Tensiones en el Ejército, conversaciones con altos mandos

Rubén Aguilar

El libro Tensiones en el Ejército. Diálogo con altos mandos (Ediciones Cal y Arena, 2024) lo escribí a lo largo de los últimos seis años. Los artículos que integran el texto se publicaron en este portal, Animal Político; en una decena de otros periódicos, y en las revistas Nexos y Etcétera.

A lo largo ya de dos décadas he tenido la oportunidad de dialogar con altos mandos del Ejército. Una parte importante del texto proviene de las conversaciones con ellos, que querían se dieran a conocer.

El libro recoge testimonios de altos mandos en activo y en retiro, que manifiestan un claro desacuerdo en cómo el comandante en jefe, el presidente López Obrador, ha utilizado al Ejército, y cómo el secretario de la defensa se ha sometido a éste.

Los militares con los que he conversado en estos años, algunas veces en mi casa y otras en restaurantes, consideran que el presidente violenta de manera sistemática la vida institucional del Ejército.

Ellos fueron formados en el respeto a las instituciones de la República. Además, están bien informados sobre lo que ha sucedido con los procesos de militarización de la vida pública en otros países. Ellos son civilistas.

Afirman que en el Colegio Militar y en la Escuela Superior de Guerra aprendieron la división de las responsabilidades entre militares y civiles en la conducción del Estado. Hoy esos principios los ha trastocado el comandante en jefe y el secretario de la Defensa.

En la medida que avanzó el sexenio, la tensión y el malestar al interior del Ejército fue creciendo, a la par de las decisiones que tomó el Ejecutivo sobre esta institución. Es muy difícil, prácticamente imposible, saber la dimensión del grupo que está descontento.

Quienes no están de acuerdo se manejan con gran discreción porque temen, con razón, que si hacen público lo que piensan serían sancionados y podrían perder los derechos adquiridos a lo largo de una vida de servicio.

En el libro se explica cómo el presidente eligió al general Cresencio Sandoval, un militar con poco conocimiento y prestigio dentro del Ejército, como secretario de la Defensa. Él nunca hubiera pensado en ocupar ese cargo.

El presidente quería tener bajo sus órdenes a un secretario débil, que le debiera agradecimiento permanente por haberlo nombrado. El general sabe que está ahí por la “generosidad” de su comandante en jefe. Tiene que estarle eternamente agradecido.

Los altos mandos con los que he conversado optaron por darle el “beneficio de la duda”, al final de cuentas uno de los suyos, formado en el Colegio Militar. Su expectativa era que Sandoval defendiera la institucionalidad del Ejército, como una instancia del Estado mexicano, frente a un presidente que a lo largo de dieciocho años los había insultado e incluso despreciado. No lo hizo y los decepcionó. Los invito a leer el libro y enterarse de estas conversaciones.

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