El Socialismo Popular de Fidel Castro
Moscú, Rusia. Liquidado el polo socialista y llegada la “era unipolar”, todo el sistema de coordenadas donde se desarrollaba la oposición global de los dos proyectos ideológicos –el socialista soviético y el capitalista occidental– fue sometido a revisión.
Sin embargo, esto no alivió la tensión entre Occidente y Rusia –tal como esperaban los últimos líderes soviéticos–.
Tampoco condujo a la convergencia de los dos sistemas, el occidental y el soviético, con el establecimiento del denominado gobierno mundial, lo cual era extremadamente ingenuo esperar.
La confrontación ideológica fue sustituida por la confrontación geopolítica, a base de la cual se alinean dos polos de civilización principales: Rusia, como centro de Eurasia, es decir, el Heartland geopolítico y base de la civilización telúrica; y Estados Unidos, como centro del Occidente colectivo y base de la llamada civilización naval.
La catástrofe geopolítica del proyecto soviético
En un momento dado, Occidente reivindicó el dominio mundial declarándose el único polo civilizatorio, mientras que Rusia abandonó por un periodo muy breve (década de 1990) su misión civilizatoria intentando, sin éxito, integrarse en el Occidente civilizatorio –el polo dominante en ese momento–.
Como resultado de este experimento geopolítico, Rusia perdió la fuerza y la capacidad necesarias para contrarrestar a Occidente como segundo polo civilizatorio. Tras la eliminación del modelo bipolar llegó el mundo multipolar, sustituyendo a la unipolaridad occidental que casi llevó a la humanidad a la catástrofe universal.
Occidente no sólo fracasó siendo el único polo, sino que se convirtió en una fuente de caos general, de múltiples guerras, de injusticia económica y de explotación descarada de la mayoría de los Estados reviviendo, de hecho, el principio neocolonial de explotar el mundo. Pero esta vez sin ser contenidos por polos de civilización alternativos.
Al haber creado tensiones generalizadas, Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, puso a la mayoría de los países y pueblos en su contra, incluso a Rusia, que estaba recuperando su poder geopolítico, y a China, que dominaba la economía mundial, siendo aparentemente socialista.
La construcción de un mundo multipolar inició gracias al restablecimiento de la subjetividad de Rusia y China. Hoy en día ya no existe sólo un polo mundial Occidente liderado por Estados Unidos–, sino al menos, tres polos de civilización: Rusia, como centro del polo euroasiático renacido, y China, como centro de la región de Asia-Pacífico, sumados a Occidente que está perdiendo rápidamente su influencia.
Alternativa multipolar para Occidente
Desde el punto de vista de la teoría del mundo multipolar, el mundo árabe, la India como Estado-civilización que ocupa todo un Continente y Europa que inició el proceso de emancipación de la dominación estadunidense son los que pueden tornarse polos de civilización en un futuro próximo. Asimismo, está también América Latina y del Sur, que cada vez es más consciente de lo pernicioso de existir como patio trasero de Estados Unidos y así se acerca al establecimiento de un polo de civilización latinoamericano independiente.
Esta visión multipolar del mundo que se viene, requiere una revisión de conceptos y definiciones ideológicas básicas y un cambio de la terminología puramente ideológica de la era del mundo bipolar a una nueva visión geopolítica que surge de la teoría del mundo multipolar. En este contexto algunos términos y conceptos deben ser reinterpretados o sustituidos por completo y otros necesitan nuevas conceptualizaciones.
América Latina espera por una nueva doctrina ideológica, aspirando a crear un polo civilizatorio independiente y, por lo tanto, necesita nuevas definiciones ideológicas capaces, por un lado, de preservar la continuidad de las épocas históricas anteriores, y por otro, de responder a los desafíos del presente, cumpliendo plenamente con el lenguaje político y geopolítico actual, desarrollado en la formación de la teoría del mundo multipolar y los últimos conceptos geopolíticos. También, debe cumplir con los últimos hallazgos en el marco ideológico. Por eso es necesario tener en cuenta los estudios recientes de la Cuarta Teoría Política, que trasciende el Modernismo del siglo XX.
Sostenibilidad del modelo cubano: fracaso del capitalismo occidental
Empecemos, pues, por la continuidad. Tras el derrumbe del bloque soviético y el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como proyecto, el único Estado que se mantuvo fiel como alternativa ideológica a Occidente fue Cuba, la cual ha defendido sistemáticamente las ideas del socialismo, y ha demostrado no sólo su capacidad, sino también su eficacia.
Tras décadas de bloqueo económico, Cuba no sólo resistió la presión de un gigante económico y político como Estados Unidos, sino que continuó su desarrollo económico sin tener los recursos necesarios. El ejemplo del socialismo cubano fue, pues, una prueba importante de la eficacia de las ideas socialistas. Al mismo tiempo, la omnipresencia de la ideología capitalista ha conducido a la humanidad a un bloqueo conceptual.
El Occidente globalista, tan orgulloso de su superioridad económica basada en el modelo capitalista, se enfrenta a una crisis económica sin precedentes y sigue estancado. En este contexto, la primera economía en el mundo de hoy es China, tras haber conservado sus fundamentos socialistas, y Rusia, que también está ganando peso económico, conservando los cimientos de un Estado social heredado de la era soviética.
Todo ello fue posible a pesar de la presión sancionadora total ejercida por Occidente, cuyo dominio económico queda finalmente en entredicho, ya que por un lado las sanciones contra Rusia no fueron destructivas para su economía, sino que causaron un enorme daño a la occidental, principalmente a la europea, y por otro lado demostraron el aislamiento de Occidente en esa esfera: la mayoría de los países del mundo donde viven 6 mil millones de personas (de un total de 7 mil millones) no apoyaron a Occidente en sus sanciones.
Además, los burdos intentos de presión económica sobre Rusia destruyeron el mito de la eficacia de ese modelo occidental, que en un momento dado pretendía ser universal.
Por otra parte, se hizo evidente que negociar con Occidente no era seguro, como tampoco lo era el uso del dólar, que ya no se percibía como la moneda de reserva del mundo. Quedó comprobado que Estados Unidos podía imponer restricciones a su circulación en cualquier momento. También, las restricciones en el uso de sus sistemas de pago como el SWIFT constataron que ése no era un instrumento económico y comercial fiable.
Todo ello ha demostrado que el modelo económico occidental capitalista no sólo es ineficaz, sino también extremadamente vulnerable e injusto, y no ha dado oportunidades de crecimiento económico y desarrollo a nadie, salvo al propio Occidente que lo utiliza exclusivamente en su propio interés. China es una excepción, pero esto se debe más bien a los principios socialistas, es decir, a la aplicación del modelo de la llamada economía dual.
Todos los demás Estados que pueden clasificarse como económicamente exitosos o pertenecen a la propia civilización occidental (Europa, Australia, Canadá), o se encuentran bajo la ocupación occidental estadunidense (Japón, Corea del Sur) o están en la órbita de la influencia económica china (Singapur, Hong Kong) habiendo adoptado su modelo de “gran fábrica”.
Pero en el resto del mundo, allí donde se ha adoptado el modelo económico capitalista occidental, o bien no hay desarrollo económico evidente, o bien hay un estancamiento y un declive económico provocados por el hecho de que esos Estados están incluidos en el sistema de explotación neocolonial de Occidente, en su forma “blanda”, que con el pretexto de establecer un modelo globalista liberal-capitalista simplemente los explota abiertamente en función de sus intereses, bombeando recursos de allí a cambio de sus productos o, en el mejor de los casos, utilizándolos como mercados para sus productos.
Todo lo anterior hace que se requiera actualizar los modelos socialistas de orden económico, sobre todo los que han demostrado su eficacia tanto bajo la Unión Soviética (nadie ha podido superar el récord de crecimiento económico de la época estalinista 1924-1953), como también el de la forma del modelo socialista cubano.
El modelo ideológico para América Latina: “Castrismo”
Es el modelo cubano –y no el modelo socialista soviético– el que puede considerarse como un nuevo modelo ideológico para revivir el polo civilizatorio latinoamericano. Y es en Cuba donde se formaron todas las condiciones para ello, mientras que el socialismo soviético es portador de algunas desventajas absolutamente inadecuadas para la civilización latinoamericana.
En primer lugar, está el ateísmo estatal, el materialismo y el dominio total de la propiedad estatal en el período soviético tardío que prácticamente eliminó el sector privado, limitando el uso del modelo dual que había resultado tan eficaz tanto en el período de crecimiento económico récord de Stalin, como en Cuba.
El modelo ideológico planteado por el líder de la revolución cubana Fidel Castro, al que muchas fuentes se refieren como “castrismo”, ocupa el lugar central en el socialismo cubano. El primer y muy importante componente del castrismo es el nacionalismo revolucionario latinoamericano, es decir, por un lado la Revolución se percibe como liberación de la dominación colonial estadounidense y, por otro, como la preservación de la identidad nacional del pueblo de Cuba.
Es necesario hacer algunas advertencias para aclarar los términos. En particular, en todas las fuentes en las que se analiza la experiencia cubana se utiliza ampliamente el término imperialismo en relación con los países occidentales, principalmente Estados Unidos. Cabe señalar que este término está desfasado ya que se refiere específicamente a las construcciones ideológicas del mundo bipolar. Hoy en día es más relevante el término “globalización” (occidental, unipolar), así como la antiglobalización, o el movimiento antiglobalización, en la política mundial, implicando una alternativa multipolar.
Asimismo, el concepto de nacionalidad es exclusivamente ideológico marxista, mientras que el modelo etno-sociológico actual diferencia tales comunidades orgánicas sociales, como etnia, pueblo (lao) y nación.
La etnia es la sangre, la descendencia de un ancestro común, una comunidad orgánica cíclica sin estratos sociales que existe fuera de la historia. Pueblo (lao) es una comunidad orgánica supra étnica, en la que surgen estratos sociales, jerarquía de poder, cultura compleja, participación en la historia. Nación es una comunidad política artificial de ciudadanos atómicos (individuos) unidos por un propósito histórico dentro de un Estado- nación.
En el marxismo todos estos fenómenos se fundieron en uno solo: la nacionalidad, mientras que etnia y pueblo (lao) se consideraron categorías superadas. Pero se vieron obligados a superponer la comunidad artificial (la nación), pasando a definirse como “nacionalidad”, algo intermedio en la comunidad política orgánica y artificial. Esto creaba y sigue creando una enorme confusión conceptual.
En el marxismo todos los ciudadanos se llamaban pueblo, es decir, justo lo que en etno-sociología se llama la nación: una comunidad cívica artificial. En este sentido es importante dejar el concepto de nacionalidad que implica sólo la ciudadanía o el pasaporte de un Estado concreto y utilizar el término pueblo (lao) para denotar una comunidad orgánica, supra étnica.
En este sentido el nacionalismo en el castrismo es una apelación a la identidad tradicional de los pueblos, teniendo en cuenta su núcleo étnico. Tampoco debemos olvidar que la Cuba de hoy es multiétnica, es decir, está formada por una serie de etnias y pueblos tradicionales, cuya identidad, tradición y características culturales no son algo superado, desechado, sino que, por el contrario, tienen un gran valor y deben ser preservadas.
Es decir, el nacionalismo revolucionario en el castrismo consiste en la liberación de la dominación globalista de Occidente (Estados Unidos) y la preservación de la identidad, la tradición y las características culturales de los pueblos de Cuba.
Otra tesis del castrismo que se aprecia con claridad es la afirmación de los derechos de los pueblos. Castro subrayaba que el mando revolucionario cubano, desde sus primeros días en el poder, había luchado sistemáticamente contra todas las formas de discriminación social y, especialmente, nacional. Es decir, teniendo en cuenta los ajustes conceptuales etno-sociológicos, ningún pueblo (lao) o etnia puede dominar a otros, suprimir su identidad, diluir su identidad o imponer su identidad, valores o actitudes.
Es la igualdad de los pueblos y las etnias lo que se afirma y lo que hace que este enfoque sea sorprendentemente diferente del enfoque occidental, en el que los anglosajones se declararon a sí mismos como la raza dominante y superior, sus valores como universales, su cultura como la mejor, la dominante, sometiendo a todas las demás formas de cultura no anglosajonas a la cancelación (cancel culture).
En cuanto a la discriminación social, no puede haber otra opinión (excepto la occidental): la superioridad de unos sobre otros a base de la desigualdad económica es un sistema defectuoso de la estructura social e inherente al capitalismo que requiere su completa eliminación y abolición en todas partes, siendo la última forma de injusticia económica.
Lo pernicioso del ateísmo
Junto a las ideas de internacionalismo que se entendían precisamente como la ausencia de cualquier superioridad de un pueblo sobre otro, Fidel Castro intentó realizar una reforma espiritual. En particular, reconoció la necesidad de una alianza estratégica fundamental entre comunistas y cristianos como comunidades con una base ética común.
Este es otro componente muy importante para América Latina que, sin embargo, no coincidía con el planteamiento soviético de su ateísmo extremo que acabó destruyendo todo el proyecto soviético, porque la identidad religiosa es la base de la identidad de todos los pueblos incluidos los que forman la base de la civilización euroasiática.
El ateísmo estatal y la censura de la religión impuesta por el partido en la URSS no abolieron la religión, ni le pusieron fin, como demostró el período postsoviético, sino que sólo llevaron a la clandestinidad la conciencia religiosa de los pueblos de la URSS, poniendo a la mayoría en contra de la nomenclatura del partido, lo que resultó en su deslegitimación y destrucción desde dentro.
Fidel comprendió lo pernicioso de imponer el ateísmo, por lo que combinó las ideas de justicia social y socialismo económico con los fundamentos culturales de la sociedad cubana que era extremadamente religiosa y tradicional. Como resultado, se produjo una integración masiva de las ideas de la Teología Católica de la Liberación en la doctrina socialista cubana, lo cual es un mérito personal de Castro.
Otra diferencia sustancial entre las prácticas políticas de Fidel y los dirigentes soviéticos fue la disposición de los dirigentes políticos a escuchar y asumir las ideas y procesos que surgían de las masas populares.
Las élites soviéticas estaban demasiado alejadas de las masas, que eran percibidas discreta y mecánicamente, como una comunidad mecánica artificial, lo cual, se ajusta plenamente al marxismo dogmático. Mientras que Fidel Castro y sus camaradas percibían al pueblo de Cuba de forma orgánica, como un organismo vivo, y por eso realizaron sus políticas basándose en particularidades culturales y orgánicas.
El objetivo superior de la política de Fidel era la libertad, la independencia y el desarrollo autóctono de la Cuba social y popular. Es decir, no la supresión de las masas, sino su libre desarrollo como identidades orgánicas, con un énfasis en la justicia social y el pueblo –lo que se mencionó antes acerca de los derechos de los pueblos como entidades colectivas–.
A diferencia de la URSS, en Cuba también se ha preservado el sector privado –requisito indispensable para el funcionamiento eficaz de la economía dual, en la que la gran producción industrial está en manos del Estado, la mediana en manos de colectivos y la pequeña en manos del sector privado. Esto hace que la economía sea más flexible, respondiendo rápidamente a las demandas del pequeño consumidor, pero planificando los cambios macroeconómicos a nivel estatal.
Así, Fidel Castro y su Cuba socialista dieron un ejemplo de resistencia frente a lo que entonces se llamaba imperialismo (y hoy unipolaridad o hegemonía estadunidense) y demostraron su eficacia y capacidad en condiciones de un bloqueo exterior total.
El nacional bolchevismo como base ideológica del castrismo
En resumen, el modelo ideológico de Fidel Castro es una síntesis de las ideas de justicia social y solidaridad popular, lo que en la ciencia política europea se denomina como nacional bolchevismo. Es decir, combina elementos de la economía de izquierda (acceso igual a los bienes materiales, propiedad colectiva de los medios de producción, justicia social para todos) y de la política de derecha (solidaridad, populismo, preservación de la religión, de la tradición, de las especificidades culturales de la diversidad, de los valores conservadores, de un Estado fuerte, de la autocracia y del Estado de derecho).
Esta síntesis ideológica –derecha-izquierda– es la clave del éxito allí donde se ha instaurado, incluso en la URSS durante el régimen de Stalin, cuando se aplicó el modelo nacional bolchevique de esa misma manera.
En realidad, el modelo nacional bolchevique puede ser abandonado, ya que es demasiado europeo y quizás demasiado aterrador para América Latina. Sin embargo, esto no cambia la esencia. Una síntesis similar de política de derechas y economía de izquierdas puesta en práctica en el modelo creado en Cuba por Fidel Castro, que ha demostrado ser eficaz, podría llamarse de otra manera. Por ejemplo, el “solidarismo” social o el socialismo popular de Fidel Castro.
Es este modelo ideológico el que tiene todas las posibilidades de convertirse en la base de una nueva ideología del futuro, un polo de civilización latinoamericana independiente que se está formando ahora, sin dominación de Occidente, de Estados Unidos y de sus doctrinas globalistas liberal-capitalistas.
El mismo modelo aplicado eficazmente por Fidel Castro es el más adecuado para Rusia junto con las particularidades de la civilización euroasiática y del pueblo ruso. De hecho, este modelo ideológico se llama en Rusia “Eurasianismo” y en Cuba “socialismo popular de Fidel Castro”.
Valery M Korovin*/Prensa Latina
*Politólogo y periodista ruso; director de la Fundación Internacional No Comercial Centro de Experticia Geopolítica
Con información de Prensa Latina