¿Prohibir la apología del delito?

José Antonio Sosa Plata

La apología del delito se ha convertido en uno de los principales contenidos de diversos medios de comunicaciónplataformas digitalesredes sociales y eventos públicos presenciales. Su difusión responde principalmente a intereses comerciales, pero también beneficia fuertemente al crimen organizado.

Lo que en algún momento se consideró como una moda pasajera, hoy se ha convertido en uno de los detonadores más importantes de todo tipo de violencia. El fenómeno no es exclusivo de nuestro país. Es global, transversal y afecta en forma muy preocupante a los jóvenes.

La apología del delito es la exaltación o elogio del crimen, de los delitos delincuentes con el propósito de idealizarlos, justificarlos, convertirlos en personajes aspiracionales o incitar a la gente que los ve a cometer acciones al margen de la ley. La apología de la violencia está directamente relacionada con la apología del delito

Los espacios de entretenimiento difusión de información noticiosa son los principales vehículos por los que transita. Pero desde el surgimiento de las redes sociales, su cobertura, impacto e influencia han crecido. La explicación está en el nuevo paradigma que se creó con el actual modelo de consumo mediático.

Con el propósito de reducir los efectos negativos de dicho modelo, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció la realización del festival México canta y encanta”. Su objetivo principal es promover la música mexicana sin contenidos que hagan apología del delito o la violencia

Claudia Curiel de Icazasecretaria de Cultura del gobierno federal, informó que el evento estará dirigido principalmente a jóvenes de 18 a 34 años, que vivan en México Estados Unidos. Se buscará promover géneros musicales mexicanos como el corridorancheronorteñobandaraphip-hop tropical.

La presidenta Sheinbaum afirmó que con el proyecto se “dará la vuelta”, por ejemplo, a los corridos tumbados para que “en vez de hacer apología de la violencia se haga apología del amor”. Sin embargo, aclaró que no se pretende censurar a la industria, sino “fomentar una nueva narrativa” que nos represente como país “de manera más positiva”.

La idea es buena y hay que apoyarla. Es urgente acabar con la normalización del delito y la violencia porque han impactado en forma apabullante nuestra vida cotidiana. El problema está en que el proyecto será insuficiente para poner freno al alud de mensajes que todas y todos recibimos a diario. 

En los sexenios pasados, los esfuerzos gubernamentales que se pusieron en marcha para reducir el fenómeno no funcionaron. Por el contrario, el crecimiento de mensajes violentos en las redes sociales se produjo por el anonimato y la sensación de impunidad que tienen quienes creen estar protegidos por el ejercicio de su libertad de expresión

Es cierto que la creación de una contraoferta cultural puede ayudar. Pero también lo es que la música que hace “apología del amor, la familia o la naturaleza” ya ocupa espacios de gran relevancia en el mercado. Lo deseable es que el festival México canta y encanta” tenga la fuerza para impactar las tendencias del narcocorrido y los corridos tumbados. Pero la realidad nos indica que será un objetivo difícil de cumplir.

Si nos remontamos al siglo pasado, nadie puede negar el contenido machista y misógino de la mayoría de personajes y canciones que interpretaban Jorge Negrete o Pedro Infante, por ejemplo. Además de potenciar la hegemonía masculina y promover una sociedad patriarcal, nada pudo acabar con su influencia social y el cariño de la gente.

Aún más. La censura no ha sido el mejor camino para acabar con las apologías del delito y la violencia. Nadie pone en duda que los antídotos son necesarios. Sin embargo, el cambio que se requiere es tan profundo que no alcanza con los esfuerzos aislados dentro de una nación. Para avanzar en serio, la labor tendría que ser internacional y es evidente que aún no están dadas las condiciones económicas o culturales.

Por otra parte, se debe reconocer que los códigos de ética y autolimitaciones que se han impuesto algunos medios de comunicación sí suman y aportan al cumplimiento del objetivo. Lo malo es que son muy pocos. Algo similar sucede con las series de la televisión abierta y las plataformas digitales. Frente al valor que tienen los negocios, el margen de maniobra para dar un golpe de timón sigue siendo muy reducido. Y el gobierno lo sabe.

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