Ecos de la consulta popular

Marcos Marín Amezcua

Hay dos cosas que sorprenden de la reciente consulta popular: una es que hubiera gente que se extrañara tanto cuando leyó la pregunta tomándose la molestia de conocerla días antes, apenas, y constatara que ni juzgaba expresidentes ni consultaba aplicar la justicia. O sea que los dos bandos, promoventes y detractores, han pretendido engañar al público. Los dos. Sí es verdad que juzgar expresidentes abarca el pasado y enloda expresidentes y eso enlodará al PRI y PAN. Eso sí.

Ahora bien, también la otra cosa que sorprende es que resulta insultante la tibieza, chulería y desvergüenza del INE, de Córdova y Murayama. Así es. Inaudita la tibieza del INE. Sus elevados gastos son de escándalo y son muy superiores a los que costó la mentada consulta popular. Lloriquear el costo de aquella es hipócrita. Costaron más las inexplicables botellas del avión presidencial. Reiteramos: una consulta nunca debilita la democracia y es fracaso para quienes se abstuvieron y no votaron. Solo para ellos. Podían votar el “no” si eso es lo que les cuadraba tanto y desde luego que su papeleta inutilizada sí es desperdicio, no el derecho a votar ni mucho menos convocar a una consulta popular. No se confundan ni se equivoquen. Quienes han difundido el hastag #fracaso fracasaron en su capacidad de reflexión y desde luego, en entender la naturaleza de una consulta popular y sus efectos. Ese es su fracaso no compartido por quienes votaron y los hubo por el “no”. ¿Fracaso? Ergo, según quien lo diga, porque en eso también hay división de opiniones.

¿Poca convocatoria? Bueno, la cifra ha sido interesante: con los medios en su mayoría en contra, el “sí” gana con tantos votos más que los del PAN en  elecciones recientes. No es de extrañarse: el PAN no crece en términos porcentuales hace ya rato ni lo hará con Marko Cortés al frente. Eso ya lo sabemos.

¿Qué ya solo quedan 7 millones de simpatizantes de López Obrador? Es una lectura torpe y tendenciosa que no se sostiene con un método científico mostrado a todos. Es una afirmación tan equivoca que apenas merece atenderse. No es lo mismo la indiferencia ciudadana a una pregunta manoseada por la Corte que cambiar, trocar simpatías por el presidente. Confundirse en el veredicto vende, pero apunta a inexactitud y torpeza analítica.

Dos temas deben atenderse: uno: la virulencia despreciativa de la democracia  desde los opositores no solo a esta consulta, sino más por serlo de López Obrador. Su desprecio manifiesto en toda clase de descalificaciones muestra su indubitable talante antidemocrático que evidencia lo mucho que falta para construir democracia. Con oponerse, abstenerse de o acudir a votar el “no” en una convocatoria constitucional como la recientemente vivida, habría bastado. Sobraban sus insultos inagotables.

La oposición a López Obrador no acaba de entender que no ganará a base de insultos. No les funcionó hacerlo el 6 de junio y no entienden que no entienden. Está por demás perder el tiempo explicándoselos. Y si sumamos su talante virulento que ciega y ensorda su entendimiento, que ya no distingue nada, va radicalizada, no atienden ya nada como opositores sin curso ni ruta más que con insultos, luego entonces tenemos lo que tenemos: sus necedades. Es decir, un nulo aporte a la democracia.

Su oposición a la consulta expresada de manera tan faceta, virulenta, abúlica, pero sobre todo histriónica, quiero verla igual ante una revocación de mandato, por elemental congruencia discursiva. Es previsible que hacen democracia selectiva. Podrán estar más estudiados, tener alguna carrera profesional, pero no ser empáticos con las causas más democráticas y eso es deplorable; van más contra quienes no tuvieron por causa ni soporte los malos manejos, la corrupción, el clientelismo, el amiguismo y otro tipo de actos antisociales y muy poco democrático.

En efecto, no fue una consulta multitudinaria y exitosa, desde luego que no en número de participantes. Sí lo fue en demostrar lo poco que importa en los hechos señalar responsables del pasado, hechos que afectan y condicionan nuestro presente y futuro. No por recalcar el ejercicio presente de señalar culpables, sino por la  insolencia e irresponsabilidad colectiva de callar. Ahora, ¿poca gente? Bien, pues es parte de la libertad de actuar. En cambio el insulto es grave a un ejercicio ciudadano democrático, ya que es un símbolo de una intolerancia al otro, brutal. Total, votas ‘no’, participas y no tienes que insultar a nadie como lo hacen los detractores de la consulta. Muestran así un nulo talante democrático. Ahora: no hay más causas para acudir que una convocatoria constitucional. Reitero: el tema para mí no es abstenerse, sino el insulto al ejercicio democrático. Ese sí que es muy grave.

No, no es inútil. Es una consulta constitucional democrática. Una consulta popular en una democracia solo es inútil para quien no tenga talante democrático. Y es comprensible. Es más, no me extraña por eso oír la descalificación a la consulta sobre todo, proveniente de priistas. Enrique De la Madrid  –tan impresentable como su padre– decía ¿consultas? no tiene caso. ¡Claro! Al PRI siempre le han estorbado, por eso no las práctica. La consulta que nos ocupa está avalada por la ley, pero eso no implica contar con el apoyo de los políticos a que alude y eso es natural, pero eso no la hace inútil, como tampoco el no apoyo de los opositores. No se pueden revolver las dos cosas. Ahora: ese talante antidemocrático de sobajarla es el que solapa desacreditarla y los desfalcos priistas, sobre todo, y más que a ninguno y no hay forma de alcanzarlos en monto, número y tiempo. Entonces, yo lo planteo de otra forma: como toda consulta popular fortalece la democracia y entonces la participación, la movilización abona a su ejercicio. Desde el PRI sobre todo,  se suele desear y buscar inmovilizar a la sociedad. Cuando eso sucede, el PRI gana. Es el caso que nos ocupa. Curiosamente, otra vez sucede. Cuando la sociedad se moviliza, no la tiene ganada el PRI y suele perder las iniciativas. 2000, 2006 o 2018 lo demuestran.

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