Trump; guerra comercial contra el mundo

Jorge Falco

En otro de sus discursos elementales y altisonantes Trump declaró el 2 de abril como el día de la liberación tras décadas en el que Estados Unidos ha sido saqueado, robado con violencia, violado y expoliado por países cercanos y lejanos, tanto amigos como enemigos. Anteriormente había hablado de cómo los países amigos son peores que los enemigos porque apuñalan por la espalda y son gorrones. También ha reinterpretado los déficits comerciales de los Estados Unidos como enormes subsidios que, en su imaginación, Estados Unidos le da a países como México, Canadá. 

Su discurso delirante y repleto de mentiras fue un intento descarado de voltear de cabeza la historia y el funcionamiento del comercio para justificar una declaración de guerra económica al planeta entero. 

Trump lanzó dos ráfagas de aranceles de las que por el momento excluyó a México y Canadá. Una tasa de 10 por ciento se aplica a todo el mundo y entraría en vigor el 5 de abril. La segunda andanada de aranceles son los que Trump calificó de “recíprocos”, es decir de acuerdo a lo que otros países cobran a las importaciones procedentes de los Estados Unidos. Sin embargo los cálculos de los aranceles que otros países cobran son incomprensibles

Según el gobierno de Trump Europa impone aranceles del 39 por ciento a las importaciones norteamericanas. Sin embargo los aranceles europeos, que no son uniformes, se acercan en general más al uno por ciento. El cálculo que hizo de los aranceles extranjeros fue el resultado de dividir el monto de las importaciones norteamericanas entre el tamaño del déficit con cada país. Algo que no tiene que ver con aranceles en alguna medida mide el tamaño relativo del déficit norteamericano sin considerar el volumen comercial. 

Dado que el resultado fue en general exorbitante Trump decidió imponer un arancel de la mitad de la cifra resultante. Así que si Europa le pone un arancel imaginario del 39 por ciento a Estados Unidos, este le impone un 20 por ciento de arancel reciproco. Hay países “amigos” que tendrán que pagar altos aranceles: Taiwán 32 por ciento; Corea del Sur 26; Tailandia 37; India 27; Japón 24; Vietnam 46 por ciento. 

Paradójicamente los aranceles pueden ser mucho más altos para países muy pobres. Lesoto recibe un arancel del 50 por ciento; Camboya el 49 por ciento; Laos 48; Madagascar 47; Myanmar 45; Las islas Falkland 42; Mauricio 40. Tal vez sea más alto porque estos exportadores sobre todo de materias primas con bajo procesamiento, digamos café o plátanos, no tiene una clase media fuerte que importe productos norteamericanos relativamente caros. 

Este parece ser el resultado de dejarle a un programa de inteligencia artificial el fijar los montos de los aranceles recíprocos a todos los países del mundo. Lo hace sin tomar en cuenta el volumen y tipo del comercio, lo específico de la relación con Estados Unidos, ni las repercusiones de la medida al interior de cada país. 

Sin embargo, es probable que la mayoría de los aranceles recíprocos, a los niveles planteados, no lleguen a entrar en operación. Trump es un negociador que primero ataca, crea pánico y no tiene empacho en afinar y corregir posteriormente. Como lo ha hecho en otros decretos dejó una salida a la negociación, siempre bajo sus términos. Dio una semana de plazo, al 9 de abril, en la que los países afectados pueden ofrecer algo muy valioso, según Trump, que favorezca la seguridad y la economía norteamericanas a cambio de que se reduzcan o eliminen los aranceles recíprocos a sus exportaciones; solo quedaría el arancel general del 10 por ciento. 

Vietnam fue el primero en tomarle la palabra. To Lam, el líder vietnamita, se comunicó con Trump para decirle que está dispuesto a eliminar todos los aranceles a las importaciones norteamericanas y le pide un plazo de tres meses para llegar a un arreglo con los Estados UnidosTrump se mostró educado y dijo que espera encontrarlo en un futuro próximo. Esto es lo que espera Trump de todos. Que le ofrezcan algo valioso para renegociar los aranceles más altos, los supuestamente recíprocos, mientras que pasan casi inadvertidos los del 10 por ciento generalizado. 

Algunos países, los más fuertes, plantean responder con represalias y eso puede escalar el conflicto comercial alterando el comercio mundial y la situación interna de cada país. Muchos entrarán en crisis económica. 

Del lado de los más pobres queda la interrogante de si podrán ofrecerle algo valioso a Trump, o si este simplemente no aplicará los altos aranceles. Si no hay negociación o reversa lo que harán los aranceles será salpicar desestabilización, recesión, caos político e incluso revueltas sociales y violencia por todo el mundo. 

El caso de México es especial, sus exportaciones de acero, aluminio y las que no cumplen con las reglas de origen del TMEC pagan más aranceles que hace unos meses. Celebramos que no se le aplican los aranceles del 2 de abril, pero se trata de un alivio pasajero. Todo indica que Trump apresurará la renegociación del TMEC y aquí pueden surgir más sorpresas. De momento el secretario de economía, Marcelo Ebrard, explicó que la estrategia de México para evitar los nuevos aranceles fue introducir en la negociación los temas de migración, fentanilo y la propiedad norteamericana de las principales empresas exportadoras. 

Hay que señalar que el decreto del 2 de abril tiene fuertes repercusiones internas; ha creado pánico financiero y político dentro de los Estados Unidos. A nivel financiero el miedo a una guerra arancelaria y sus repercusiones sobre la rentabilidad de las empresas norteamericanas ha ocasionado la venta apresurada y la caída del valor de las acciones en cinco billones (millones de millones) de dólares en la semana. Esta caída en el valor del capital financiero de individuos y empresas tendrá fuertes repercusiones en su capacidad de endeudamiento e inversión y afectará la economía real. Existe la posibilidad de que Estados Unidos entre en recesión. 

A lo anterior se suma que los políticos republicanos están aterrados. Pocos se atreven a hablar en voz alta por temor a Trump. Pero es evidente el temor a que su partido retroceda fuertemente en las elecciones de medio término del 2026 donde estará en juego toda la cámara de representantes y la tercera parte del senado. En ese mismo año se elegirán 34 gobernadores de estados. Algunas elecciones menores expresan el cambio de opinión del electorado republicano que se muestra cada vez más enojado con los políticos que llevó al poder. 

Una corrección apresurada de parte de Trump no sería suficiente para evitar el desastre político. La única esperanza de los republicanos es que la arriesgada apuesta de Trump empiece a dar buenos resultados muy pronto. Pero las primeras reacciones son pésimas y un giro positivo en el corto plazo es altamente improbable. 

Es posible que Trump lleve al caos al planeta entero y hunda al partido político del que se apoderó. Lo que ya es un hecho es que la globalización bajo la ideología del libre comercio ha terminado su periodo histórico. 

Share

You may also like...