Roedores, espiritistas y santones en las campañas de El Fuerte
Álvaro Aragón Ayala
El FUERTE, Sin.- La lucha por la alcaldía entró en el tobogán de la guerra sucia y de la estulticia. No es la propuesta real la que sobresale en la contienda electoral, sino el cruce de acusaciones para ver qué candidato está más loco o idiota o es más viejo e ignorante o, como lo grita la “vox populi”, quien de todos es más rata o corrupto. Los aspirantes a dirigir por tres años los destinos del municipio se revelan como políticos astutos, embaucadores y embusteros.
Los electores fortenses descubren en los candidatos una ambición de poder descomunal, inmensa y narcisista. El coctel es aderezado, en algunos casos, con una insultante mediocridad académica que tratan de ocultar o suplir con frases pegajosas o con el cántico de sus “corridos”. Hasta el reeleccionista ofrece su perfil de ignorante y de uña larga. Todos se mueven en el campo de aquel que supuestamente lo sabe todo, pero que en realidad no sabe nada. Andan a la caza de frases populares cortas y pegajosas.
En un tris todos los candidatos consolidaron sus equipos de campaña e integraron sus cuartos de guerra con gavillas de espiritistas, santones, chupatintas, gambusinos, abigeos, “orejas”, con raza que dice poseer un profundo conocimiento empírico -cuando menos- de la realpolitik fortense. Saben que en la contienda electoral pesa más la apariencia que la esencia y, por tanto, todos visten ropaje de honorabilidad y lanzan discursos contra la corrupción, intentando tapar sus colas peludas.
Los candidatos peregrinan por el territorio con el poder de su titubeantes verbos diciéndose que ellos nacieron queriendo a “su tierra”, convencidos, sí, de que el pueblo está harto de ineficacias y latrocinios, pero escondiendo los planes que tienen: convertirse en caciques, para mamar el presupuesto municipal, olvidándose de los añejos problemas que mantienen en el abandono sindicaturas y comunidades y a la propia cabecera municipal.
Unos y otros, blanden sus armas discursivas para llegar al poder. Con frases simplificadas ofrecen soluciones sencillas y erradas. El rollo es el superpoder para engatusar a los electores. Es evidente que el discurso contra la corrupción está muy miado, porque se refiere a la corrupción de otros, no de la propia. Uno en movimiento le mandó decir a otro, quizá por su edad, “nada te han enseñado los años, siembre caes en los mismos errores”, el otro pregona que el reeleccionista es un roedor y del amarillo con ropaje multicolor juran que tarde que temprano será traicionado.