El carnaval del cacique; pudo más la economía

Francisco Chiquete

Los políticos deben tener, necesariamente, una piel muy dura para soportar presiones de su actividad, de la sociedad y hasta de su conciencia, si alguno de ellos la tiene. Pese a ello, uno se pregunta si el gobernador Rubén Rocha Moya dormirá tranquilo de aquí a la primera semana de marzo, cuándo se presentarían los resultados pandémicos del carnaval, si es que los hay.

Es indiscutible que la autorización para que Mazatlán tenga su carnaval en este mes, tiene un carácter absolutamente político y no científico, como había ofrecido el propio gobernador.

Hasta en tres ocasiones se pospuso la decisión, no porque no tuviesen datos para asumir una orientación, sino porque estaban esperando la línea del gobierno federal, que llegó en forma de palomita pintada de amarillo, en el semáforo epidemiológico.

Es cierto que durante los últimos días, en el país y en el estado han bajado en forma relativa las cifras de contagios, pero no se ha tomado en consideración que el índice de positividad es de 36.5 por ciento. Y si la proporción parece alta, hay que considerar la advertencia del secretario de salud en el estado Héctor Melesio Cuen Ojeda, quien admitió un importante rezago en las cifras oficiales: para dar con la cantidad real, multiplíquenlas por tres, por cinco, hasta por diez, dijo.

Además, si siempre han sido pocas las pruebas que se aplican en el país y en el estado, en las últimas semanas han sido mucho menos, tanto porque las sospechas de contagio son demasiadas como para invertir en una prueba cada vez que a alguien le duele la cabeza o se pone mocoso, como porque al propio gobierno le interesa mantener bajas las cifras, aunque sea por ese método.

Ya henos comentado que al gobierno federal le interesa más buscar la reactivación económica plena del país, sobre la posibilidad de mantener una política de prevención de la enfermedad, total, si con seiscientos mil muertos por el Covid no ha pasado nada, con otras decenas de miles más, no puede haber mayores costos políticos.

La formación del gobernador Rocha Moya hacía abrigar esperanzas de una actitud diferente, pero la real politik se impone siempre, trátese de quien se trate.

Si el gobierno federal obliga a abrir los espacios para eventos masivos, hágase señor presidente tu voluntad.

Tan político es el asunto, que entre los mismos miembros del equipo gobernante, el episodio se abrió con un desacuerdo, una toma de distancia que uno no habría pensado de un subordinado hacia un jefe. El gobernador prefirió no convocar a una conferencia de prensa, como ameritaba un hecho que llamó la atención de todo el estado durante varias semanas, y emitió un twitt: “La edición del Carnaval del carnaval de Mazatlán 2022, se llevará a cabo con estrictos protocolos de sanidad y la reducción del aforo a un 70%. Las autoridades de salud estarán en estrecha coordinación para garantizar que sean aplicados”.

Además se publicó otro twitt a nombre del Gobierno del Estado, en que se lanzaba la responsabilidad directa sobre Cuen: “tras considerar la opinión de los técnicos y las condiciones actuales de la pandemia en el estado, el Srio. de @saludsinaloagob @melesiocuen, determinó que hay condiciones para llevar a cabo el Carnaval de Mazatlán edición 2022.

Desde su cuenta de twitter, Héctor Melesio Cuen se apresuró a aclarar que “yo no he autorizado el Carnaval. Mi responsabilidad consistió en dar un diagnóstico científico sobre los riesgos de eventos masivos”. Luego de lavarse las manos, procedió a repartir responsabilidades con su jefe: “Coincido con el gobernador Rubén Rocha con la factibilidad de celebrar el Carnaval con semáforo amarillo con un gigantesco dispositivo sanitario”.

“Haiga sido como haiga sido”, ni Rocha ni Cuen están en condiciones de garantizar la sana distancia, el uso del cubrebocas “en todo momento”, el uso de gel antibacterial o el frecuente lavado de manos, incluso si consiguen limitar a 237 mil personas la asistencia al desfile carnavalero o al combate naval, o a cuarenta mil asistentes en Olas Altas. Se necesita ignorar plenamente lo que es un carnaval para pretender semejante cosa.

En un argumento torpe, el alcalde Luis Guillermo Benítez Torres dijo que a nadie se obligará a asistir a los eventos de carnaval, de modo que quien quiera ir que vaya y quien no, que permita que los otros vayan. ¿Ignorará el señor químico, que hay un elevado riesgo de contagio para quienes conviven con cada asistente a un evento masivo?

Por supuesto que no. Es su ambición (política y de la otra) la que le lleva a empujar semejantes decisiones.

UN CARNAVALITO AL MODO DEL CACIQUE

Entre más oportunidades tiene Benítez Torres, incurre en más barbaridades. La feria del carnaval se va a realizar al pie de la Laguna del Camarón. A nadie le importa que ese cuerpo de agua se contamine, ni que los aparatos afecten la urbanización de esa vía. Mucho menos le importa que estando cerrada la avenida del Mar para el combate naval y para los dos desfiles, la Quirino Ordaz era una magnífica vía de desfogue y de estacionamiento, pero ahora será lo contrario; otro foco de asistencia masiva. Por lo demás, curioso y malpensado que es uno, se pregunta ¿dónde quedará el dinero que se ahorra la empresa concesionaria al no tener que pagar renta en el espacio tradicional, a un costado del Sams? Total, no son más que míseros 250 mil pesos, o un cacho más, merced a la inflación.

Durante décadas, los Juegos Florales fueron el reducto de la actividad cultural en Mazatlán. Hoy, al Instituto de Cultura, no le dio la sesera más que para traer a dos artistas comerciales, muy exitosas, pero que igual pudo traerlas cualquier empresario que con su propio dinero emprende negocios de ese ramo, sin necesidad de gastar el dinero que tanta falta hace para atender las necesidades elementales de la ciudad.

No faltará el obnubilado que saque su discurso sobre la atención a los gustos del pueblo, pero ni eso les resulta válido. El Estadio Teodoro Mariscal ha estado lleno a reventar con programas como la puesta en escena de la ópera Carmina Burana, que mantuvo llenos todos los asientos de principio a fin; y si se trata de gustos populares, también se han presentado ensambles de orquestas sinfónicas con bandas regionales y con mariachis, con intensa aceptación popular. Pero claro, nadie puede dar lo que no tiene en la cabeza.

La papeleta artística del carnaval este año es de polendas, con artistas comerciales muy destacados, como Alejandro Fernández, Gloria Trevi y la propia Edith Márquez. ¿Cuánto cuesta todo eso, a cuántos millones y millones asciende el esfuerzo? ¿Va el gobierno del estado a subsidiar todo ese gasto? ¿Y el compromiso de no gastar en lo superfluo, en el relumbrón?

Por lo pronto la primera reacción del público ante estos anuncios ha sido motivo de gran regocijo para el alcalde, quien brindó repetidamente a la salud de lo que considera su gran éxito político. No dicen que lo haya dicho, pero sí dicen que su actitud fue la misma de Paco Ignacio Taibo cuando celebró que con una machincuepa legal alcanzó la dirección del Fondo de Cultura Económica. Y más satisfacción expresó el Químico cuando le reportaron largas colas de gente ante los módulos de expedición de boletos para las coronaciones.

A ver qué pasa en la larga cuaresma que se nos viene encima.

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