Reabrir caso Colosio sólo si se asume como crimen de Estado

 Carlos Ramírez

Cuando ocurrió el asesinato del candidato presidencial priísta Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994, el subcomandante Marcos se encontraba en la sierra chiapaneca consultando a las comunidades indígenas de los acuerdos pactados con el representante gubernamental Manuel Camacho Solís. Y si bien ya había aceptado los puntos negociados, aprovechó el magnicidio para rechazarlos con el argumento de que ese asesinato había marcado el fin histórico del sistema político priista.

En los hechos, el asesinato de Colosio sí líquido el sistema/régimen/Estado postrevolucionario del PRI, solo que no fue en un intento de transición hacia nuevas estructuras, sino que se agotó en el crimen por sí mismo como producto de disputa por el poder entre los grupos políticos. Por eso el sistema político siguió funcionando ya sin servir y posibilitó la alternancia al PAN en el 2000, el regreso del PRI en el 2018 y la victoria del candidato disidente López Obrador.

En este contexto, las declaraciones de botepronto el presidente de la república de apoyar al reo Mario Aburto Martínez, acusado y sentenciado del asesinato de Colosio, solo introducen ruido al interior del sistema priísta en precario funcionamiento y no constituyen ninguna información privilegiada sobre la culpabilidad del detenido ni menos aún aportan elementos para reabrir el asesinato como parte de un expediente de crímenes del poder.

Todos los datos indican que el gobierno actual no tiene ningún elemento real para cambiar el enfoque de la investigación que hizo y cerró el gobierno de Salinas de Gortari para autoexonerarse y que será solo otro fuego de artificio de poca duración para minar la credibilidad del sistema político priísta. El problema, sin embargo, radica en el hecho de que de manera efectiva el presidente López Obrador está utilizando información de coyuntura para minar las bases de funcionamiento del sistema como mecanismo único de estabilidad política, sin que haya aportado elementos reales de que estaría en marcha la construcción de un nuevo sistema político.

Colosio no iba a reformar el régimen, sino que sería la continuidad garantizada del modelo económico del neoliberal Carlos Salinas de Gortari; eso sí, Colosio había pactado horas antes de su muerte un acuerdo político con Manuel Camacho Solís para intentar una reforma democrática del régimen sin modificar su esencia priísta; inclusive, Camacho había sido avisado por Colosio de que sería su secretario de Gobernación, un dato que desanimó y preocupó al salinismo que iba a mantenerse en el gobierno de Colosio.

En este punto podría ser un hilo para jalar en la tesis del asesinato como crimen del poder y como disputa entre grupos dominantes. Camacho había sido aislado en el gabinete de Salinas porque confrontaba y desdeñaba a todos sus colegas en el Gobierno; este dato se lo dijo Salinas a Camacho como razón por la cual no podía ser el candidato oficial, en tanto que se buscaba una sucesión como continuidad personal de Salinas, de grupo político y económico y de proyecto neoliberal sin correcciones.

No hay más datos salvo las expectativas derivadas del conocimiento de los comportamientos políticos de Camacho; en los hechos, Camacho no estaba en contra del modelo neoliberal y su propuesta venía desde su tesis de licenciado en economía: el único modelo de desarrollo de México es el de capitalismo desarrollado dependiente de Estados Unidos, algo que había alcanzado el tratado de comercio libre.

Sin embargo, Camacho estaba cierto que el régimen político y su sistema ya no eran funcionales para la nueva correlación de fuerzas sociales y productivas que había estudiado desde 1976 en su vigente ensayo Los nudos históricos del sistema político mexicano y que el modelo priísta de gobierno requería de nuevas reglas de funcionamiento entre grupos, bloques y clases.

Salinas, en cambio, estaba seguro de que cualquier reforma política democratizadora iba a entorpecer el funcionamiento que requería el Tratado para arrancar a todo vapor y era su crítica a Mijaíl Gorbachov por haber emprendido de manera simultánea la reforma política (glasnost) y la reforma económica (perestroika). En el contexto de la sucesión, acuñé la conceptualización real de los propósitos de Salinas: una salinastroika sin priísnost, es decir una reestructuración productiva vía el tratado, pero sin reforma democrática.

No había ninguna declaración escrita, pero era obvio en 1994 que el modelo político de reforma que implementaría Camacho tendría que pasar por el relevo de la clase política salinista que quería mantenerse incrustada en el gabinete y la administración de Colosio. El 23 de marzo de 1994 Colosio leyó a Camacho por teléfono el boletín donde elogiaba la decisión del exregente de no aspirar a ninguna candidatura presidencial y apoyaba a Colosio. La respuesta de Camacho a Colosio fue confirmada por cuanto menos dos fuentes cercanas a ambos: “bájale a los elogios, porque si no nos van a romper la madre a ti y a mí”. Esa tarde Colosio fue asesinado y desbarrancado de la candidatura y Camacho fue proscrito del régimen priísta.

Así que existen elementos suficientes para reabrir el caso Colosio, pero no esperar de manera ingenua que el asesino Mario Aburto Martínez confiese lo que no ha revelado en estos años de prisión. Eso sí, el gobierno federal cuenta con los instrumentos periciales para reabrir el caso Colosio a partir de la perspectiva de un crimen del poder.

Lo demás es diversión macabra.

Con información de Indicador Político

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