Panismo arrinconado
Javier Rosiles Salas
El panismo vive uno de sus peores momentos en su ya larga historia. El triunfo electoral del movimiento de la Cuarta Transformación en 2018, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, y su ratificación en 2024, con la llegada de Claudia Sheinbaum a la Presidencia, lo habían colocado en una posición de irrelevancia política. Pero desde el 16 de octubre se encuentra, aún peor, agazapado: de la irrelevancia al arrinconamiento.
La causa es el duro golpe que recibió a partir de la condena impuesta a Genaro García Luna. El secretario de Seguridad Pública en el sexenio de Felipe Calderón fue condenado a más de 38 años de prisión por una corte de Estados Unidos por el delito de narcotráfico.
Las imputaciones al exsecretario de Estado mexicano no son menores. Para el juez que lo sentenció, “el Chapo Guzmán no existiría si no fuera por García Luna”, además de que puso en duda –casi burlón– el mote que en algún momento se le endilgó de “policía del año”.
La respuesta de su entonces jefe es penosa: un presidente de la República que no sabe sobre los acuerdos que hilvana su secretario de Estado con uno de los grupos criminales más importantes… del mundo. “Nunca tuve evidencia verificable que lo involucrara con actividades ilícitas, ni tampoco recibí información en ese sentido de agencias de inteligencia, mexicanas o extranjeras, que entonces confiaban en él e interactuaban con él”, declaró Calderón tras conocerse el resultado del juicio.
“No queremos que se presenten más Garcías Lunas en nuestro país, nosotros queremos que quien la haya hecho, la pague”. Una de las declaraciones más contundentes no provino del oficialismo, sino del propio panismo, de su dirigente nacional Marko Cortés. Desmarque, tres sexenios después.
Se trata de un verdadero desastre. Afecta de manera contundente al PAN, el partido que postuló a Calderón y que fue el vehículo para que se hiciera de la Presidencia. Acción Nacional ganó dos veces de manera consecutiva el Poder Ejecutivo, pero en una fue abanderando a un neopanista, a un empresario recién interesado en la política sin ningún compromiso serio con los valores panistas, como lo fue Vicente Fox.
Calderón, en contraste, representó el triunfo, finalmente, de la corriente de abolengo en el PAN: los doctrinarios, los defensores y custodios de los valores del partido fundado por Manuel Gómez Morín en 1939.
No se puede escapar el expresidente a una tradicional frase panista: “Si por algo ha luchado nuestro partido a través de la historia de México, es por demostrar que el Estado es más que una sola persona. El Estado somos todos: sociedad, el gobierno, la iniciativa privada, las organizaciones civiles e instituciones”. Somos todos: García Luna es PAN, fue gobierno, y los efectos negativos tardarán en diluirse.
Durante la reciente liza electoral la abanderada del panismo, Xóchitl Gálvez, acusó a Claudia Sheinbaum de ser “la candidata de un narco partido porque ésta es la promoción que hace Morena en las redes sociales”. La candidata oficialista le respondió entonces que el único gobierno que se ha aliado con el narcotráfico fue el de Calderón. Es innegable que la sentencia lo confirma.
En alguna medida, se trata también de un golpe a la derecha en general. Es verdad que el PAN no incorpora a toda la derecha del país, pero es el único vehículo con que cuenta para hacerse del poder. En el espectro ideológico ningún otro le disputa ese espacio. Morena pudo fagocitarse al PRD porque compartían un mismo sector. El panismo no tiene, por el momento, competencia en su segmento; el Partido Verde coquetea con ser de derecha, pero por lo pronto su compromiso es con el oficialismo enfundado en la izquierda.
La tragedia para la derecha es que el único gobierno que pudiera ser considerado genuinamente fundado en esa manera de concebir el mundo y la política hoy luce altamente desprestigiado por acordar sostener la cultura de la muerte antes que defender la vida.
Sobra decir que en términos de la “guerra contra el narcotráfico” falló Calderón y fracasó el PAN. En sus promesas respecto de “una política activa de seguridad y de combate a la delincuencia”, basta con citar la número 310 que aparece en el documento que el partido presentó en 2006 como su plataforma electoral y que su entonces candidato presidencial enarboló: “Transformaremos a la Secretaría de Seguridad Pública en una Secretaría del Interior responsable de la política criminal y encargada de la coordinación y el mando de las policías federales”. Chasco.
Aunque en los últimos tiempos existe cierta vacilación para asumirse públicamente de derecha –quizá derivado de los ataques mañaneros y del exitoso impulso que le produjo López Obrador al “ser de izquierda”–, hay una franja muy importante que se puede situar entre el 15% y hasta el 25% de ciudadanos y ciudadanas que están a la espera de opciones políticas que los representen de mucha mejor manera en ese espacio del espectro ideológico, liderazgos y también nuevas ofertas partidarias distintas al panismo.