Sinaloa, como duele

Ernesto Hernández Norzagaray
Arturo Cano, reportero de La Jornada, vino a Sinaloa y después ha publicado cuatro entregas de lo que investigó, vio, olió, tocó y platicaron de lo que sucede en el estado de los once ríos y hasta dónde llegó, encontró pérdidas de decenas de miles de millones de pesos, más de mil homicidios dolosos y otro tanto, de desapariciones forzadas y quién sabe cuántos han abandonado el estado, buscando ponerse a salvo y encontrar algo de alivio ante la guerra que provocó el secuestro y extradición a Estados Unidos de Ismael “El Mayo” Zambada; y el asesinato del exrector de la UAS y líder del Partido Sinaloense, Héctor Melesio Cuén Ojeda.
Esto, algunos analistas sinaloenses, consideran que sumados a otros temas de fondo constituye una tormenta perfecta. Aaron Sánchez, analista del diario El Debate, sostiene que en Sinaloa coinciden varias crisis simultáneamente: falta de crecimiento económico, gran inseguridad e incertidumbre, una sequía que se agudizara con el ciclo agrícola y una clara, crisis de Gobierno o de gobiernos.
Y Sánchez se queda corto, hay una crisis del tamaño de un elefante que viene siendo la de lavado de dinero sucio. Me explicó, a todas luces, el lavado de dinero ha compensado la baja participación del estado en el PIB nacional, ya que tradicionalmente oscila entre el dos y tres por ciento anual, lo que hace inexplicable un mercado que llega a ser sofisticado por la cantidad de bancos, agencias de alta gama y plazas comerciales.
Entonces, el dinero que no produce el sector primario y secundario llega según otros observadores de otro lado y ese recurso extraordinario pareciera que explica la detención de obras, inversiones, cierre de negocios y tiene un impacto considerable. Inegi, en un informe de todo el año pasado, detecta que en materia industrial hay una caída en Sinaloa de -7.3 por ciento con respecto de 2023. Y en materia agrícola el panorama es poco alentador por el problema de los precios de garantía de granos y la sequía que en 2025 va a tener su impacto negativo.
La mezcla de todos estos factores hace de Sinaloa un caso excepcional en el complicado escenario nacional. Y las salidas a esta tormenta perfecta no se ven por donde y los intentos por revertir la situación, para restablecer mínimos de normalidad para estimular la actividad económica fracasan rotundamente en Culiacán por ser el epicentro de la mayor violencia.
Juan S. Millán, el exgobernador de la transición del priismo al panismo, ve una salida que coincide con la expresión lapidaria de un general que ha dejado el estado, cuando le dice al reportero Cano que la espiral de violencia se acabara cuando a las facciones del Cártel de Sinaloa “se les acabe el dinero”.
¿Se le podrá acabar el dinero a una organización criminal multinacional y con un sistema sofisticado de franquicias que operan cotidianamente en distintas regiones del mundo, como se demostró hace unos días cuando en Kenia, se localizaron laboratorios del cártel sinaloense? Vamos, ¿podrá suceder cuando las fuentes de financiamiento son diversas y no sólo se encuentran en Sinaloa? Recordemos a Edgardo Buscaglia quien documentó, hace tiempo, la existencia de 24 tipos de operación criminal que, funcionando, como están, podrían financiar cualquier guerra de facciones incluso entre cárteles.
Es decir, el dinero sobra, salvo que el exgobernador se refiera a otra cosa o ironice sabiendo que en el fondo todo es político y que las claves de solución están en la historia de los pactos secretos.
Pero, la experiencia acumulada, demuestra que es más probable que en algún momento haya desprendimientos que deriven en la formación de nuevos cárteles, como sucedió en los ochenta y noventa, cuando aprehendían o moría alguno de los líderes criminales, y los subalternos, frecuentemente más jóvenes, se independizaban con fuerza propia y, frecuentemente, resultaban más violentos.
Y es que los grupos y subgrupos del crimen organizado siguen habidos de dinero y el mercado exige drogas, como lo demuestran, que a pesar de una contracción del 80 por ciento de las importaciones norteamericanas de fentanilo se mantiene el consumo quizá, con una menor oferta, favoreciendo las ganancias de los cárteles que saben el juego de la oferta y la demanda.
Claro, se podrá decir ilusamente que con Donald Trump se va a acabar, por la presión que está metiendo, que con los primeros narcopolíticos que sean llevados ante la justicia estadounidense se inhibirá está anomia que tiene más de un siglo de operación.
Ahí está el libro revelador del sociólogo sinaloense Luis Astorga (El siglo de las drogas) quien con una investigación exhaustiva en fuentes estadounidenses da cuenta del ciclo de renovación y circulación de las élites en este mundo criminal que siempre ha estado ligado al poder político. No hay manera de vayan separados. Quizá, por eso, la exigencia de Estados Unidos, de ir por narco políticos, que daría cuadratura a este círculo anómalo en democracia.
Ahora bien, volviendo a Sinaloa, los daños están a la vista y Cano hace el recuento dando una estampa terrible. Asesinatos, militarización, policías, drones, cámaras hechizas, negocios cerrados, miedo, amenazas, deserciones, stress, cambios en la vida cotidiana.
Y, también, la notoria reducción de Gobierno donde la actuación del Gobernador Rocha Moya, como lo destaca una de las crónicas, prácticamente se reducen a la “conferencia semanera”.
El Gobernador Rocha Moya, después de los lunes sólo aparece ocasionalmente para hablar de algún tema, imagen u opinión, que a su juicio cuestionan su gestión o, como lo vimos, el pasado finde semana en calidad de alumno en la Clase Nacional de Boxeo que impartió el gran sinaloense por adopción, Julio César Chávez.
Sinaloa, es una constante incertidumbre. Al momento de escribir este texto me entero de que un comando ingresó a un centro de rehabilitación de drogas y asesinó a nueve residentes e hirió a media docena más.
No acabó ahí, fueron por los directivos de estos centros que atienden a jóvenes drogadictos y fueron sacrificados.
O sea, es probable que detrás de esa agresión haya un mensaje de incomodidad con los adversarios y el Gobierno.