ha violentado impunemente el Estatuto del SNTE. Se han embargado cuentas, manipulado recursos, usurpado funciones y exiliado a quienes, como el secretario de finanzas Prof. Saúl Gómez, se atrevieron a confrontar la ilegalidad. Pero esto huele más a sucesión sindical, que más adelante abordaremos con detenimiento.
Hoy el presupuesto de la sección 27, destinado a fortalecer la defensa de los derechos laborales, está bajo el puño de un solo hombre, que lo usa como caja chica, como moneda de lealtades y como anzuelo para mantenerse en el poder. ¿Dónde está el Comité Ejecutivo Nacional del SNTE? ¿Acaso su silencio es complicidad o cobardía?
Las consecuencias son devastadoras. El sindicalismo en Sinaloa está fracturado. La “unidad” no es más que un espejismo hipócrita repetido en boletines sin alma. Mientras los discursos hablan de democracia y justicia laboral, la realidad grita represión, marginación, y una autocracia sindical digna de un régimen totalitario. ¿Y los trabajadores? Usados como carne de cañón, como estadísticas en informes huecos, como escudos para proteger privilegios ajenos.
No se puede hablar de ética sindical cuando los líderes se desvían del mandato colectivo para construir sus propios mini – estados financieros. No se puede hablar de justicia laboral mientras se administra el poder desde la soberbia, el ocultamiento y el desprecio por la transparencia. Torrecillas tuvo la oportunidad histórica de ser un dirigente respetado; eligió ser un sátrapa.
Decía Nietzsche que quien con monstruos lucha, debe cuidar de no convertirse en uno. Pero aquí, el monstruo ya ha devorado la conciencia, la ley y la esperanza de muchos. Lo que hoy se vive en la sección 27 del SNTE es un llamado urgente a romper el silencio, a exigir auditorías, a movilizar a la base trabajadora no en defensa de un hombre, sino de su dignidad colectiva.
GOTITAS DE AGUA
El sindicato no es propiedad de sus líderes, ni de sus padrinos políticos. El sindicato es de los trabajadores. Es hora de recordarles a quienes lo han olvidado que, si los trabajadores levantan la voz y caminan juntos, ningún tirano —por más respaldado que se diga— puede sostenerse.